«Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?» (Lucas 23:2-34, 44-56)

Что есть Истина, Христос и Пилат (¿Qué es la verdad? Pilato y Cristo), Nicholas Ge (1890)

Что есть Истина, Христос и Пилат (¿Qué es la verdad? Pilato y Cristo), Nicholas Ge (1890)

Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre. Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió. Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato. Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.

Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle. Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio. Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.

Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie. Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.

Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.

Reina Valera Revisada (1960)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
23:2
27:11 15:2 23:3 18:33,37
23:4 18:38; 19:4,6
23:5-9
23:13-14 18:38; 19:4,6
23:15-16
27:15 15:6 23:17
27:20-21 15:11 23:18-19 18:40
27:22-23 15:12-14 23:20-21 19:6
23:22 18:38; 19:4,6
27:22-23 15:12-14 23:23 19:15
27:26 15:15 23:24-25 19:16
 27:32 15:21 23:26  19:17-18
23:27
[23:28-31]
 27:38 15:27 23:32-33 19:18
23:34
27:45 15:33 23:44-45a
27:51 15:38 23:45b
27:50  15:37 23:46  19:30
 27:54  15:39  23:47
23:48-49
 27:57-58 15:42-45  23:50-52 19:38
27:59-60 15:46 23:53  19:40-42
23:54-55
 16:1  23:56

 


Homilía por San Juan Crisóstomo (siglo IV)

Jesús compareció en presencia del Procurador; y le preguntó el Procurador: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le contestó: Tú lo dices. Pero en cuanto a las acusaciones de los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo, nada respondió [Mateo 27:11].

¿ADVIERTES CÓMO por primera vez se examina aquí lo que los judíos con suma frecuencia trataban? Como vieran éstos que Pilato no se cuidaba de las disquisiciones legalistas, acuden a los crímenes contra la nación y públicos. Lo mismo hacían con los apóstoles y continuamente les objetaban lo mismo; o sea que andaban por todas partes predicando a un tal Rey, Jesús [Hechos 18:17], que ellos consideraban como simple hombre; y con esto echaban sobre los apóstoles la sospecha de que andaban queriendo establecer un reino y tiranía. Por donde se ve que aquel desgarrar sus vestiduras el pontífice y su estupor, fueron cosas simuladas y de comedia. En realidad todo lo revolvían y barajaban para darle muerte a Cristo.

Tal fue el motivo de que Pilato lo interrogara sobre esto entonces. ¿Qué respondió Cristo?: Tú lo dices. Confesó ser Rey, pero Rey celeste Con mayor claridad lo dijo a Pilato en otra parte, al responderle: Mi reino no es de este mundo [Juan 18:36], para que ni estos acusadores ni aquellos otros tuvieran excusa alguna. Y da Cristo ahí la razón incontrovertible: Si fuera de este mundo, los míos combatirían para que no fuera entregado. Y para quitar toda sospecha, había pagado el tributo [Mateo 22:17] y había dispuesto que los demás también lo pagaran; y cuando quisieron proclamarlo Rey, huyó [Juan 6:15].

Preguntarás: ¿por qué no alegó esto cuando fue acusado de ambicionar el poder? Porque teniendo ellos en sus manos infinitas demostraciones de su poder, mansedumbre y modestia, voluntariamente se cegaban, tramaban males contra El y tenían corrompido el juicio. Por tal motivo a nada responde, sino que calla. Alguna vez habla pero brevísimamente, para no echar sobre sí la opinión de arrogante a causa de su perpetuo silencio. Fue cuando el sumo pontífice lo conjuró y cuando el Procurador lo interrogó. En cambio, a los crímenes de que lo acusaban, nada responde, pues sabía que no los había de persuadir.

Ya lo había predicho el profeta: En su humildad se le privó de juicio [Isaías 53:8 LXX]. El Procurador se admiraba de esas cosas. Y en verdad era de admirar el mostrar tan grande modestia y silencio quien tantísimas cosas podía alegar. Pero no lo acusaban porque creyeran que tuviera alguna falta, sino únicamente llevados de la envidia y el odio. Pues si ya cuando presentaron testigos falsos nada tuvieron que acusar ¿por qué persisten en acusar? ¿Por qué, aun viendo expirar a Judas, y a Pilato lavarse las manos, no se compungieron? Pues en esas circunstancias, hizo Jesús muchas cosas que los podían llevar a compungirse; y sin embargo no se tornaron mejores.

¿Qué le dice Pilato a Jesús?: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? [Mateo 27:19] Porque deseaba que se defendiera y así librarlo, le hablaba así. Mas como Jesús nada respondiera, Pilato urdió otro medio. ¿Cuál? Era costumbre que se dejara libre uno de los criminales; y Pilato intentó librar a Jesús por este camino. Como si les dijera: Si no queréis dejarlo libre como inocente, a lo menos libradlo como criminal en reverencia de la fiesta. ¿Observas cómo se ha invertido el orden? La costumbre era que el pueblo pidiera en favor de los reos ya condenados, y que el Procurador concediera la petición; mas ahora sucede al contrario: el Procurador pide al pueblo, que ni aun así se aplaca, sino que más se enfurece, y locos por la envidia, dan gritos. Pues nada podían objetar acusando; y aun callando El, quedaban redargüidos, pues tantas cosas había que declaraban justo a Jesús. Callando los derrotaba, mientras ellos, enfurecidos, barbotaban miles de cosas.

En estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió este recado: No te metas con ese justo; pues he sufrido mucho hoy en sueños, por causa de él [Mateo 27:19]. Mira otra cosa que hubiera podido retraerlos de su propósito. Porque ese sueño, tras de la experiencia ya adquirida en el asunto, era de no poco peso. ¿Por qué no lo vio Pilato en persona? O porque su mujer era más digna de verlo; o también porque de haberlo visto él, no se le hubiera dado fe; o quizá hubiera cambiado algo del ensueño. Por esto la Providencia hace que sea su mujer quien lo vea y así llegue al conocimiento de todos. Y no solamente lo vio, sino que padeció muchas cosas, para que Pilato, por consolarla, procediera con mayor lentitud en decretar la muerte. Además, no interesaba poco el tiempo del ensueño, pues ella lo vio en esa misma noche. Mas Pilato no podía dar libre a Cristo sin peligro, pues los judíos le habían dicho: Se hace Rey. Se hacía pues necesario investigar pruebas, razones y señales de que Cristo buscaba el dicho reinado. Por ejemplo, si había reunido ejército, si había juntado dineros, si tenía fábrica de armas, o en fin si había intentado algo.

Sin suficiente motivo Pilato se deja arrastrar por tales suposiciones, por lo cual Cristo le declara que no está exento de culpa, diciéndole: Por esto el que me ha entregado a ti comete mayor pecado [Juan 19:11]. Cedió pues por debilidad y lo sujetó a los azotes. Pilato era débil y nada varonil; y en cambio los príncipes de los sacerdotes eran malignos y astutos. Y pues Pilato había pensado en otro modo de librar a Cristo, valiéndose de!a solemnidad y la ley que ordenaba dar libertad a uno de los presos con esa ocasión ¿qué es lo que traman los príncipes de los sacerdotes? Dice el evangelista: Persuadieron a la turba pedir a Barrabás [Mateo 27:20].

¿Observas por cuántos medios procura Pilato librarlos de culpa y con qué empeño se esfuerzan ellos para que no les quede ni sombra de excusa? Porque ¿qué era lo que a ese tiempo convenía? ¿Dejar libre a alguno de los reos ya convictos, o a aquel de quien se dudaba si era o no culpable? Puesto que si convenía dejar libre a uno de los ya condenados, mucho más convenía dejar libre a aquel cuya falta aún no se comprobaba. Al fin y al cabo a ellos mismos no les parecía Jesús ser peor que los públicos y homicidas.

Por tal motivo dice el evangelista no únicamente que tenían en la cárcel a un ladrón, sino a un ladrón insigne, célebre por su perversidad y que había cometido infinitos homicidios. A pesar de todo, lo prefieren y anteponen al Salvador del mundo y no respetan ni el tiempo sagrado ni las leyes de lo humano ni nada semejante, sino que totalmente los ciega la envidia. Y no contentos con su propia maldad, corrompen al pueblo para merecer también por este engaño los extremos castigos. Como pidieran al Procurador la libertad de Barrabás, Pilato les dijo: Pues ¿qué haré de Jesús que se dice Cristo? [Mateo 27:22] Quería nuevamente por este otro medio doblegarlos, dejando en manos de ellos el que a lo menos por vergüenza pidieran libre a Jesús; y que así todo dependiera de la generosidad del pueblo. Pues si les hubiera dicho: No ha cometido crimen alguno, los habría vuelto más querellosos aún. En cambio, la petición de salvar a Jesús por las leyes de la humanidad, le parecía más apto. Pero ellos contestaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! El les respondió: ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos con desbordado furor vociferaban: ¡Sea crucificado! Viendo, pues, Pilato que nada adelantaba, se lavó las manos diciendo: Soy inocente [Mateo 27:22-24].

Entonces ¿por qué lo entregas a la muerte? ¿Por qué no lo libraste como hizo el tribuno aquel con Pablo? [Hechos 21] Y eso que sabía que matando a Pablo les caía bien a los judíos; pues a causa de éste se habían levantado en sedición y alboroto; y sin embargo, fuertemente se opuso. No procedió así el Procurador, sino que se portó débil y cobardemente; de modo que la corrupción alcanzó a todos. Ni él resistió a la multitud, ni la plebe resistió a los judíos. Y así ninguna excusa les quedaba. Ellos vociferaban, o sea clamaban más y más: ¡Sea crucificado! Pues no querían simplemente dar muerte a Cristo, sino una muerte de criminal Por esto, aun repugnándolo el juez, perseveraban en sus clamores.

¿Ves cuántas cosas hizo Cristo para inducirlos al arrepentimiento? Así como a Judas con frecuencia lo reprimió, así lo hizo con éstos: a través de todo el evangelio procede así, y lo mismo ahora al tiempo del juicio. Cuando veían al que era Procurador y juez lavarse las manos y le oían decir: Yo soy inocente de la sangre de este hombre, lo propio era que se compungieran, tanto por las palabras como por lo que hacía; lo mismo que cuando vieron a Judas colgado con el lazo y también a Pilato que en persona les rogaba que escogieran a otro preso en vez de Jesús. Cuando el traidor y acusador se condena a sí mismo de falsedad; y el juez que sentencia, echa de sí la culpa; y en esa misma noche se realiza un tal ensueño; y en cierto modo Pilato en persona pide la liberación de Jesús ¿qué excusa pudieron tener los judíos? Al fin y al cabo, si no concedían que fuera inocente, a lo menos con toda certeza no debían anteponerle un ladrón; digo a un ladrón insigne y del que públicamente sabían qué clase de hombre era.

¿Qué hicieron los judíos? Como vieran al juez lavándose las manos y oyeran que decía: Yo soy inocente, gritaban: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos [Mateo 27:25]. Entonces, finalmente, pues ellos contra sí mismos dictaron la sentencia, Pilato cedió del todo. Pero tú considera en este paso la gran perversidad de los judíos. Porque así es el ímpetu temerario de la mala pasión: no deja ver nada bueno. Pase ¡oh judíos! que os maldijerais a vosotros mismos; mas ¿por qué atraéis la maldición también sobre vuestros hijos? El Señor, en cambio, benigno como es, mientras ellos así tan furiosamente enloquecían, tanto contra sí mismos como contra sus hijos, no confirmó la sentencia que lanzaban en propia contra y de sus hijos, sino que, por el contrario, a quienes de ellos hicieron penitencia los recibió en su amistad y los colmó de bienes. Del número de éstos era Pablo y muchos miles de creyentes de Jerusalén Pues Santiago decía: ¿Ves, hermano, cuántos millares hay de creyentes? [Hechos 21:20]

Entonces les dejó libre a Barrabás; y a Jesús, tras de haberlo hecho azotar, se lo entregó para que lo crucificaran [Mateo 27:26].

¿Por qué lo mandó azotar? O bien fue como a ya sentenciado, o para guardar cierta forma de juicio en el asunto, o para dar gusto a los judíos. Lo conveniente y necesario era que resistiera. Pues anteriormente les había dicho: Tomadlo allá vosotros y según vuestra ley juzgadlo [Juan 18:31]. Muchas cosas había capaces de apartar a Pilato y a los judíos de tan grave crimen: los milagros y prodigios, la inmensa mansedumbre de la víctima, su profundo silencio. Pues así como se mostró verdadero hombre tanto en lo que dijo en su defensa como por las súplicas al Padre, así demostró también su alteza divina y su magnanimidad, tanto por el silencio como por el desprecio de lo que contra El se decía; de modo que a todos los dejaba admirados. Pero por nada quisieron ceder.

Es que cuando ya una vez la razón queda coartada como con una embriaguez y locura, es muy difícil arrepentirse de la caída, a no ser que se esté dotado de un ánimo esforzado y generoso. Cosa grave, por cierto, cosa grave es dar entrada a esa clase de pasiones; por lo cual se hace necesario cerrarles del todo la puerta; pues en cuanto han invadido a un alma y la han llenado, a la manera del fuego que cae sobre leña, se enciende gran llamarada. Os suplico, en consecuencia, que pongamos todos los medios para impedirle la entrada; y que no suceda que, prevalidos de un frío raciocinio, nos consolemos con éste, e introduzcamos en el alma toda perversidad, diciendo: ¿Qué importa esto? ¿qué importa esotro? Brotan de aquí males sin cuento. El demonio, perverso como es, usa de su astucia, perseverancia y adaptación, para ruina del hombre; y comienza su batalla por cosas mínimas.

Pon atención, te lo ruego. Quería enredar a Saúl en las vaciedades y delirios de una pitonisa. Pero si desde el principio se lo hubiera propuesto, ciertamente Saúl lo habría desechado. ¿Cómo lo habría aceptado cuando él mismo había expulsado a las pitonisas? Por tal motivo el demonio lo fue llevando poco a poco. Desobedeció Saúl a Samuel y se atrevió a ofrecer el sacrificio de holocausto, ausente el profeta. Acusado de esto, respondió que la llegada de los enemigos lo había puesto en aquella necesidad grande [1 Samuel 13:12, 28:15]. Y siendo así que convenía llorar aquella falta, procedió como si en nada hubiera faltado. Luego el Señor le ordenó pelear contra los amalecitas, y también acá quebrantó lo ordenado por Dios. Siguiéronse sus crímenes contra David. Y así, poco a poco, ya no se detuvo en la pendiente de su ruina, hasta que fue a dar al abismo de su perdición.

Lo mismo le sucedió a Caín. El demonio no lo empujó repentinamente al asesinato de su hermano, pues no se lo habría persuadido. Sino que primero le presentó el asunto como si no fuera pecado; luego lo inflamó en cólera y envidia y lo persuadió de que ningún mal se seguiría; en tercer lugar le persuadió el homicidio y el negar que lo hubiera perpetrado; y no se apartó de él el demonio, hasta que por fin puso Caín el colofón a todos los males. En consecuencia, se hace necesario rechazarlo sobre todo a los comienzos. Sobre todo teniendo en cuenta que dichos comienzos, aun cuando no pasen adelante, son ya pecado que no se ha de despreciar; y que en cambio, si el alma se descuida un poco, pasan a cosas graves. Hay, pues, que tomar todos los medios para combatir los malos principios.

No consideres el pecado como cosa pequeña, sino piensa, pues debes pensar que con el descuido se convierte en raíz de mayores caídas. Si se ha de decir una paradoja, no requieren tanta diligencia para evitarlos los pecados grandes como los pequeños. En los grandes la naturaleza misma del pecado hace que lo aborrezcamos, mientras que en los menos graves, aun por el hecho de serlo, nos arrastran a la negligencia y no dejan que con fortaleza se luche contra ellos. Con lo cual, mientras andamos descuidados, ellos crecen. Lo mismo puedes ver en las cosas corporales. Por este camino se originó en Judas el grave daño de la traición. Si no se hubiera persuadido de que el robar los bienes destinados a los pobres era cosa leve, nunca habría llegado hasta la traición. Asimismo, si los judíos no se hubieran persuadido de que entregarse a la vanagloria era cosa leve, nunca habrían llegado a dar muerte a Cristo.

De modo que ya ves cómo de ese principio han nacido todos los males. Nadie repentinamente se hace malo. Tiene, por cierto, nuestra alma un nativo pudor del mal y una reverencia al bien, y no puede suceder que repentinamente se incline a la impudencia y lo eche a rodar todo juntamente: ¡se corrompe poco a poco por su negligencia! Así la idolatría comenzó por ser los hombres, ya vivos ya muertos, excesivamente tenidos en honor; así se llegó al culto de las esculturas; así entró la fornicación y los demás pecados. Atiende en este punto. ¿Qué cosa más leve que reír? ¿qué mal se puede seguir de eso? Pues bien, la risa es el origen de la obscenidad, las chocarrerías, las palabras torpes, y finalmente de las torpes acciones.

Acusado alguno de que calumnia al prójimo, de que lo injuria, de que lo maldice, se descuida y alega: maldecir es cosa leve. Pero de ahí nacen los odios profundos, las enemistades irreconciliables e infinitas palabras injuriosas; y de las palabras injuriosas se procede a los golpes, y de los golpes con frecuencia se llega al asesinato. De modo que el demonio maligno va llevando de lo leve a lo grave. Y de lo grave arrastra a la desesperación; porque también ha encontrado este otro camino, no menos pernicioso que el anterior. No arruina tanto el pecado como la desesperación. Al fin y al cabo, el que ha pecado puede pronto, mediante la penitencia, corregir lo que hizo, si anda vigilante. Pero quien desespera y no se corrige, deja de enmendarse porque ya no echa mano del medio de la penitencia.

Tiene todavía el demonio un tercer medio y forma de asechanzas gravísimo, que es cuando envuelve el pecado en apariencias de piedad. Preguntarás: ¿cómo ha tomado tanta fuerza el demonio que llegue hasta ese engaño? Óyelo y guárdate de su astucia. Ordena Cristo, por medio de Pablo, que el esposo no se separe de su mujer [1 Corintios 7:10]; y añade que no deben defraudarse en el débito conyugal mutuamente [1 Corintios 7:5], si no es de común consentimiento. Pues bien, algunas mujeres, por amor a la continencia, se han separado de sus maridos, como si hicieran una obra piadosa, y a sí mismas se han precipitado luego en el adulterio. Piensa cuan perverso trabajo fue el que se tomaron y que sufrirán penas extremas por haber introducido un mal tan grave y haber precipitado a sus esposos en el abismo de la perdición.

Otros, absteniéndose de los alimentos, apoyados en el precepto del ayuno, poco a poco han llegado hasta abominar de la comida, cosa que les causa grandes padecimientos. Sucede esto cuando se aferran a sus propias opiniones, formadas sin tener en cuenta las Sagradas Escrituras. Entre los corintios hubo algunos que pensaron ser cosa indiferente comer de toda clase de manjares, aun prohibidos; y que en esto había algo más de perfección. Y sin embargo, no era eso perfección alguna, sino el colmo de la iniquidad. Por lo cual Pablo con vehemencia los reprende y les afirma ser reos de extremo castigo. Piensan otros ser cosa de piedad el cultivo de la cabellera; y sin embargo esto está prohibido y es cosa de mucha vergüenza. Otros hay que creen ser ganancia espiritual el dolor excesivo de los pecados; pero también esto pertenece a las diabólicas astucias, como sucedió en el caso de Judas, quien por esa causa se ahorcó.

Por este mismo motivo temía Pablo que aquel fornicario de Corintio cayera en una desesperación semejante a la de Judas; y exhorta a los corintios a que lo más pronto posible lo libren de eso: Para que no lo consuma una excesiva tristeza Y enseguida, declarando cómo esto último proviene de astucias del demonio [2 Corintios 2:7], añade: Para que no nos envuelva Satanás en sus astucias, pues no desconocemos sus ardides [2 Corintios 2:10,11]. Como si dijera: él pelea contra nosotros con dolo crecido. Si luchara a campo abierto, fácil sería nuestra victoria. Pero aun ahora es fácil con tal de que vivamos vigilantes Porque para todos y cada uno de sus caminos ya nos armó Dios.

Oye cómo nos exhorta a no despreciar las cosas leves: Quien dijere fatuo a su hermano, será reo de la gehena [Mateo 5:22]. Y también : el que ve con ojos lascivos es perfecto adúltero [Mateo 5:28]. A los chocarreros los llama míseros. Y en todas partes va cortando y arrancando los principios y semillas del mal. Dice que de toda palabra ociosa tendremos que dar cuenta [Mateo 12:36]. Por esto Job purificaba no únicamente las acciones, sino aun los pensamientos de sus hijos [Job 1:5]. Y acerca de la desesperación dice: ¿Acaso el que ha caído no se levantará? [Jeremías 8:4] Y también: No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva [Ezequiel 18:23 LXX]. Además: Hoy, si oyereis su voz [Salmos 95:7]. Y luego: Hay gozo en el cielo por un pecador que hace penitencia. Abundan en las Sagradas Escrituras otras muchas sentencias y ejemplos. Y para que no perezcamos bajo el pretexto de piedad, oye a Pablo que dice: Para que no lo consuma la tristeza excesiva.

Sabiendo estas cosas, opongamos la prudencia de las Escrituras a todos los caminos por donde pueden caer los desidiosos. Ni digas: pero ¿qué si curiosamente miro a una mujer hermosa? Porque si adulteras en tu corazón, pronto te atreverás a adulterar en las obras. Tampoco digas: pero ¿qué si a este pobre lo paso de largo? Si a éste pasas, luego pasarás a otro y a otro. Tampoco digas: pero ¿y qué si codicio los bienes ajenos? Esto fue lo que perdió a Acab, aunque luego pagara el precio del viñedo, pues lo tomó contra la voluntad de su sueño. El comprador no ha de obligar sino persuadir. Pues si ese que pagó el justo precio fue condenado por haber tomado los bienes de quien no quería dárselos, quien no sólo hace eso, sino que realmente se los arrebata al renuente, y esto ahora en la Ley de Gracia ¿de qué castigo no será digno?

Pues para que no seamos castigados, conservémonos limpios de toda violencia y rapiña; guardémonos no sólo de los pecados, sino del principio de ellos, y cultivemos con diligencia la virtud. Así gozaremos de los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Homilía LXXXVI sobre el Evangelio de San Mateo (tr. por Rafael Ramírez Torres, SJ)

«Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya» (Lucas 22:39-42,45-23:1)

L Agonia di Cristo nel Giardino, Giuseppe Bazzani  (primera mitad del siglo 18)

L Agonia di Cristo nel Giardino, Giuseppe Bazzani (primera mitad del siglo 18)

Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.

Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó. Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.

Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.

Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban; y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó? Y decían otras muchas cosas injuriándole.

Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis. Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios. Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca. Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.

Reina Valera Revisada (1960)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
26:36 14:32 22:39 18:1
26:40-41 14:37-38 22:40
26:39 14:35-36 22:41 18:11
26:39 14:36 22:42 5:30
26:40-41 14:37-38 22:45-46
26:47 14:43 22:47 7:32, 18:3
26:48-50 14:44-46 22:47-48
26:51-52 14:47 22:49-50 18:10-11
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Homilía por San Juan Crisóstomo (siglo IV)

Yo no puedo hacer algo de Mí mismo. Según oigo así transmito. Y mi veredicto es fiel, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado [Juan 5:30].

¿Quién de los hombres sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? De igual modo nadie conoce las cosas de Dios sino el Espíritu que está en El [1 Corintios 2:11].

 

No dice otra cosa sino ésta: Yo no tengo otra voluntad distinta y propia, sino la del Padre; si El algo quiere, yo también; y si algo quiero Yo, El también. Y así como nadie puede reprender al Padre cuando juzga, así tampoco a Mí, pues la sentencia es una misma y conforme a ella se pronuncia el voto. Y no te admires de que El diga estas cosas, abajándose al modo humano, pues los judíos lo creían puro hombre. Por tal motivo en semejantes pasajes es necesario tener en cuenta no únicamente las palabras, sino también la opinión de los oyentes; y tomar las respuestas en el sentido en que fueron dadas, según esa opinión. De lo contrario se seguirían muchos males y absurdos.

Te ruego que adviertas cómo dijo: No busco la voluntad mía. Entonces hay en El otra voluntad, y muy inferior por cierto; ni sólo inferior, sino también no tan útil. Ya que si fuera saludable y tan acoplada con la voluntad del Padre ¿por qué no la buscas? Los hombres con razón diríamos eso, pues tenemos muchos quereres que no van de acuerdo con el beneplácito divino. Pero tú ¿por qué te expresas así, siendo en todo igual a tu Padre? Nadie diría que semejante palabra es propia de un hombre que habla con exactitud y que fue crucificado. Si Pablo en tal manera se une a la voluntad de Dios que llega a decir: Vivo, mas ya no yo; es Cristo quien vive en mí [Gálatas 2:20] ¿cómo puede el Señor de todos decir: No busco mi voluntad sino la del que me envió, como si fuera distinta? ¿Qué es, pues, lo que significa? Habla en cuanto hombre y conformándose con la opinión de los oyentes. En lo anterior se demuestra que unas cosas las dijo hablando como Dios y otras hablando como hombre. Aquí de nuevo habla como hombre y dice: Mi veredicto es fiel.

¿Cómo queda esto en claro? Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Así como a un hombre desapasionado no se le puede acusar de que ha juzgado injustamente, así tampoco a Mí me podéis ya reprender. Quien intenta salir con la suya, quizá con razón puede caer en sospecha de haber destruido la justicia por ese motivo. Pero quien no busca su propio interés ¿qué motivo hay para que no dé con justicia el veredicto? Pues bien, bajo este punto de vista examinad lo que a Mí se refiere. Si yo dijera que no he sido enviado por el Padre; si no refiriera a El la gloria de mis obras, quizá alguno de vosotros podría sospechar que Yo me jactaba y no decía la verdad. Pero si lo que hago lo refiero a otro ¿por qué ponéis sospecha en lo que digo? Observa a dónde ha llevado el discurso y por qué motivo afirma que su veredicto es fiel. Toma el motivo que cualquiera tomaría para su defensa.

¿Observas cuán claramente brilla lo que muchas veces he dicho? Y ¿qué es lo que he dicho? Que ese abajarse tanto en sus expresiones, precisamente persuade a todos los que no estén locos a no rebajar sus palabras a lo simplemente humano, sino más bien a entenderlas en un sentido altísimo. Más aún: quienes ya se arrastran por la tierra, por aquí fácilmente, aunque poco a poco, son llevados a cosas más altas.

Meditando todo esto, os suplico que no pasemos a la ligera por las sentencias, sino que todo lo examinemos cuidadosamente y en todas partes tengamos atención a los motivos por los que así se expresa Cristo. No pensemos que nos basta como excusa nuestra ignorancia y sencillez. Cristo no nos ordenó únicamente ser sencillos, sino además prudentes [Mateo 10:16]. Seamos, pues, sencillos, pero con prudencia, así en la doctrina como en las obras; juzguémonos a nosotros mismos, para que en aquel último día no seamos condenados con el mundo. Mostrémonos con nuestros criados tales como queremos que se muestre con nosotros nuestro Señor. Pues dice: Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden [Mateo 6:12].

Yo sé bien que el alma no soporta de buen grado las ofensas; pero si pensamos que sobrellevándolas, no favorecemos precisamente al que nos causa daño, sino a nosotros mismos, presto arrojaremos lejos el veneno de nuestra ira. Aquel que no perdonó a su deudor los cien denarios, no hizo daño a su consiervo sino a sí mismo se hizo reo de infinitos talentos que antes se le habían condonado [Mateo 18:30-34]. De modo que cuando a otros no perdonamos, a nosotros mismos no nos perdonamos. En consecuencia, no digamos al Señor únicamente: «No te acuerdes de nuestros pecados»; sino digámonos a nosotros mismos: «No nos acordemos de las ofensas de nuestros consiervos.» Ejerce tú primero en ti la justicia y luego seguirá la obra de Dios. Tú mismo redactas la ley del perdón y del castigo y tú mismo eres el que sentenciará. De modo que en tus manos está que Dios se acuerde o no se acuerde de tus pecados. Por lo cual Pablo ordena perdonar si alguno tiene algo contra otro [Colosenses 3:13]; y no sólo perdonar, sino hacerlo en tal forma que no queden ni reliquias de lo pasado.

Cristo no sólo no trajo al medio ni sacó al público nuestros pecados, pero ni siquiera quiso recordarlos. No dijo: «Has pecado en esto y en esto otro»; sino que todo lo perdonó, y borró el documento, y no tuvo en cuenta las culpas, como lo dice Pablo [Colosenses 2:14]. Pues procedamos nosotros de igual modo: ¡olvidémoslo todo! Únicamente tengamos en cuenta el bien que haya hecho aquel que nos ofendió; pero si en algo nos molestó, si algo odioso hizo en contra nuestra, borremos esto de nuestra memoria y arrojémoslo lejos: que no quede ni rastro. Y si ningún bien nos ha hecho, tanto mayores serán las alabanzas y recompensas para nosotros que perdonamos.

Otros expían sus culpas con vigilias o durmiendo en el suelo y con mil maceraciones; pero tú puedes por un camino más fácil lavar tus pecados todos; o sea con el olvido de las injurias. ¿Por qué, a la manera de un loco furioso, mueves en tu contra la espada y te excluyes de la vida eterna, siendo así que convendría poner todos los medios para conseguirla? Si la vida presente resulta tan deseable ¿qué dirás de aquella otra de la cual ha huido todo dolor, tristeza y gemidos? ¿En la que no hay temor de la muerte, ni se puede temer que los bienes tengan acabamiento?

Tres veces y muchas más bienaventurados los que gozan de suerte semejante; así como tres veces y muchas más son míseros los que se privan de semejante bienandanza. Preguntarás: pero ¿haciendo qué gozaremos nosotros de esa vida? Pues oye al Juez que dice a cierto adolescente que le preguntaba eso mismo: ¿Qué haré para poseer la vida eterna? [Mateo 19:16] Cristo le dice y pone delante los mandamientos; y vino a encerrarlos todos y a terminar con el amor al prójimo. Quizá alguno de los oyentes diga como el rico aquel: «Esto lo he guardado, porque yo no he robado, no he asesinado, no he fornicado.» Una cosa sin embargo no puedes afirmar: que amaste al prójimo como convenía. Porque o fuiste envidioso o lo ofendiste con palabras o bien no lo auxiliaste cuando se le hacía injusticia o no compartiste con él tus bienes: no lo amaste.

Mas Cristo no ordenó solamente eso, sino también otra cosa. ¿Cuál?: Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y ven y sigúeme [Mateo 19:21]. Significa y quiere decir: seguir a Cristo; imitar a Cristo. ¿Qué aprendemos de aquí? En primer lugar que quien tal amor no tiene, no puede conseguir aquella suerte bienaventurada entre los más eximios. Pues como el joven respondiera: Todo eso lo he hecho; como si aún le faltara algo grande para la perfección, Jesús le dice: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que posees, dalo a los pobres y ven y sigúeme. Esto es, pues, lo primero que tenemos que aprender. La segundo es que aquel joven en vano se lisonjeaba de todo aquello que habia hecho; pues teniendo tan gran abundancia de riquezas, despreciaba a los pobres. ¿Cómo podía decirse que los amaba? En eso no había dicho verdad.

Por nuestra parte, hagamos ambas cosas: derrochemos acá abundante y diligentemente todo lo nuestro para adquirirlo en el cielo. Si ha habido quien por alcanzar una dignidad terrena ha derrochado todos sus haberes; por una dignidad, digo, que sólo puede poseer en esta vida y eso no por mucho tiempo (pues muchos han perdido sus prefecturas antes de morir y otros por causa de ellas han perdido la vida; pero aun sabiendo todo esto, dan todos sus haberes por poseerlas); pues si por una tal dignidad, repito, llevan a cabo tantas y tan notables cosas ¿qué habrá más mísero que nosotros, pues por la vida que para siempre permanece y nadie puede quitarnos, no damos ni siquiera un poco, ni gastamos para eso aquello mismo que poco después tenemos que perder?

¿Qué locura es esta de no querer dar voluntariamente lo que contra nuestra voluntad se nos quitará; y no querer mejor llevarlo con nosotros a la eternidad? Si alguien nos fuera llevando a la muerte; pero luego nos preguntara si queríamos redimir nuestra vida a cambio de todos nuestros bienes, hasta le quedaríamos agradecidos. Ahora, en cambio, cuando ya condenados a la gehenna se nos propone liberarnos dando a los pobres la mitad de nuestros haberes, preferimos ser llevados al suplicio y conservar inútilmente nuestros bienes, que ni son nuestros, y perder lo que sí nos pertenece.

¿Qué excusa tendremos? ¿qué perdón merecemos, si estando patente un tan fácil camino, nos arrojamos por los precipicios y tomamos una senda que a nada conduce; y así nos privamos de los bienes todos de acá y de allá, pudiendo libremente disfrutar de unos y de otros? Pues bien, si antes no, a lo menos ahora volvamos en nosotros mismos; y procediendo razonablemente repartamos como conviene nuestros haberes, para conseguir con facilidad los bienes futuros, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Homilía XXXIX sobre el Evangelio de San Juan (tr. por Rafael Ramírez Torres, SJ)

«Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo» (Lucas 19:29-40, 22:7-39)

Die Verleugnung des Petrus, Peter Janssen (1869)

Die Verleugnung des Petrus, Peter Janssen (1869)

Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. Y a su paso tendían sus mantos por el camino. Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.

Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.

Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.

Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.  Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.  Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces. Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.

Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.  Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.  Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.

Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.

Reina Valera Revisada (1960)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
21:1-3 11:1-3 19:28-31
21:6-8 11:4-8 19:32-36
21:9 11:9-10 19:37-38 12:12-13
21:15-16 19:39-40
26:14-19 14:10-16 22:4-13
22:14-15
26:27-29 14:23-25 22:16-18
26:26 14:22 22:19 6:35
26:27-29 14:23-25 22:20
26:23-24 14:20-21 22:21-22
26:22 14:19 22:23 13:22
20:24-27 10:41-44 22:24-26
22:27-30
22:31-32
26:33-34 14:29-30 22:33-34 13:36-38
22:35-36
15:28 22:37
22:38
26:36 14:32 22:39 18:1

 


Homilía por San Juan Crisóstomo (siglo IV)

Respondiéndole Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen en Ti, yo jamás me escandalizaré [Mateo 26:33].

¡Oh Pedro! ¿qué es lo que dices? El profeta predijo: Se dispersarán las ovejas [Zacarías 13:7]. Cristo lo confirma. Y tú dices: ¡jamás! ¿No te basta con que antiguamente, cuando tú dijiste: ¡No lo quiera el cielo, Señor! [Mateo 16:22], fueras reprendido? Jesús permite que caiga para enseñarle que siempre crea en la palabra de Cristo y tenga el parecer de Cristo por más seguro que el propio. Los demás discípulos sacaron de las negaciones un fruto no pequeño, viendo en ellas la debilidad humana y la divina veracidad.

Cuando Cristo predice algo, no conviene discutirlo ni alzarse sobre los demás, pues dice Pablo: Te gloriarás en ti y no en otro [Gálatas 6:4]. Cuando lo conveniente era suplicar y decir: Ayúdanos, Señor, para que no nos apartemos de Ti, Pedro confió en sí mismo y dijo: Aunque todos se escandalicen en Ti, yo jamás me escandalizaré. Como si dijera: «Aunque todos sufran esa debilidad, yo no la sufriré.» Esto lo llevó poco a poco a confiar excesivamente en sí mismo. Cristo, queriendo corregir esto, permitió las negaciones, ya que Pedro no había cedido ni a Cristo ni a los profetas (pues Cristo le había citado al profeta para que así no recalcitrara); y pues no se le puede enseñar con solas palabras, se le enseñará con las obras. Y que Cristo lo permitió para que Pedro quedara en adelante enmendado, oye cómo lo dice el mismo Cristo: Mas yo he rogado por ti, para que no desfallezca tu fe [Lucas 22:32]. Le habló así para más conmoverlo, y demostrarle que su caída era peor que la de los otros, y que necesitaba un auxilio mayor.

Doble era su pecado: contradecir a Cristo y anteponerse a los demás. Y aun había un tercer pecado, más grave aún, que era el adscribirlo todo a sus propias fuerzas. Para curar todo esto Jesús permite que suceda la caída; y por esto, dejando a los demás, se dirige a Pedro y le dice: ¡Simón, Simón, mira que Satanás ha redamado zarandearos como el trigo! [Lucas 22:31]; es decir turbaros, tentaros. Pero yo he rogado por ti, para que no desfallezca tu fe. Mas, si el demonio reclamó zarandearlos a todos ¿por qué no dijo Cristo: Yo he rogado por todos? Pero ¿acaso no está claro el motivo que ya antes dije, o sea que fue para más conmover a Pedro y declarar que su falta es más grave que la de los otros? Por esto a él se dirige. ¿Por qué no le dijo: Yo no lo permití, sino: Yo rogué? Como va enseguida a su Pasión se expresa al modo humano, y demuestra así ser verdadero hombre. En efecto: quien edificó su Iglesia sobre la confesión de Pedro, y en tal forma la defendió y armó que no la pudieran vencer ni mil peligros ni muertes mil; quien confió a Pedro las llaves de los cielos y le confirió tan altísimos poderes; quien para todo eso no necesitó rogar (pues en aquella ocasión no dijo: He rogado, sino que habló con plena autoridad diciendo: Edificaré mi Iglesia y te daré las llaves de los cielos) ¿cómo iba a tener necesidad de rogar para fortalecer el alma vacilante en la tentación de un hombre solo?

Entonces ¿por qué habló así? Por el motivo que ya expuse y por la rudeza de los discípulos, pues aún no tenían acerca de El la opinión que convenía. Pero entonces ¿por qué Pedro, a pesar de todo, lo negó? Es que Cristo no dijo: Para que no me niegues, sino para que no desfallezca tu fe; es decir para que no perezca del todo. Porque esto fue obra de Cristo, ya que el miedo todo lo destruye. Grande era el miedo. Fue grande, y grande lo descubrió el Señor interviniendo con su auxilio. Y lo descubrió grande, porque encerraba en sí una terrible enfermedad, o sea la arrogancia y el espíritu de contradicción. Y para curar de raíz esta enfermedad, permitió que tan gran terror invadiera a Pedro. Y era tan recia esta tempestad y enfermedad en Pedro, que no sólo contradijo a Cristo y al profeta, sino que aún después, como Cristo le dijera: En verdad te digo que esta noche antes del canto del gallo, me negarás tres veces, todavía Pedro le respondió: Aunque fuera necesario morir contigo yo no te negaré [Mateo 26:34,35]. Lucas añade que cuanto más Cristo le negaba, tanto más Pedro le contradecía.

¿Qué es esto, Pedro? Cuando Jesús decía: Uno de vosotros me va a entregar, temías por ti, no fuera a suceder que vinieras a ser traidor; y aunque de nada tenías conciencia, obligabas a un condiscípulo a preguntar al Señor; y ahora que el Señor claramente dice: Todos os escandalizaréis ¿le contradices, y no una vez sola, sino dos y muchas más? Así lo asegura Lucas. ¿Por qué le sucedió esto? Por su mucha caridad y el mucho gozo. Pues en cuanto se sintió liberado del miedo de llegar a ser traidor y conoció al que lo iba a ser, se expresaba con absoluta franqueza y libertad, y aun se levantó sobre los otros y dijo: Aunque todos se escandalicen, pero yo no me escandalizaré [Mateo 26:33]

Más aún: algo de ambición se ocultaba aquí. En la cena discutían quién era el mayor [Lucas 22:24]: ¡hasta ese punto los sacudía esa enfermedad! Por lo cual Cristo lo corrigió. No porque lo empujara a las negaciones ¡lejos tal cosa! sino solamente retirándole su auxilio y dejando que se mostrara la humana debilidad. Advierte cuan humilde fue en adelante Pedro. Después de la resurrección, cuando preguntó a Jesús: Y éste ¿qué? [Juan 21:21] recibió una reprensión, pero ya no se atrevió a contradecir, como ahora, sino que guardó silencio. Y lo mismo, también después de la resurrección, cuando oyó a Jesús decir: No os incumbe a vosotros conocer los tiempos y las circunstancias [Hechos 1:7], de nuevo calló y no contradijo. Y más tarde, cuando en el techo de la casa, con ocasión del lienzo, oyó la voz que le decía: Lo que Dios ha purificado, cesa tú de llamarlo impuro [Hechos 10:15], aunque no veía claro qué podía significar aquello, estuvo quieto y no discutió.

Todo este fruto lo logró aquel pecado. Antes de la caída, todo lo adscribe a sus fuerzas y dice: Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.  Aunque fuere necesario morir contigo, no te negaré. Lo conveniente era decir: «Si disfruto de tu gracia.»  En cambio, después procede del todo al contrario y dice: ¿Por qué fijáis en nosotros los ojos, como si con nuestro poder y santidad hubiéramos hecho andar a éste? [Hechos 3:12] Gran enseñanza recibimos aquí: que no basta con el fervor del hombre sin la gracia de lo alto; y también que en nada puede ayudarnos la gracia de lo alto, si no hay la prontitud de nuestra voluntad. Esto lo esclarecen los ejemplos de Pedro y Judas. Judas, aun ayudado de gran auxilio de parte de la gracia, ningún provecho sacó, porque no quiso ni puso lo que estaba de su parte. Pedro, en cambio, aun con toda su buena voluntad, destituido del auxilio divino, cayó. Es que la virtud se entreteje con ambos elementos.

En consecuencia, os ruego que no lo dejemos todo a Dios y nos entreguemos al sueño, ni tampoco nos entreguemos al activismo pensando en que nuestros propios trabajos llevarán todo a buen término. No quiere Dios que permanezcamos inactivos. Por esto no lo hace todo El. Pero tampoco nos quiere arrogantes. Por lo mismo no nos lo dio todo. Quitando lo malo que hay en ambos extremos, dejó lo útil. Permitió que el príncipe de los apóstoles cayera para hacerlo más modesto y llevarlo a mayor caridad. Pues dijo: Aquel a quien más se le perdonare más amará [Lucas 7:47].

Obedezcamos a Dios en todo. No le discutamos lo que nos dice, aun cuando nos diga lo que parezca contrario a nuestra razón e inteligencia: prevalezcan sus palabras sobre nuestra razón e inteligencia. Procedamos así en los misterios, sin atender únicamente a lo que cae bajo el dominio de nuestros sentidos, sino apegándonos a sus palabras. Sus palabras no pueden engañar. En cambio, nuestros sentidos fácilmente se engañan. Su palabra nunca es inoperante; pero nuestros sentidos muchas veces se engañan. Puesto que El dijo: Este es mi cuerpo, obedezcamos, creamos, con ojos espirituales contemplémoslo. No nos dio Cristo algo simplemente sensible, sino que en cosas sensibles todo es espiritual. Así en el bautismo, por la materialidad del agua, se concede el don; pero el don y efecto es espiritual, o sea una generación o regeneración o renovación. Si tú fueras incorpóreo, te habría dado esos dones espirituales a la descubierta; pero, pues el alma está unida al cuerpo, mediante cosas sensibles te da Dios los dones espirituales.

¡Cuántos hay ahora que dicen: Yo quisiera ver su forma, su figura, su vestido, su calzado! Pues bien: lo ves, lo tocas, lo comes. Querrías tú ver su vestido; pero él se te entrega a sí mismo no únicamente para que lo veas, sino para que lo toques, lo comas, lo recibas dentro de ti. En consecuencia, que nadie se acerque con repugnancia, nadie con tibieza, sino todos fervorosos, todos encendidos, todos inflamados. Si los judíos comían el cordero pascual de pie, calzados, con los báculos en las manos, aprisa, mucho más conviene que tú te llegues vigilante y despierto. Porque ellos debían salir hacia Palestina y por lo mismo estaban en hábito de viajeros; pero tú tienes que viajar hacia el cielo.

Conviene en consecuencia continuamente vigilar, pues no es pequeño el castigo que amenaza a quienes indignamente comulgan. Considerando lo mucho que te indignas contra el traidor y contra los que crucificaron a Cristo, guárdate de ser reo del cuerpo y sangre de Cristo. Aquéllos destrozaron el cuerpo sagrado; y tú, tras de tan grandes beneficios recibidos, lo recibes en tu alma en pecado. Porque no le bastó con hacerse hombre, ser abofeteado, ser muerto, sino que se concorpora con nosotros no únicamente por la fe, sino constituyéndonos en realidad cuerpo suyo.

Pues entonces ¿cuánta pureza debe tener quien disfruta de este sacrificio? ¿Cómo tiene que ser más pura que los rayos del sol la mano aquella que divide esta carne, la boca que se llena de este fuego espiritual, la sangre que se tiñe con sangre tan tremenda? ¡Piensa en la alteza de honor a que has sido encumbrado y de qué mesa disfrutas! Con aquel que los ángeles ven y tiemblan y no se atreven a mirarlo sin terror a causa del fulgor que de ahí dimana, con ese nos alimentamos, con ese nos concorporamos, y somos hechos un cuerpo y una carne de Cristo.

¿Quién contará las proezas del Señor, hará oír todas sus alabanzas? [Salmos 105:2 LXX] ¿Qué pastor hay que nutra a sus propias ovejas con sus propios miembros? ¿Qué digo pastor? Con frecuencia hay madres que después del parto entregan sus hijos a otras mujeres para que los alimenten y nutran. Pero Cristo no sufrió esto, sino que con su propia sangre nos nutre y en toda plenitud nos une consigo. Considera que nació de nuestra substancia. Dirás que esto no interesa a todos. Pues bien, con toda certeza interesa a todos. Porque si vino a nuestra naturaleza, vino para todos; y si para todos, luego también para cada uno.

Preguntarás: entonces ¿cómo es que no todos sacaron fruto? No se ha de achacar eso a quien en favor de todos eligió venir así, sino a ellos que no quisieron aprovecharse. El por su parte, mediante este misterio, se une con cada uno de los fieles; y a los que una vez ha engendrado los nutre y no los entrega a otro, y con esto te demuestra haber vestido tu carne. En consecuencia, no seamos desidiosos, pues tan gran amor se nos ha concedido, honor tan excelente. ¿No habéis visto con cuánto anhelo los infantes aplican sus labios a los pechos de su madre? Pues con igual anhelo acerquémonos a esta mesa y a este pecho de espiritual bebida. O mejor aún, con mayor anhelo, a la manera de infantes en lactancia, para extraer de ahí la gracia del Espíritu Santo: no tengamos otro dolor que el de vernos privados de este espiritual alimento. Estos misterios no son obra humana. El mismo que en aquella cena instituyólos, es el que ahora los obra. Nosotros poseemos la ordenación ministerial, pero quien los santifica y trasmuta es El mismo.

En consecuencia, que no se acerque ningún Judas, ningún avaro. Si alguno no es de los discípulos, apártese: ¡no soporta esta mesa a quienes no lo son! Con mis discípulos, dice Cristo, como la cena pascual [Mateo 26:18]. Nada tiene menos esta mesa que aquélla; pues no la prepara allá Cristo y acá un hombre, sino que ambas las prepara Cristo. Este es ahora el cenáculo aquel en donde ellos estaban; de aquí salieron al monte de los olivos. Nosotros de aquí salgamos hacia las manos de los pobres, pues las manos de ellos son el monte de los olivos. La multitud de los pobres es los olivos plantados en la casa del Señor, que destilan el óleo; el óleo que en la vida futura nos será de utilidad; el óleo que las cinco vírgenes prudentes tuvieron, mientras que las otras cinco que no se proveyeron, por eso perecieron. Provistos de él entremos aquí, para poder acercarnos al Esposo con las lámparas encendidas y refulgentes. Provistos de él salgamos de aquí. No se acerque, pues, ningún cruel, ningún inmisericorde, ninguno plenamente impuro.

Digo esto para vosotros los que tomáis los misterios y también para vosotros los que los repartís. Porque es necesario dirigirnos también a vosotros, a fin de que con gran diligencia distribuyáis este don. No leve suplicio os está preparado si admitís a participar en esta mesa a alguno que conocéis como perverso. La sangre de Cristo se exigirá de vuestras manos [Ezequiel 33:8]. Aunque se trate de un estratega o de un prefecto o aun del mismo que lleva ceñida la cabeza con la diadema, si se acerca indignamente, apártalo: mayor poder tienes tú que él. Si se te hubiera encargado la custodia de una limpia fuente destinada al rebaño y advirtieras la boca de alguna oveja manchada de cieno, no le permitirías que inclinara la cabeza para beber y enlodara el caudal.

Pues bien, no se te ha señalado la guarda de una fuente de aguas, sino de sangre y de espíritu; de manera que si vieres que se acercan gentes manchadas de pecados, que son más asquerosos que la tierra y el lodo, y no te indignares y no las apartares ¿qué perdón merecerás? Para esto os distinguió Dios con honor semejante, para que así separéis a los pecadores. Esta es vuestra honra; ésta, vuestra seguridad; ésta, vuestra corona; y no el andar de un lado para otro, revestidos de blanca y refulgente túnica.

Preguntarás: ¿cómo puedo yo discernir a unos de otros? Yo no me refiero a los pecados ocultos, sino a los públicos. Y voy a decir algo más escalofriante aún: no es tan grave dejar dentro de la iglesia a los energúmenos como lo es el dejar a éstos que señala Pablo que pisotean a Cristo y tienen por común y vil la sangre del Testamento e injurian la gracia del Espíritu Santo [Hebreos 10:29]. Quien ha pecado y se acerca, es peor que un poseso. Al fin y al cabo, el poseso, agitado del demonio, no merece castigo; pero el pecador, si indignamente se acerca, será entregado a los suplicios eternos.

Rechacemos no solamente a ésos, sino a cuantos veamos que indignamente se acercan. Nadie que no sea discípulo se acerque. Ningún Judas comulgue, para que no sufra el castigo de Judas. Cuerpo es de Cristo también esta multitud. Cuida, pues, tú que repartes los misterios, de no irritar al Señor si no limpias este cuerpo: ¡no le suministres espada en vez de alimento! Aun cuando alguno se acerque a la comunión por ignorancia, apártalo, no temas. Teme a Dios y no a los hombres. Si temes al hombre, él mismo se reirá de ti; si temes a Dios, también los hombres te reverenciarán. Y si tú no te atreves, tráelo a mí. Yo no toleraré semejante atrevimiento. Antes perderé la vida que entregar a un indigno la sangre del Señor. Antes derramaré mí sangre que dar esa sangre tremenda a quien es indigno. Pero si después de larga y seria investigación no lo encuentras indigno, libre quedas de pecado.

Queda dicho esto para los pecadores públicos. Pues si a éstos corregimos, pronto nos dará Dios a conocer los otros que no conocemos. Pero si toleramos a los que conocemos ¿por qué nos ha de dar Dios a conocer a los desconocidos? Todo esto lo digo, no para que simplemente apartemos a ésos y los mantengamos separados, sino para que, enmendados, los tornemos al redil, a fin de cuidar también de ellos. De este modo nos haremos propicio a Dios y encontraremos muchos que dignamente comulguen; y recibiremos abundante recompensa de nuestro empeño solícito en favor de los demás. Ojalá todos la obtengamos por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Homilía LXXXII sobre el Evangelio de San Mateo (tr. por Rafael Ramírez Torres, SJ)

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo …» (Lucas 3:1-18)

Juan Bautista, icono por Andrei Rublev (siglo XV, Rusia)

Juan Bautista, icono por Andrei Rublev (siglo XV, Rusia)

En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de la región de Iturea y Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, durante el sumo sacerdocio de Anás y Caifás,vino la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados; como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías:

VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: “PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS.

TODO VALLE SERA RELLENADO, Y TODO MONTE Y COLLADO REBAJADO; LO TORCIDO SE HARA RECTO, Y LAS SENDAS ASPERAS SE VOLVERAN CAMINOS LLANOS;

Y TODA CARNE VERA LA SALVACION DE DIOS.”

Por eso, decía a las multitudes que acudían para que él las bautizara: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Y las multitudes le preguntaban, diciendo: ¿Qué, pues, haremos? Respondiendo él, les decía: El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos recaudadores de impuestos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Entonces él les respondió: No exijáis más de lo que se os ha ordenado. También algunos soldados le preguntaban, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y él les dijo: A nadie extorsionéis, ni a nadie acuséis falsamente, y contentaos con vuestro salario. Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos se preguntaban en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, Juan respondió, diciendo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene El que es más poderoso que yo; a quien no soy digno de desatar la correa de Sus sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. El bieldo está en su mano para limpiar completamente su era y recoger el trigo en su granero; pero quemará la paja en fuego inextinguible. Y también con muchas otras exhortaciones Juan anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

 

La Bibila de Las Americas

 

*3:3 … predicando un bautismo de arrepentimiento por LBLA. Mas bien,… predicando EL bautismo de arrepentimiento [κηρύσσων βάπτισμα μετανοίας]

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
3:1-2 3:1-2 1:6-8; 3:23
3:3 1:3 3:3-6 1:23
3:7-10 3:7-9
3:10-15
3:11 1:7-8 3:16 1:15,26-27,30-31; 3:28
3:12 3:17-18

 


Comentario

Homilía por San Juan Crisóstomo (siglo IV)

Hubo un hombre enviado por Dios, llamado Juan  (Juan 1:6)

El Evangelista, en su doctrina sobre el Dios Verbo, puso las cosas más esenciales y necesarias; y procediendo por su orden, vino luego al Precursor del Verbo, llamado Juan. Pero tú, cuando oyes que fue enviado por Dios, piensa desde luego que nada de lo que dice lo dice al modo humano. Porque no dice cosas suyas, sino del que lo envía. Por tal motivo fue llamado ángel o enviado [ἄγγελος, angelos] [Malaquías 3:1]. El oficio del ángel o enviado es no decir nada suyo. Además, eso de hubo no significa que vino a la existencia, sino que se le dio una misión. Fue enviado por Dios es lo mismo que fue enviado de Dios. Yo pregunto: ¿cómo es que los herejes dicen que aquello de: Subsistiendo en la naturaleza divina [Filipenses 2:6] no se ha de entender de una igualdad del Hijo con el Padre, porque la palabra Dios no lleva artículo? Tampoco acá hay artículo alguno. Entonces ¿aquí no se refiere al Padre? Pero ¿qué diríamos del profeta que clama: He aquí que yo envié a mi mensajero para allanar el camino delante de ti [Malaquías 3:1, Marcos 1:2]? Ese mi y ti significan personas.

Este vino como testigo para dar testimonio de la luz (Juan 1:7).

Preguntará alguno: ¿Cómo es eso de que el siervo da testimonio del Señor? Pues bien: ¿no te admirarás más aún y dudarás cuando veas que no sólo es testificado por el siervo, sino que El mismo acude al siervo y es bautizado por el siervo, estando mezclado con los demás judíos? No conviene perturbarse ni alborotarse, sino más bien admirarse de la inefable benignidad del Señor. Si alguno duda y permanece turbado, el Señor le dirá lo que al Bautista: Déjame ahora hacer: pues así conviene que cumplamos toda justicia [Mateo 3:15]. Y si más aún se conturba, le añadirá lo que dijo a los judíos: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío [Juan 5:34]. Pero si Jesús no necesita de semejante testimonio, entonces ¿por qué Juan fue enviado por Dios? No fue porque Cristo necesitara de semejante testimonio: afirmarlo sería el colmo de la impiedad. Entonces ¿por qué? Juan mismo nos lo enseña cuando dice: Para que todos creyeran en El [Juan 1:7].

Cristo, habiendo dicho: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío [Juan 5:34], para no parecer ante los necios como contradiciéndose, ya que en una ocasión afirma: Es otro el que da testimonio de Mí y sé Yo que su testimonio es verdadero [Juan 5:32] refiriéndose a Juan; y en esta otra dice: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío, El mismo añadió la solución: Lo digo por vosotros, para que os salvéis [Juan 5:34]. Que es como si dijera: Soy Dios y verdadero Hijo de Dios y de su misma substancia inmortal y feliz, y no necesito del testimonio de ningún hombre. Pues aun cuando nadie quisiera testificarlo, no por eso sería yo en nada inferior en naturaleza al Padre. Mas como tengo el cuidado de muchos, me he abajado a esta humillación de dar el oficio de testificar de Mí a un hombre.

Atendiendo a la debilidad y bajas apetencias de los judíos, parecía que por este camino sería más fácil que creyeran en El. De manera que así como se revistió de carne para no descender al certamen en su manifiesta divinidad, lo que hubiera sido dar muerte a todos, así envió a un hombre como heraldo, para que escuchando ellos la voz de uno de su mismo linaje, más fácilmente se le acercaran los que entonces lo oyeran. No teniendo necesidad del testimonio del Bautista, cosa que sólo podía demostrarse apareciendo en clara substancia, con lo que habría espantado a todos, no procedió así, como hace un momento lo dije, pues a todos los hubiera perdido, por no poder nadie resistir la fuerza de aquella luz inaccesible. Tal fue el motivo de revestirse de carne y dar a uno de nuestros consiervos el oficio de testimoniar acerca de El; porque El todo lo hizo buscando siempre la salvación de los hombres. Por lo cual cuidó al mismo tempo de su propia dignidad y de la capacidad de entender de sus oyentes y de la utilidad de los mismos.

Dando a entender esto, decía: Esto lo digo por vosotros, para que seáis salvos. Y el evangelista, que dice lo mismo que afirma el Señor, una vez que dijo: Para dar testimonio de la luz, añadió: Para que por su medio creyeran todos en El [Juan 1:7]. Como si dijera: No pienses que vino Juan el Bautista para añadir algo a la fe en las palabras del Señor. No vino para eso, sino para que por su medio creyeran sus congéneres los judíos. Y que el evangelista lo haya dicho para suprimir esa imaginación, consta por lo que sigue. Pues añadió: No era él la luz [Juan 1:8]. Si no lo hubiera dicho con el objeto de apartar la imaginación que indiqué, resultaría inútil decirlo y más sería una repetición que no una explicación de la doctrina. Habiendo dicho ya: Fue enviado para que diera testimonio de la luz ¿por qué había de añadir: No era él la luz? No lo hizo sin causa y motivo. Lo que sucede es que como entre nosotros con frecuencia es de mayor dignidad el que testifica que aquel de quien testifica, por lo cual de ordinario se le juzga más digno de fe, para que nadie imaginara eso del Bautista, ya desde el principio lo excluye; y una vez corregido eso de raíz, declara quién es el que testifica y quién aquel del que da testimonio, y cuán grande es la diferencia entre ambos.

Hecho esto, y demostrada la incomparable excelencia del Verbo, prosigue confiadamente con lo demás. Rechazado ya con diligencia lo que de absurdo podría ocurrirse a los necios, se dedica a enseñar la doctrina fácilmente y sin tropiezo. Roguemos, pues, al Señor que, ya que poseemos la revelación de tantas y tan excelentes cosas, y juntamente la recta y sana doctrina, llevemos una vida pura y santa. Pues la doctrina de nada nos aprovecha sin las buenas obras. Aun cuando logremos una fe plena y una inteligencia clara de todas las Escrituras, si no tenemos el patrocinio de una vida buena, nada obstará para que caigamos en la gehenna del fuego y nos quememos para siempre en la llama inextinguible. Así como los que obraron el bien resucitarán para vida eterna, así los que se atrevieron a llevar una vida desordenada, resucitarán para un castigo sin acabamiento y eterno.

En consecuencia, empleemos todo nuestro empeño, para que la ganancia lograda mediante la fe correcta, no la perdamos a causa de la perversidad en nuestras obras; sino que tras de vivir acá piadosamente, nos presentemos confiados ante Cristo, felicidad que no tiene igual. Ojalá que nosotros, conseguido todo lo dicho, en todo procedamos para la gloria de Dios; al cual sea la gloria, juntamente con el Hijo Unigénito y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Homilías sobre el Evangelio de San JuanHomilía VI

«… y mandó matar a todos los niños que había en Belén …» (Mateo 2:13-23)

Le massacre des innocents, Paul Rubens (1611-12)

Le massacre des innocents, Paul Rubens (1611-12)

Después de haberse marchado ellos, un ángel del Señor se le apareció a José en sueños, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes va a buscar al niño para matarle. Y él, levantándose, tomó de noche al niño y a su madre, y se trasladó a Egipto; y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: DE EGIPTO LLAME A MI HIJO.

Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció en gran manera, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:

SE OYO UNA VOZ EN RAMA, LLANTO Y GRAN LAMENTACION; RAQUEL QUE LLORA A SUS HIJOS, Y QUE NO QUISO SER CONSOLADA PORQUE ya NO EXISTEN.

Pero cuando murió Herodes, he aquí, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque los que atentaban contra la vida del niño han muerto. Y él, levantándose, tomó al niño y a su madre, y vino a la tierra de Israel. Pero cuando oyó que Arquelao reinaba sobre Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y advertido por Dios en sueños, partió para la región de Galilea; y llegó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno.

 

La Bibila de Las Americas

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
2:7-23

 


Comentario

Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos, de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos [Mateo 2:16].

POR CIERTO, no convenía que él se irritara, sino más bien que temiera y se retrajera, y que entendiera que andaba intentando una empresa que no podría llevar a buen término. Pero no se detiene. Cuando el ánimo es malvado y no admite que se le cure, de nada sirve la medicina que Dios le apronta. Observa cómo insiste en sus propósitos y juntando muertes a muertes, mira cómo se arroja a toda clase de precipicios. Como si un demonio lo hiriera con esa envidia y furor, nada lo detiene, sino que se encoleriza contra la misma naturaleza; y la ira que había concebido contra los magos porque lo burlaron, la descarga sobre niños inocentes, empeñado allá en Palestina en un crimen parecido al que en otro tiempo se cometió en Egipto. Porque dice: Mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos, de dos años abajo, según el tiempo que cuidadosamente había inquirido de los magos.

Poned ahora diligente atención. Muchos hacen bromas acerca de estos niños, al mismo tiempo que representan la injusticia de lo hecho. Otros proponen sus dudas acerca de este punto con mayor modestia, otros con mayor audacia y aun con ira. Pues bien, para librar a unos de su locura y a otros de sus dudas, escuchadnos mientras discurrimos brevemente sobre el asunto. Si alegan que en realidad se descuidó la matanza de los niños, también deben acusar de negligencia a los soldados que custodiaban a Pedro [Hechos 12:19]. Pues del mismo modo que en este pasaje, por un niño que se escapa son castigados otros niños en vez del que se buscaba, así cuando Pedro fue librado de la cárcel y de las cadenas por el ángel, otro tirano, semejante al de este pasaje por el nombre y por las costumbres, lo buscó; y al no encontrarlo en su lugar dio muerte a los guardias que lo custodiaban.

Dirás: ¿A qué viene esto? ¡no es solución! ¡Más bien agrava la cuestión! Bien lo veo. Por eso expongo de una vez todo para dar luego una solución única. ¿Cuál es? ¿Qué solución que tenga probabilidad podemos presenciar? Que Cristo no fue la causa de la muerte de los inocentes, sino la crueldad del rey; del mismo modo que en el otro caso, tampoco lo fue Pedro para la muerte de los soldados, sino el furor loco de Herodes. Si éste hubiera visto taladrados los muros y derribadas las puertas, tal vez con derecho habría podido acusar de negligencia a los guardias que custodiaban al apóstol. Pero todo estaba intacto; las puertas estaban cerradas; las cadenas atadas a las manos de los guardias (pues había otros atados juntamente con Pedro). De manera que por estos indicios bien se podía pensar, si rectamente juzgaba, que había intervenido un poder no humano y de ningún modo un fraude; y que lo sucedido provenía de un poder maravilloso y divino; y así adorar a quien tal prodigio había hecho, en vez de dar muerte a los guardias. Dios de tal manera se había manejado que de nada sirvieran los guardias; y que más bien por medio de ellos llevara a Herodes al conocimiento de la verdad.

Si Herodes fue desagradecido y malvado ¿qué se puede achacar al sabido médico de las almas que todo lo hacía para beneficio de aquel príncipe que sufría la enfermedad de la desobediencia? Pues lo mismo debe decirse en nuestro caso. ¡Oh Herodes! ¿Por qué, burlado de los magos, te irritas? ¿Acaso no sabías que aquel nacimiento era divino? ¿No convocaste tú mismo a los príncipes de los sacerdotes? ¿no congregaste a los escribas? ¿No adujeron ellos, una vez llamados, ante tu tribunal al profeta que de antiguo lo había predicho? ¿No caíste en la cuenta de cuan bien consonaba lo antiguo con lo nuevo? ¿No escuchaste que una estrella se hizo sierva de los magos? ¿No te impresionó la diligencia de aquellos bárbaros? ¿No te admiraste de su confianza y libertad en expresarse? ¿No sentiste escalofrío al escuchar la profecía? ¿No consideraste que lo presente no era sino una consecuencia de lo antecedente? ¿Por qué no reflexionaste por todas estas circunstancias en que todo aquello sucedía no por engaños de los magos, sino por la divina virtud que todo lo provenía, como es conveniente que ella lo prevenga? Pero, aun siendo burlado por los magos ¿qué tenía que ver eso con los niños que para nada te habían dañado?

Bien está eso, dirás. Bien has demostrado ser Herodes sanguinario y que no tiene defensa posible. Y sin embargo, aún no has resuelto la objeción sobre la injusticia del hecho. Pues si Herodes obraba injustamente ¿por qué lo permitió Dios? ¿Qué responderé? Responderé lo mismo que no ceso de repetir continuamente en la iglesia y en la plaza y en todas partes, y quiero que con diligencia atendáis a ello, puesto que trato de una regla que debe aplicarse a todas las cuestiones a ésta semejantes. ¿Cuál es esa regla y medida?

Muchos hay que hieren, nadie que sea herido. Para que este enigma no os conturbe, doy inmediatamente la solución. Las injurias que padecemos sin motivo de parte de otros hombres, Dios nos las toma en cuenta o para remisión de nuestros pecados o para premiarnos después. Para que lo dicho quede más claro, pongamos algunos ejemplos. Supongamos un criado que debe a su señor grandes sumas y que sus enemigos lo acometen hasta el punto de arrebatarle parte de sus bienes. Si el señor, que no podía haber impedido al ladrón, no le restituye al criado el dinero que a éste le robaron, pero en cambio se lo pone a la cuenta de lo que el criado le debía ¿quedará el siervo perjudicado? De ninguna manera. Pues ¿qué si el señor incluso le da una mayor cantidad de dinero? ¿Acaso en realidad el criado en vez de perder no ha salido ganando? Es claro para todo el mundo. Pues juzguemos del mismo modo cuando algo padezcamos.

Y que mediante nuestros sufrimientos o pagamos por nuestros pecados, o, si no somos reos de muchos pecados, recibimos más brillantes coronas, oye cómo lo dice Pablo, hablando de un fornicario: Entregad a ese tal a Satanás para ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo [1 Corintios 5:5]. Dirás que esto no viene al caso, pues se trata de los que padecen injurias y no de quienes son corregidos por sus maestros. Tienes razón. No hay semejanza, pues tratábamos de la proposición que dice: En los sufrimientos ningún daño padece el que los sufre. Así pues, para hablar de otro caso que mucho más se acerca al nuestro, acuérdate de David, quien viendo a Semeí que lo perseguía y le lanzaba infinitos improperios, cuando los jefes del ejército querían matarlo, se lo impidió con estas palabras: Dejadlo que me maldiga, para que vea el Señor mi aflicción y me pagará con favores las maldiciones de hoy? Y en los salmos canta y dice: Mira cuan numerosos son mis enemigos. Me odian con un odio feroz. Perdona todos mis pecados? También el pobre Lázaro así alcanzó el descanso: por haber sufrido en esta vida males sin cuento. En conclusión, que los que parecen recibir daño, en realidad no lo reciben, con tal que sobrelleven todas las injurias con fortaleza. Más aún: alcanzan mayores ganancias, ya sea que Dios los pruebe o que el demonio los azote.

Dirás: pero ¿acaso los niños inocentes tenían algún pecado que pagar? Cualquiera lo afirmaría correctamente de quienes ya adultos han cometido muchas culpas. Pero ¿qué pecados pagaron con padecer semejante calamidad los que fueron arrebatados por una muerte tan prematura? Pues bien: ¿no me oísteis cuando dije que, aun cuando no haya pecado alguno, todavía les espera a los tales que han soportado esas aflicciones, un pago inmenso? ¿Qué daño recibieron esos niños muertos por tal motivo, puesto que al punto llegaron al puerto sin olas? Instarás que tal vez habrían hecho muchos bienes si hubieran vivido. Y sin embargo, no tendrían igual premio como habiendo muerto por el motivo por el que murieron. Dios no habría permitido que los niños murieran con muerte tan prematura si habían de llegar a ser tan excelentes en la virtud. Si a los que irán a vivir en tan grande perversidad con tanta paciencia los soporta, con mayor razón no permitiría que los otros fueran así arrancados de la vida si previera que llevarían a cabo, en caso de vivir, grandes hazañas en la virtud.

Esto es lo que queremos decir. Pero hay otras muchas razones y más oscuras, que conoce bien Aquel que así ordena los acontecimientos. Dejando, pues, en sus manos, esas profundas razones, por nuestra parte mantengámonos firmes en lo que sigue; y aprendamos por las ajenas desgracias a llevar todos los padecimientos con fortaleza. No fue pequeña la tragedia que entonces tuvo lugar en Belén, cuando los niños eran arrebatados del seno de sus madres y llevados a tan inicua muerte. Pero si todavía sientes pusilanimidad y no alcanzas tan alto grado de virtud, anímate oyendo cuál fue el fin y acabamiento del que tales crímenes cometió. Rápidamente le llegó el castigo de su maldad y sufrió el debido suplicio por crimen tan insigne: cerró su vida con una muerte más miserable que las que él había causado, aparte de sufrir otras muchas desgracias. Podéis conocerlas leyendo la historia que escribió Josefo. No hemos pensado oportuno el insertarla aquí, para no alargar nuestro discurso, ni cortar la serie de los sucesos que vamos explicando.

Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías que dice: Una voz que se oye en Rama, lamentación y gemido grande: es Raquel que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen. Tras de haber cubierto de horror al que lee con la narración de la violenta matanza, inicua y cruelísima, enseguida lo consuela enseñándole que tales cosas sucedieron no porque Dios no pudiera impedirlas o no las hubiera previsto; sino que las previo y aun de antemano las predijo por boca del profeta. En consecuencia, no te turbes demasiado ni te desanimes, contemplando su inefable providencia, que puede comprobarse así en lo que hace como en lo que permite. El mismo, en otro pasaje lo dio a entender, hablando con los discípulos. Gomo les hubiera anunciado los tribunales y que los condenarían a muerte y los combates del mundo y las luchas a muerte, finalmente los anima y los consuela diciéndoles: ¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos.

Les decía esto para darles a entender que nada se hace ignorándolo Dios; sino que todo lo sabe, aunque no todo lo hace. Les dice, pues: no os turbéis ni os impresionéis. Pues quien conoce lo que padecéis y puede impedirlo, sin duda que no lo impide precisamente porque tiene cuidado y providencia de vosotros. Esto mismo es necesario que pensemos en las tentaciones y sacaremos de ello grande consuelo. Pero ¿qué tiene de común Raquel con Belén?, preguntará tal vez alguno. Pues dice: Raquel que llora a sus hijos. Y lo mismo: ¿Qué tiene que ver Rama con Raquel? Raquel fue madre de Benjamín y a ella la sepultaron, tras de su muerte, en el hipódromo vecino a esa región. Y por estar vecino el sepulcro y en región que pertenecía por suerte a su hijo Benjamín, pues Rama era de la tribu de Benjamín, con razón el profeta, por el que fue cabeza de la tribu y por el sitio del sepulcro, llama a los niños asesinados hijos de Raquel.

A continuación demuestra que tan cruel herida no admitía remedio, cuando dice: Y rehúsa ser consolada porque no existen. Con lo cual nos enseña lo mismo que veníamos diciendo: que no conviene perturbarse porque los sucesos parezcan contrarios a las promesas divinas. Así cuando Cristo viene a salvar a su pueblo y aun a todo el mundo ¿cuáles son sus principios? La madre huye de su patria y es afligida por intolerables calamidades, se comete una acerbísima matanza y por todas partes se escuchan innumerables gemidos y llantos. Pero no te turbes. Suele llevar Dios su providencia por medios que parecen opuestos, dándonos por este camino la más grande prueba de su poder.

Y formó y educó a sus discípulos de manera que así lo llevaran todo a cabo: procurando las cosas por sus contrarios, a fin de que todo fuera más milagroso. Y así los discípulos azotados, echados de las ciudades, padeciendo penalidades infinitas, superaron a quienes los azotaban y expatriaban. Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel. Ya no le dice: huye; sino vete. ¿Adviertes el descanso después de la prueba? Porque José, vuelto después del destierro, regresó a su patria y pudo ver al matador de los niños inocentes muerto ya Mas, apenas vuelto a la patria, se encontró con las reliquias de los antiguos peligros. Porque vivía y reinaba un hijo del tirano. Preguntarás: ¿cómo fue que Arquelao reinara en Judea, siendo presidente Pilato? Estaba reciente la muerte de Herodes y su reino aún no se había dividido en varias porciones. Por muerte de Herodes, quedó con el mando su hijo. Mas porque el hermano de Arquelao también se llamaba Herodes, el evangelista distinguió y dijo: En lugar de su padre Herodes.

Pero si José temía ir a Judea a causa de Arquelao, le era necesario en Galilea temer a Herodes hijo. Sin embargo, una vez que José cambió de lugar, el negocio se dio al olvido, pues el asalto había sido contra Belén y sus términos. De manera que Arquelao, una vez concluida la matanza, pensó que todo había terminado y que aquel a quien él buscaba habría perecido entre los muchos que murieron. Por otra parte, habiendo visto cómo murió su padre, él se tornó un tanto moderado y no quiso continuar la persecución ni compartir en la perversidad. Así regresó José a Nazaret, tanto para huir del peligro, como para vivir en su amada patria.

Y para que más confiadamente procediera, recibió acerca de ello el oráculo de parte del ángel. Sin embargo, Lucas no dice que haya ido a Nazaret por fuerza del oráculo; sino que terminado lo de la Purificación, bajaron a Nazaret. ¿Qué decir a esto? Que Lucas lo dijo hablando del tiempo que precedió a la huida a Egipto. Porque no dice que fueron allá antes de la Purificación, a fin de que en nada se traspasara la Ley; sino que esperaron hasta que se llevara a cabo la Purificación y regresaran a Nazaret, y después fueran a Egipto. Ya vueltos de Egipto, dice que tornaron a Nazaret. La primera vez ningún oráculo les avisó que regresaran, sino que por propia voluntad fueron a su amada patria. No habiendo ido a Belén sino por motivo del censo y no habiendo encontrado sitio en el mesón para detenerse, apenas terminado el negocio se volvieron a Nazaret.

Ahora en cambio, el ángel los hace regresar a su casa, para que ahí se establezcan. Y esto no sin motivo, sino porque así estaba profetizado. Para que se cumpliera lo dicho por los profetas, que se llamaría Nazareno. ¿Cuál de los profetas dijo esto? No lo preguntes, ni lo examines con vana curiosidad. Muchos libros proféticos perecieron, como puede verse por los Paralipómenos. Descuidados eran los judíos y con frecuencia caían en la impiedad; y así unos libros se perdieron por su incuria, otros ellos mismos los quemaron o rompieron. De lo primero, cuenta Jeremías; de lo segundo el que escribió el Libro IV de los Reyes. Pues dice que después de mucho tiempo, apenas pudo encontrarse el Deuteronomio enterrado, que antes se había perdido. Y así desaparecieron muchos libros cuando los bárbaros no estaban encima y mucho más una vez que éstos se echaron sobre el pueblo judío. Por lo demás los apóstoles, apoyados en los profetas, con frecuencia llaman a Jesús el Nazareno.

Preguntarás si fue esto lo que hizo oscura la profecía sobre Belén. De ninguna manera. Al revés. Eso mismo excitaba y empujaba más a explorar lo que de Cristo se había anunciado. Así se acercó Natanael para inquirir y preguntó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Pues se trataba de un pueblecito despreciable. Y aun toda Galilea era despreciada. Por eso decían los fariseos: Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno. Pero Jesús no se avergüenza de ser llamado con el apelativo de su patria, demostrando así que no necesita de cosa alguna humana; y escoge sus discípulos en Galilea, quitando así todas las argucias y ocasiones a los que todavía quisieran ser perezosos; y demostrándonos al mismo tiempo cómo tampoco nosotros necesitamos de nada de las cosas exteriores, si nos damos a ejercitar la virtud. Por tal motivo, ni siquiera tuvo habitación, sino que dijo: El Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar su cabezal Y cuando Herodes lo persiguió con asechanzas, huyó; fue puesto en un pesebre; permanece en el mesón, elige una Madre pobre. Todo para enseñarnos que nada de eso lo estimemos vergonzoso, ya que él desde el principio pisotea el fausto humano; y nos ordena adherirnos no a otra cosa sino a la virtud.

¿Por qué, nos dice, te glorías de tu patria, cuando yo te ordeno que en toda la tierra seas peregrino? ¿cuándo sucede que tú puedas ser tal que todo el mundo no sea digno de ti? Tales cosas han de ser despreciadas en tal forma que ni a los filósofos griegos les parecen tener valor alguno, sino que las llaman extrañas y las tienen como ínfimas. Dirás que sin embargo Pablo se abraza con ellas cuando dice: Según la elección son amados a causa de sus padres. Sí. Pero dime a quiénes habla, cuándo y de quiénes. Porque trata ahí con los que se habían convertido de entre los gentiles y andaban soberbios e hinchados y se levantaban contra los judíos, y alegando ese motivo los discriminaban. De manera que propiamente reprimiendo su hinchazón los halaga y los excita a tener el mismo empeño que los judíos.

Tratando de aquellos grandes y fervorosos varones, oye cómo se expresa: Los que tales cosas dicen dan bien a entender que buscan la patria. Que si se acordaran de aquella de donde habían salido, tiempo tuvieron para volverse a ella. Pero deseaban otra mejor, esto es, la celestial? Y también ahí mismo: En la fe murieron todos sin recibir las promesas, pero viéndolas de lejos y saludándolas. Y el Bautista a quienes se acercaban, les decía: No queráis decir: tenemos por padre a Abrahán. Y de nuevo Pablo: Es que no todos los nacidos de Israel son Israel; ni todos los hijos de la carne son hijos de Dios. Y a la verdad a los hijos de Samuel que no heredaron las virtudes de su padre ¿de qué les sirvió la nobleza de éste? ¿Qué ganancia obtuvieron los hijos de Moisés, pues no imitaron su presteza en la virtud? No obtuvieron el mando después de él; sino que mientras ellos se gloriaban de su padre, la jefatura del pueblo pasó a otro varón, hijo de Moisés por la virtud.

¿En qué le estorbó a Timoteo el haber nacido de padre gentil y en cambio qué logró el hijo de Noé por la virtud de su padre? ¡De libre quedó convertido en esclavo! ¿Ves cómo la alteza del padre no es suficientemente idóneo patrocinio para el hijo? La perversidad de su propósito venció las leyes de la naturaleza, de manera que lo derrocó no sólo de la nobleza paterna, sino que además lo hizo esclavo. ¿Acaso Esaú no era hijo de Isaac y éste lo patrocinaba? Porque su padre cuidaba y procuraba que alcanzase las bendiciones y con el mismo objeto ejecutaba todo lo que su padre le ordenaba. Pero por ser malvado, ninguna utilidad reportó. Aun siendo el primogénito; aun favoreciéndolo en todo su padre, todo lo perdió porque Dios no le ayudaba. Mas ¿para qué traigo a la memoria a los hombres? Hijos de Dios fueron los judíos, pero de semejante nobleza ningún provecho sacaron.

De manera que aún cuando alguno sea hijo de Dios, si no demuestra una virtud correspondiente a tan alta nobleza, será más gravemente castigado. ¿Para qué vienes aquí a publicar la nobleza de tus antepasados? Y esto no sucede únicamente en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo verás que sucede lo mismo. Porque dice: Mas a cuantos lo recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios. Y sin embargo, afirma Pablo que a muchos de esos hijos de nada les aprovechó semejante Padre: Si os circuncidáis, Cristo de nada os aprovechará. Pues si Cristo en nada aprovecha a quienes no quieren seguirlo ¿cómo les aprovechará el hombre?

En consecuencia, no nos vanagloriemos de la nobleza ni de las riquezas. Más aún: no tengamos aprecio alguno de los que se vanaglorian. Tampoco perdamos ánimo por causa de la pobreza, sino busquemos las riquezas que consisten en las buenas obras. Huyamos de la pobreza que nos arroje a la perversidad: esa con que aquel rico era pobre, ya que no logró ni siquiera una gota de agua, ni con grandes súplicas. Y eso que de entre nosotros ¿quién hay tan pobre que no tenga siquiera una gota de agua? ¡Nadie, en verdad! Aun los que desfallecen por una hambre extrema, pueden gozar de algunas gotas de agua; ni sólo de algunas gotas de agua, sino también de un refrigerio mejor. No así aquel rico, pues llegó a tal grado de pobreza que no logró encontrar el menor refrigerio posible.

Entonces ¿por qué anhelamos andar tras de las riquezas? ¡No pueden conducirnos al cielo! Dime: si un rey terreno proclamara que ningún rico podía brillar en su palacio ni disfrutar de ningún favor ¿acaso no todos al punto despreciaríais las riquezas y las arrojaríais allá lejos? Pues si las riquezas así nos apartaran de los honores en los palacios de la tierra, serían despreciadas. En cambio, clamando y diciendo día por día el Rey de los cielos que es difícil entrar a los sagrados atrios celestes cargados de riquezas ¿no renunciaremos a ellas para poder con libertad entrar suavemente en aquellos palacios? ¿De qué perdón seremos dignos si anhelosos nos abrazamos con las cosas que nos cierran la entrada aquella y las andamos atesorando en torres fortificadas y aun escondiéndolas bajo tierra, siendo así que podemos colocarlas para que nos las guarden en el cielo? Haces en eso lo mismo que harían los agricultores que habiendo recibido la simiente para sembrarla en un fértil campo, fueran y la arrojaran toda en un hoyo, de modo que ni ellos la disfrutaran y ella acabara podrida y pereciera.

Pero ¿qué excusa presentan cuando por esto los acusamos? Dicen: no pequeño consuelo nos acarrea el saber que nuestra riqueza está oculta en un lugar seguro. Pues por el contrario lo que debía consolarte sería saber que no está oculta. Porque aún cuando no sufras de hambre, pero hay que tener en cuenta muchos otros peligros y más graves: la muerte, las asechanzas, la guerra. Si viene el hambre, el pueblo, empujado por la necesidad de su estómago, a mano armada asaltará tu casa. Más aún: al proceder así, tú mismo produces el hambre en las ciudades y metes en tu casa el peligro, más grave que el hambre.

La desgracia del hambre no sé yo que haya consumido a nadie repentinamente; porque muchos medios pueden pensarse para aliviar tan temible miseria. En cambio, podría yo señalar a muchos que han muerto ya pública ya privadamente a causa de la riqueza y sus equivalentes. De semejantes casos están llenos los caminos y los tribunales y las plazas. Pero ¿qué digo caminos, tribunales y plazas? El mar mismo lo he visto lleno de sangre. Porque la tiranía de las riquezas no sólo ha llenado la tierra, sino que se ha desatado furiosísima en el mar. Uno navega en busca del oro; otro a causa del oro sucumbe degollado: ¡una misma tiranía produce al mercader y al homicida! ¿Qué cosa hay en la que menos pueda confiarse que la riqueza, pues por su causa muchos andan peregrinando, caen en peligros, encuentran la muerte? Pero dice la Escritura: ¿Quién se compadecerá del encantador a quien muerde la serpiente?’ Conociendo pues lo terrible de semejante tiranía, conviene huirla y reprimir el anhelo de lo que es tan dañoso.

Preguntarás ¿cómo puede eso lograrse? Sustituyendo ese amor con otro amor: es a saber, con el amor del cielo. Quien anhela el reino celestial desprecia las riquezas. Quien haya sido hecho siervo de Cristo, nunca será esclavo de las riquezas, sino que atrevés a ellas las esclavizará. Porque acostumbra la riqueza perseguir al que la huye y huir del que la persigue: ¡a nadie honra tanto como a quien la desprecia! De nadie se burla tanto como de quien la anhela; ni sólo se burla, sino que con infinitas cadenas lo ata. Rompamos, pues, aunque tarde, esas dañosas cadenas. ¿Por qué obligas al alma racional a servir a la materia irracional, madre de infinitos males? Pero… ¡vaya un asunto digno de risa! Con las palabras la combatimos, pero ella con realidades nos combate y nos trae y nos lleva, como si nos hubiera comprado para azotarnos. ¿Qué cosa habrá más de vergüenza y de indignidad?

Por otra parte, si no superamos las cosas materiales ¿cómo venceremos a las Potestades incorpóreas? Si no despreciamos las viles piedras y mísera tierra ¿cómo sujetaremos a los Principados y Potestades del infierno? ¿Cómo ejercitaremos la temperancia? Si nos apasiona el brillo del oro ¿cómo podremos abstenernos del brillo de un rostro hermoso? Porque hay hombres que hasta tal punto se hallan sujetos a semejante tiranía, que aún el solo brillo del oro los apasiona y entre risas y donaires exclaman: ¡una moneda de oro con sólo verla deleita! ¡No juegues así, oh hombre! Pues nada hay que así dañe los ojos del cuerpo y del alma como el anhelo de esas monedas. Este fue el mal amor que extinguió las lámparas de las vírgenes necias y las excluyó del tálamo del Esposo. Esa mirada que dices que alegra tus ojos, fue la que impidió escuchar al mísero Judas la voz del Señor y lo llevó al lazo corredizo: esa lo hizo reventar por el medio y finalmente lo arrojó a la gehena.

¿Qué hay pues más inicuo, qué hay más horrible que semejante peste? Yo no reprendo los dineros ni las cosas materiales, sino el furioso y loco anhelo de ellas. Ese anhelo destila sangre humana, tiene aspecto sangriento, es más cruel que cualquier bestia feroz y destroza cuanto encuentra a la mano. Y lo que es mucho peor, ni siquiera permite que lo sienta el que es destrozado. Cuando convenía que quienes así se encuentran, extendieran su mano pidiendo auxilio a los transeúntes, al revés, agradecen semejantes heridas. ¿Qué puede haber más miserable? Reflexionando sobre esto, huyamos de esa enfermedad incurable y apartémonos lejos de semejante peste y curémonos de las heridas que ya nos haya causado. Así llevaremos acá una vida segura y sin perturbaciones y alcanzaremos los eternos tesoros. Ojalá todos nosotros los consigamos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo, sea la gloria, el imperio y el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías sobre el Evangelio según San Mateo, Homilía IX

La genealogía de Cristo (Mateo 1:1-25)

La prostituée de Jéricho et les deux espions, James Tissot (francés, 1902)

La prostituée de Jéricho et les deux espions, James Tissot (francés, 1902)

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, y Esrom a Aram; Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón; Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí; Isaí engendró al rey David. Y David engendró a Salomón de la que había sido mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa; Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías; Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías; Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante la deportación a Babilonia.
David overhandigt Uria de brief  (David Entrega la carta a Urías), Pieter Lastman (holandés, 1611)

David overhandigt Uria de brief (David Entrega la carta a Urías), Pieter Lastman (holandés, 1611)

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor; Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud; Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, y Matán a Jacob; Jacob engendró a José, el marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

50025-D2Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo. Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto. Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo:

HE AQUI, LA VIRGEN CONCEBIRA Y DARA A LUZ UN HIJO, Y LE PONDRAN POR NOMBRE EMMANUEL, que traducido significa: DIOS CON NOSOTROS.

Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer; y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.

 

La Bibila de Las Americas*

 

*1:25 … y la conservó virgen hasta [ἕως οὗ] que dio a luz un hijo … El griego no implica que Maria tenia hijos después. La creencia de que ella tuvo otros hijos biológicos se originó con el arriano, Helvidio, al final del siglo cuarto. (Los arrianos eran una secta herética de los cristianos que negaban la divinidad de Cristo.)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
1:1-16 3:23-38 1:1-5
1:17
1:18 1:35
1:19-2:4

 


Comentario

¿Qué es lo que investigamos? La razón de que Mateo ponga la genealogía de José, quien en absoluto nada tuvo que ver en la generación de Cristo. Ya indicamos un motivo. Conviene ahora declarar otro más secreto y misterioso. ¿Cuál es? No quería que los judíos, al mismo tiempo que conocían el parto, supieran que nacía de una Virgen. No os conturbe esta inesperada respuesta. No es sentencia mía sino de nuestros Padres y doctores, varones admirables y esclarecidos.

Si allá al comienzo Cristo muchas veces les dijo cosas oscuras, llamándose Hijo del Hombre, sin revelar con claridad en todas partes su igualdad con el Padre ¿por qué tú te admiras de que también este misterio lo dejara en sombras con una grande y admirable providencia? Preguntas ¿qué es aquí lo admirable? El haber salvado el honor de la Virgen y haberla librado de perversas sospechas. Si los judíos desde un principio hubieran oído este misterio, lo habrían interpretado maliciosamente y habrían lapidado a la Virgen y la habrían condenado como adúltera.

Si en otras cosas de las que en el Antiguo Testamento tenían ejemplos, con tan gran impudencia procedían; si cuando Cristo arrojaba los demonios lo llamaban endemoniado; si cuando curó en sábado lo tuvieron por enemigo de Dios, aun a pesar de que anteriormente con frecuencia se había quebrantado la ley del sábado ¿qué no habrían dicho si tal misterio hubieran escuchado? Porque habrían tenido como aliado todo el tiempo pretérito en que nunca jamás semejante cosa había sucedido. Si en presencia de muchos y grandes milagros todavía lo llamaban el hijo de José ¿cómo iban a creerlo nacido de una Virgen antes de los dichos milagros? Por tal motivo se pone la genealogía de José y se desposa a la Virgen. Si José, varón justo y admirable, necesitó de grandes pruebas para llegar a comprender lo sucedido, como fueron la visita del ángel, la visión en sueños, el testimonio de los profetas ¿cómo aquellos judíos perversos, corrompidos, enemigos de Cristo, habrían aceptado semejante versión? Cosa tan nueva, tan inesperada, tenía que perturbarlos profundamente, puesto que en todo el tiempo de sus antepasados, jamás tal cosa había sucedido.

Los que creyeron ser Cristo el Hijo de Dios, ya no pudieron dudar de semejante misterio. En cambio, los que lo creían seductor y enemigo de Dios ¿cómo no iban a escandalizarse de semejante afirmación, en lugar de darle asentimiento? Tal fue la razón de que allá al principio nada dijeron los apóstoles, mientras que amplísimamente se referían a la resurrección, de la que ya en los tiempos antiguos abundaban ejemplos, aunque ninguno tan espléndido. En cambio, que fuera nacido de una Virgen no lo dicen con frecuencia, ni tampoco la Virgen se atrevió a publicarlo. Mira, por ejemplo, lo que ella le dice: Tu padre y yo te buscábamos [Lucas 2:48]. Más aún, si lo hubieran sospechado, ni siquiera habrían creído ser él hijo de David, negado lo cual se habrían seguido muchos males. Por esto ni los ángeles mismos lo revelan, sino únicamente a José y a María. Cuando anunciaron a los pastores el fausto acontecimiento, ninguna alusión hicieron al inefable misterio.

Y ¿por qué motivo, habiendo recordado a Abrahán y añadiendo que engendró a Isaac e Isaac engendró a Jacob, sin nombrar a su hermano Esaú, cuando llegó a Jacob recordó a Judá y a sus hermanos? Dicen algunos que fue a causa de las malas costumbres de Esaú y de aquellos primeros. Por mi parte no lo afirmaría. Pues si ese fuera el motivo ¿cómo, poco después recuerda mujeres de las mismas costumbres? Es que en el caso la gloria de Cristo resplandece más por sus contrarios: es decir no de que tenga grandes progenitores, sino al revés pequeños y aun viles. La gloria mayor de quien es excelentísimo es poder parecer vil y humilde si es posible. ¿Cuál es pues la razón de que no los conmemore? Porque nada tenían de común con los israelitas, pues eran sarracenos, ismaelitas y árabes, y los demás que de éstos tomaron origen. Por esto, dejándolos a un lado, se apresura a nombrar a los progenitores de Cristo y del pueblo judío. Por eso dice: Jacob engendró a Judá y sus hermanos. Aquí queda indicado el pueblo judío. Prosigue: Judá engendró a Fares y a Zara, de Tamar.

¿Qué haces, oh evangelista? ¿Nos traes la historia de una unión criminal? [Tamar era la nuera de Judá]  Responde: ¿qué me objetas? En verdad que si narráramos la historia de un simple hombre, con razón alguna habría callado esas cosas. Pero si se trata de la historia de un Dios hecho hombre, eso no sólo no ha de callarse, sino ponerse en clarísima luz, para que así se manifieste su providencia y su poder. No vino para rehuir nuestras vergüenzas, sino para suprimirlas. Así como no admiramos tanto su muerte, como el que haya muerto crucificado, aun cuando esto segundo sea un oprobio -pues cuanto mayor es el oprobio mejor manifiesta el amor que Cristo nos tuvo-, así hemos de pensar acerca de su genealogía. No sólo debemos admirarlo por haber tomado nuestra carne, sino también por haber querido tomar semejantes progenitores, sin avergonzarse nunca de tomar sobre sí nuestras miserias.

E hizo público desde el comienzo de su genealogía, el no avergonzarse de nada de lo nuestro, enseñándonos a que nunca nos avergoncemos por la maldad de nuestros antepasados, sino que nos demos a conseguir únicamente la virtud. A quien la cultiva, aun cuando su progenitor sea un extranjero o haya tenido una madre meretriz o por otros motivos despreciable, de esto ningún daño se le seguirá. Si la vida anterior para nada mancha a quien acoge a un adúltero, muchos menos el varón virtuoso, por haber nacido de una mujer adúltera o meretriz, queda deshonrado con la improbidad de sus progenitores.

Y procedía así Jesús no únicamente para enseñarnos, sino además para humillar la soberbia de los judíos. Habían olvidado la virtud interior del alma y siempre traían en la boca el nombre de Abrahán, creyendo que la virtud de sus ancestros les serviría de defensa. Por eso desde el principio les manifestó que de eso no puede adquirirse gloria, sino solamente de las obras buenas. Además les pone de manifiesto que todos, aun los mismos ancestros, estuvieron sujetos a la ley del pecado. Del patriarca que dio su nombre a ese pueblo, se refiere que cayó en no leve pecado. Tamar lo acusa de fornicación. David del adulterio con una mujer engendró a Salomón. Pues si la Ley no fue guardada por aquellos excelentes varones, mucho menos lo sería por los más pequeños. De manera que no habiéndose cumplido la Ley por ellos, todos pecaron y la venida de Cristo se hizo necesaria.

Por otra parte, el evangelista hizo mención de los doce patriarcas, abatiendo también por este camino aquella jactancia judía por la nobleza de los progenitores. Pues muchos de ellos nacieron de esclava; y sin embargo, esa diferencia de padres no influyó en los hijos, pues todos igualmente fueron patriarcas y jefes de tribu. Esto es para la Iglesia una prerrogativa; ésta es para nosotros la razón de nuestra nobleza y dignidad, de la que en lo antiguo existió la figura. De manera que ya seas siervo, ya libre, por esto nada tienes ni de más ni de menos. Una sola cosa es la que se indaga: la recta voluntad y las buenas costumbres.

Aparte de lo anterior, otro motivo hubo para conmemorar a los dichos. Pues no sin causa en seguida de Fares se puso a Zara. Porque parecía cosa superflua y redundante, tras de la mención de Fares, de donde parte la genealogía de Cristo, nombrar también a Zara. Entonces ¿por qué también a éste lo nombra? Cuando Tamar estaba a punto de darlos a luz, al momento de parirlos, fue Zara quien primero sacó la mano fuera del vientre [Génesis 38:27], viendo lo cual la comadrona, para que fuese él el primogénito, le ató una cinta de púrpura en la mano. Pero apenas la había atado, el niño retiró la mano; de manera que el primero que vio la luz fue Fares y hasta después Zara. Al notar esto la comadrona exclamó: ¡Vaya rotura (en la esperanza) que has hecho!

¿Adviertes la oscuridad del misterio? Porque no sin motivo se nos escribieron estas cosas. Ni era digno de la historia que se nos narrara lo que dijo la comadrona, ni parece que había razón para referir eso de que sacó la mano primero y luego nació después. Entonces ¿qué significa el enigma? Contestamos, atendiendo desde luego al nombre mismo del niño. Porque «Fa-res» significa «división» o «ruptura». En segundo lugar, por el hecho, pues no parece natural que el niño que primero había sacado la mano, luego, atada ya, la retrajera: no parece cosa natural. Que habiendo uno sacado la mano primero, saliera luego el otro, parecería natural; pero que el primero encogiera la mano para dar salida al segundo no es cosa que suceda en los partos. Sin duda estaba presente el favor de Dios que manejaba a los niños, y por este medio diseñaba una sombra e imagen del futuro.

¿Qué dicen algunos de los que han estudiado estas cosas? Que estos dos niños eran figura de dos pueblos. Y para que entiendas que las instituciones del segundo pueblo brillaron con el nacimiento del primero, el niño extendió la mano, pero no se dejó ver íntegramente; más aún, la retrajo luego; de manera que hasta que salió a luz íntegro su hermano, hasta entonces él apareció: que es exactamente lo que sucedió en los dos pueblos. En los días de Abrahán aparecieron las instituciones eclesiásticas que luego fueron suprimidas. Así apareció el pueblo judaico con sus instituciones legales. Y finalmente vino el pueblo nuevo con sus leyes. Por esto dijo la comadrona: ¿Por qué por tu medio se ha roto el cerco? Porque la Ley al llegar cortó las instituciones del tiempo de Abrahán que se manejaban libres. Con frecuencia la Escritura Sagrada llama cerco a la Ley, como lo dice David el profeta: Destruiste su cerco y la vendimian cuantos pasan al lado del camino [Salmos 80:12]. Por su parte Isaías: Y le puse en torno un cerco.  Y también Pablo: Deshaciendo la pared y cerco interpuesto [Efesios 2:14].

Otros creen que lo de: ¿por qué por tu medio se ha roto el cerco? se dijo por causa del pueblo nuevo. Porque éste al llegar abrogó la Ley. ¿Observas, pues, cómo el evangelista no sin gran razón hizo recuerdo de la historia íntegra de Judá? Pues por la misma razón mencionó a Rut y a Rahab, de las que una fue extranjera y la otra meretriz: para que entendieras que había venido para borrar todos nuestros pecados. Vino como médico y no como juez. Del mismo modo que aquellos antiguos desposaron a mujeres meretrices, así Dios unió consigo nuestra naturaleza adúltera, tal como ya antes los profetas lo habían afirmado respecto de la sinagoga. Sólo que la sinagoga fue desagradecida con su Esposo, mientras que la Iglesia, una vez liberada de sus males heredados, permaneció en el abrazo del Esposo.

Observa cómo lo que se refiere a Rut concuerda con nuestra situación. Era ella una extranjera reducida a la última pobreza. Pero cuando Booz la vio, ni despreció su linaje bajo ni despreció su pobreza. Exactamente al modo como Cristo admitió como consorte a la Iglesia que le era extranjera y no poseía grandes bienes. Y así como aquélla si no hubiera renunciado antes a sus padres y tenido en menos su casa, linaje, patria y parientes, nunca habría sido digna de semejantes nupcias, así la Iglesia entonces apareció amable a su Esposo cuando hubo renunciado a las costumbres patrias. Así lo declaró el profeta al apostrofarla: Olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre y anhelará el Rey tu hermosura [Salmos 45:11]. Eso fue lo que hizo Rut y así fue madre de reyes, como la Iglesia, pues de ella nació David. Tales fueron los motivos por los que el evangelista, avergonzando a los judíos con todas estas cosas y persuadiéndolos a no ser soberbios, tejió la genealogía e hizo mención de aquellas mujeres. Rut, en efecto, a través de sus descendientes, engendró al gran David, y David nunca se avergonzó de semejante origen.

Porque no puede nadie, no puede ser ni virtuoso ni esclarecido ni sin gloria, por la virtud o por la perversidad de sus progenitores. Más aún: si hemos de decir una paradoja, más excelentemente brilla aquel que nacido de perversos progenitores llega sin embargo a ser un hombre virtuoso. En consecuencia, que nadie se ensoberbezca por sus ancestros; sino que, considerando quiénes fueron los progenitores del Señor, rechace toda hinchazón y no se gloríe sino de sus buenas obras. Y ni aun de éstas, pues por esto aquel fariseo del evangelio quedó inferior al publicano. Si quieres hacer algo excelente, no te ensoberbezcas, y con esto ya lo has hecho todo. Si siendo pecadores, cuando lo pensamos y nos tenemos por lo que somos, quedamos justificados, como aquel publicano ¿cuánto más lo estaremos si, siendo justos, nos tenemos por pecadores? Si el pensar con humildad hace justos a los pecadores, aun cuando no sea propiamente humildad sino simplemente justa apreciación; si tanto vale esa justa apreciación en los pecadores ¿qué no hará la verdadera humildad en los justos?

No eches, pues, a perder tus trabajos; no pierdas el mérito de tus sudores; no recorras infinitos estadios corriendo inútilmente y perdiendo tu trabajo. El Señor conoce muchísimo mejor que tú tus obras. Si das un vaso de agua fresca, ni aun eso desprecia; y si un óbolo das de limosna, si un solo gemido lanzas, todo lo recibe El con benevolencia suma, lo recuerda, le señala su premio. ¿Para qué examinas lo tuyo y aun con frecuencia lo publicas? ¿Ignoras que si tú te alabas Dios no te alabará y que si tú te confiesas miserable El nunca cesará en tus alabanzas delante de todos? No quiere El que tus trabajos se tengan en menos. ¡Qué digo se tengan en menos! Ningún medio deja de poner para que aún por mínimos méritos allá arriba recibas tu corona. Da vueltas buscando ocasiones para que puedas librarte de la gehena.

Por esto, aun cuando te entregues al trabajo a la hora undécima, te dará íntegra tu recompensa. Dice: Aun cuando no tengáis ya ocasión de salvaros, lo haré por mi nombre, para que no sea profanado mi nombre [Ezekiel 36:22]. Si gimes si lloras, esto al punto lo toma como ocasión para salvarte. En fin, que no nos ensoberbezcamos: confesémonos inútiles para que seamos útiles. Si te crees digno de alabanza, te inutilizas, aun cuando de verdad seas digno de alabanza. Si te llamas inútil, te vuelves útil aun en el caso de que seas digno de reproche. De manera que el olvido de nuestras buenas obras nos es indispensable. Preguntarás que cómo podemos desconocer lo que de verdad conocemos. Pero ¿qué estás diciendo? Continuamente ofendes al Señor y todavía te alegras y te ríes y ni siquiera te das cuenta de que has pecado y todo lo echas al olvido; y en cambio ¿no puedes prescindir del recuerdo de tus obras buenas? ¡Y eso que el temor tiene más fuerza!

Pero procedamos al contrario. Cada día caemos en pecado y ni siquiera nos acordamos de eso. En cambio, si damos a un pobre una pequeña limosnita, lo publicamos por arriba y por abajo: cosa que es el extremo de la locura y además suma pena para quien recibe la limosna y suma pérdida para quien anda procurando atesorar buenas obras. No hay más seguro depósito de las buenas obras que el olvido de las buenas obras. Así como cuando exponemos en la plaza nuestros vestidos de oro nos preparamos muchos que nos asechan; mientras que si los ocultamos en casa y los encerramos, entonces los tenemos seguros, lo mismo sucede con las buenas obras: si frecuentemente las andamos recordando movemos a ira al Señor, damos armas al enemigo y lo invitamos a que nos robe. Pero si sólo las conoce Aquel que debe conocerlas estarán en plena seguridad.

En consecuencia, no revuelvas en tu memoria con frecuencia tus buenas obras, no sea que alguien te las arrebate, como le sucedió al fariseo que las andaba publicando y así el demonio se las hurtó; y esto a pesar de que las publicaba con acciones de gracias y refiriéndolas todas a Dios. Cosa que no le aprovechó. Porque no es acción de gracias el vituperar a otros, el buscar para sí la gloria de muchos, el ensoberbecerse contra el que peca. Si das gracias a Dios, conténtate con eso y no hagas referencias a los otros hombres, ni juzgues a tu prójimo, porque eso no es dar gracias. Si quieres saber el modo de dar gracias, oye a los tres jóvenes del horno que dicen: Hemos pecado; hemos obrado la injusticia; pero tú, Señor, eres justo en todo lo que has hecho, pues con justo juicio en todo has procedido. Confesar los propios pecados, eso es dar gracias a Dios. El que así los confiesa, se declara reo de innumerables faltas y no rehúsa el castigo.

Cuidémonos de decir algo en alabanza propia: esto nos vuelve odiosos a los hombres y execrables ante Dios. Cuanto más excelentes obras hagamos, más bajamente hablemos de nosotros: entonces alcanzaremos mayor gloria ante Dios y ante los hombres; y no sólo gloria delante de Dios sino grandes recompensas. No exijas premios y recibirás premios. Confiesa que alcanzas tu salvación por simple gracia, para que Dios confiese serte deudor, no únicamente por tus buenas obras, sino también por ese agradecimiento tuyo. Cuando obramos el bien tenemos a Dios como deudor sólo por las buenas obras; pero cuando además pensamos que nada bueno hemos hecho, nos es deudor también por ese sentimiento humilde, más aún que por las mismas obras buenas: de manera que tal sentimiento se equipara a las obras buenas Y si éste falta, las obras no parecerán cosa grande. Porque también nosotros nos agradamos más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con gran benevolencia, piensan que aún no han hecho nada grande y que valga la pena.

Si quieres, pues, que tus buenas obras sean grandes, no las juzgues grandes. Así aquel centurión decía: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa [Mateo 8:8], con lo que se hizo digno y más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con gran No soy digno de ser llamado apóstol [1 Corintios 15:9], y con esto llegó a ser el primero de todos. Así exclamaba el Bautista: No soy digno de desatar la correa de su calzado [Marcos 1:7; Juan 1:27] – y con esto se hizo digno amigo del Esposo, y a su mano que él juzgaba indigna de tocar el calzado de Cristo, la puso éste sobre su cabeza. Igualmente Pedro decía: Apártate de mí que soy hombre pecador [Lucas 5:8] y con esto fue hecho fundamento de la Iglesia. Porque nada hay más grato a Dios que el contarse uno como el último de los pecadores. Este es el principio de toda virtud. Porque quien es humilde y vive contrito, no se dejará llevar de la vanagloria, no se irritará contra su prójimo ni lo envidiará, no caerá en ningún otro vicio. Es un hecho que, por más esfuerzo que pongamos, nunca levantaremos en alto una mano que está quebrada. Del mismo modo, si el alma se llena de contrición, aunque infinitas pasiones del corazón pretendan hincharla y ensoberbecerla, no podrá ella levantarse ni un poquito. Si quien deplora los daños temporales, echa de sí todas las debilidades del alma, con mayor razón quien deplora sus pecados alcanzará la virtud.

Dirás: pero ¿quién es capaz de quebrantar hasta ese punto su corazón? Pues oye a David, esclarecido sobre todo por su contrición, y obsérvalo. Tras de infinitas preclaras hazañas, estando a punto de perder su patria, su familia, la vida misma, al tiempo mismo de semejante desgracia, como viera a un mísero y despreciable soldado que lo insultaba y se querellaba, no sólo no se vengó, sino que a uno de sus jefes que anhelaba matar al injuriante, se lo impidió y le dijo: ¡Déjalo! porque así Dios se lo ha ordenado [2 Samuel 16:10]. Y también como los sacerdotes le preguntaran si podía llevar consigo el arca de la alianza, no lo permitió; sino ¿qué dijo?: ¡Vuelva el arca a la ciudad y quede en su sitio! Si encontrare gracia delante del Señor y me librare Dios de los males que me amenazan, volveré a ver su decoro. Pero si me dijere: No te quiero, por mi parte haré lo que le sea agradable.

Y lo que hizo con Saúl una y otra y muchas veces ¡cuán grande virtud manifiesta! Porque fue cosa que estaba por encima de la Ley Antigua y andaba ya muy cerca del precepto evangélico. Cuantos preceptos dimanaban de Dios los abrazaba y no se ponía a razones sobre los acontecimientos, sino que ponía todo su empeño en cumplir en todas partes con la ley divina. Y tras de tantas y tan preclaras hazañas, teniendo delante a un tirano, parricida, fratricida, rijoso y furioso y que trataba de quitarle el reino, ni aún así tropezó en algo, sino que dijo: Si agrada a Dios que yo sea destronado y viva fugitivo y errante mientras él vive entre honores, lo acepto, lo abrazo y doy gracias por los males sin cuento que sufro. No procedió como muchos petulantes y sin decoro que no habiendo llevado a cabo ni la mínima parte de las hazañas que hizo David, cuando advierten que otros andan en prosperidad en tanto que ellos padecen cualquier molestia o aflicción, destrozan su propia alma y la cargan con un sin fin de blasfemias.

No se pareció a ellos David, lleno de preclara modestia; y por esto dijo Dios: Encontré a David, hijo de José, varón según mi corazón [2 Samuel 16:10]. Tengamos nosotros ese mismo ánimo y llevemos con mansedumbre lo que hayamos de sufrir; y antes del reino gocemos desde acá de los frutos de la humildad. Porque dice el Señor: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas [Mateo 11:29]. Pues bien: para que aquí y en la otra vida disfrutemos de paz, plantemos en nuestra alma la humildad cuidadosamente, porque es ella madre de todos los bienes. Podremos así vadear sin tempestades el piélago de la vida presente y llegar al puerto tranquilo, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías sobre el Evangelio según San Mateo, Homilía III

«Esforzaos por entrar por la puerta estrecha» (Lucas 13:18-29)

Evgeny Rodionov (1977-1996), soldado ruso, decapitado por rebeldes chechenos cuando se negó a quitarse su cruz.

Evgeny Rodionov (1977-1996), soldado ruso, decapitado por rebeldes chechenos cuando se negó a quitarse su cruz.

Entonces decía: ¿A qué es semejante el reino de Dios y con qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y echó en su huerto; y creció y se hizo árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado.

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, mientras proseguía camino a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y El les dijo: Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, y vosotros, estando fuera, comencéis a llamar a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”, El respondiendo, os dirá: “No sé de dónde sois.” Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos en tu presencia, y enseñaste en nuestras calles;” y El dirá: “Os digo que no sé de dónde sois; Apartaos de mi, todos los que hacéis iniquidad.” Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera. Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

 

La Bibila de Las Americas

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
13:31-32 4:30-32 13:18-19
13:33 13:20-21
9:35 6:6 13:22
7:13-14 13:23-24
7:22-23 13:25-28a
8:11-12 13:28b-29

 


Comentario

Parábola del grano de mostaza

(Lucas 13:18-19; Mateo 13:31-32; Marcos 4:30-32)

En Oriente, un árbol de mostaza puede alcanzar un tamaño enorme, aunque su semilla es tan pequeña que los judíos tenían un dicho: «pequeño como un grano de mostaza.» El significado de la parábola es que, a pesar de que en un principio el Reino de Dios fue en apariencia pequeño e insignificante, el poder concentrado en él superó todos las adversidades y fue capaz de transformarlo en un Reino magno y universal. San Juan Crisostomo comenta: «con esta parábola Nuestro Señor quiso mostrar el modo en que iba a difundirse la prédica del Evangelio. A pesar de que sus discípulos eran los más débiles y humildes, poseían un gran poder interior, y su prédica se extendió por todo el mundo.»  La Iglesia de Cristo, en un principio pequeña e inadvertida para el mundo, se expandió por la tierra de tal manera que una multitud de naciones se cobija bajo su amparo, como los pájaros en las ramas de un árbol de mostaza. Precisamente lo mismo ocurre con el alma de cada ser humano: el soplo de la gracia de Dios, inicialmente apenas perceptible, envuelve el alma cada vez mas, hasta que ésta se convierte en receptora de abundantes virtudes.

 

Parábola sobre la levadura

(Lucas 13:18-19; Mateo 13:31-32; Marcos 4:30-32)

La parábola acerca de la levadura tiene el mismo significado que la parábola anterior. Dice san Juan Crisostomo: «como la levadura da sus propiedades a una gran cantidad de harina, así vosotros (los Apóstoles) habéis de transfigurar al mundo entero.» De igual modo ocurre en el alma de cada individuo miembro del Reino de Cristo: el poder de la gracia invisible comienza gradual pero activamente a posesionarse de todos los poderes de su espíritu, y santificándolo, lo transfigura. Algunos interpretan que las tres medidas de harina son las tres potencias del alma: mente, sentimiento y voluntad.

El camino estrecho que lleva al Reino de Dios

(Lucas 13:22-30)

Camino de Galilea hacia Jerusalén un hombre le hizo a Jesús la siguiente pregunta: «¿Señor, son pocos los que se salvan?« Esta pregunta tiene en cuenta la importancia de algunas exigencias de Jesucristo el Salvador para quienes desean acceder al Reino del Mesías. Jesús respondió con dureza y severidad no sólo a quien le había formulado la pregunta sino a todos los presentes: «Procurad entrar por la puerta estrecha…» — imagen usada con frecuencia por el Señor. El Reino del Mesías, la Iglesia de Cristo, es presentada aquí como una casa que además de una entrada principal cuenta con una puerta estrecha a través de la cual se permite el ingreso sólo ocasionalmente. Muchos querrán entrar por esta puerta angosta pero será inútil pues su moral está en extremo deteriorada e incontables son sus prejuicios en relación con el Reino del Mesías. La importancia de esta analogía reside en que los judíos de aquella época, gracias a los tan difundidos prejuicios de los fariseos, estaban poco capacitados para atravesar la puerta estrecha que en verdad consiste en el arrepentimiento y la abnegación. «Una vez que el Dueño de la casa se levanta y cierra la puerta…» Aquí Dios es representado por el Dueño de casa que está sentado y esperando a sus amigos para cenar; luego se levanta y cierra la puerta de su casa impidiendo el ingreso a los extraños. Esta es una imagen del Juicio del Señor sobre cada ser humano y la humanidad toda luego de Su Segunda Venida. Quienes se encuentren fuera de los aposentos en los que se lleva a cabo la cena del Señor con sus amigos son indignos de la comunión beatífica con Dios. Para ellos será tarde por mas que se muestren arrepentidos y deseosos de entrar. No hay arrepentimiento posible después de la muerte. Los que han sido arrojados fuera dirán: «Hemos comido y bebido en tu compania y Tu mismo has predicado en nuestras plazas.» Aquellos que no se hicieran dignos de participar en la cena le recordarán al Dueño de casa que ellos son sus conocidos; alguna vez fueron extraños seguidores de la enseñanza de Cristo pero no fueron verdaderos cristianos y por ello serán apartados. «Nosotros comimos y bebimos en tu compania y en nuestras calles Tu nos has enseñado.» Estas palabras se aplican especialmente y en sentido literal a los judíos, quienes rechazaron a su Mesías y con ello perdieron el derecho de ingresar al Reino de Cristo. Recién entenderán su error al producirse la Segunda Venida de Cristo, pero será tarde ya y recibirán por respuesta: «No sé de dónde sois…» «Apártense de Mí todos los que han obrado la maldad…» En el Reino del Mesías, el lugar de los judíos apartados será tomado por los gentiles provenientes desde todos los confines de la tierra que confesaron su fe en Jesucristo. «Estos últimos serán los primeros y hay primeros que serán últimos.» Los judíos se consideraban «los primeros» pero como rechazaron al Mesías serán «los últimos.» Los gentiles a quienes se consideraba como «los últimos» serán «los primeros» en el Reino de Cristo. Del mismo modo, quienes se contaban entre los «primeros» pero que en verdad no observaron como corresponde los mandamientos de Cristo serán «los últimos» en el Juicio Final; en cambio quienes fueron objeto de desprecio serán «los primeros.»

Arzobispo Averky Tauchev (ruso-ortodoxo), «Guia para el Estudio de los Cuatro Evangelios»

«El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe …» (Marcos 9:33-41)

Lad de små børn komme til Mig (Dejad que los niños vengan a Mí), Carl Bloch (danés, siglo XIX)

Lad de små børn komme til Mig (Dejad que los niños vengan a Mí), Carl Bloch (danés, siglo XIX)

Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos les dijo: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió.

Juan le dijo: Maestro, vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre, y que pueda enseguida hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está. Porque cualquiera que os dé de beber un vaso de agua, por razón de vuestro nombre, ya que sois seguidores de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

 

La Bibila de Las Americas*
* 8:38 vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre.  LBLA omite y no viene con nosotros.
 8:41 … cualquiera que os dé de beber un vaso de agua, por razón de vuestro nombre ...
El griego es  Ὃς γὰρ ἂν ποτίσῃ ὑμᾶς ποτήριον ὕδατος ἐν ὀνόματί μου, que corresponde mejor a la RVR:Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre [ἐν ὀνόματί μου] …

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
9:33
18:1-5 9:34-37  9:46-48
9:38-40 9:49-50
10:42 9:41

 


Comentario

 

En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos? (Mateo 18:1).

Sentían al modo humano, como lo significa el evangelista al decir: En aquel momento. Es decir, en el punto en que Cristo honró a Pedro más que a todos los otros. Pues siendo entre Santiago y Juan uno de ellos primogénito, Jesús a los otros dos no los honró de manera semejante con tal honor Avergonzados de esto, manifiestan la conmoción de su ánimo. Pero no dicen abiertamente: ¿por qué has preferido a Pedro a nosotros? ¿acaso él es mayor que nosotros? No se atreven a eso; sino que hacen la pregunta en un modo indeterminado: ¿Quién será más grande?

Cuando vieron los discípulos que Cristo prefirió aquellos tres a los demás, no sufrieron esa conmoción de ánimo; pero cuando a uno solo tanto lo honró, entonces se dolieron. Ni sólo eso, sino que juntando otras muchas cosas, se inflamaron de envidia. Pues Jesús había dicho a Pedro: Te daré las llaves [Mateo 16:19] y bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás [Mateo 16:17], y ahora le dice: Paga por mí y por ti [Mateo 17:26]; y finalmente les hería también la libertad de hablar que usaba Pedro. Y si Marcos no dice que lo preguntaran sino únicamente que así lo pensaban en su interior [Marcos 9:34], eso no se opone a la narración de Mateo. Porque es verosímil que hicieran ambas cosas; y que en otras ocasiones una y dos veces lo pensaran pero ahora sí lo dijeran y juntamente lo pensaran.

Pero tú no te fijes únicamente en este defecto, sino piensa, por otra parte, que ellos en esta ocasión no buscaban nada de lo de este siglo y en que además luego quitaron este defecto y mutuamente se cedían unos a otros el puesto primero. Nosotros, en cambio, no alcanzamos a llegar ni siquiera a esa clase de defectos de ellos, ni andamos investigando quién será mayor en el reino de los cielos, sino quién lo será acá en el reino de la tierra y quién más opulento y quién más poderoso. Y ¿qué hace Cristo? Descubre la conciencia de ellos y responde no únicamente a sus palabras, sino también a sus sentimientos. Y él, habiendo llamado a un niño lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis como este niño no entraréis en el reino de los cielos [Mateo 18:2-3].

Como si les dijera: Vosotros inquirís quién será mayor en el reino de los cielos y contendéis acerca de la primacía; pero yo digo a quien no se humillare que no es digno del reino de los cielos. Bellamente pone el ejemplo: ni solamente lo pone, sino que trae al niño al medio para persuadirlos y exhortarlos con la presencia misma del niño a que sean sencillos y humildes. Porque el niño está libre de envidia, de vanagloria, del anhelo de primacías y sobre todo posee esa virtud que llamamos sencillez y humildad.

De modo que para entrar al reino de los cielos se necesita no únicamente fortaleza y prudencia, sino además sencillez y humildad. Pues aun en las cosas más importantes, si faltan esas virtudes, queda fallo lo que toca a nuestra salvación. El párvulo, ya sea que se le injurie, ya sea que se le alabe, ahora se le azote, ahora se le honre, ni se cree indigno y se aira ni se deja llevar de la envidia ni se ensoberbece. ¿Observas cómo de nuevo Cristo nos pone delante ejemplos tomados de las cosas de la naturaleza; y nos declara que tales virtudes pueden obtenerse mediante los propósitos de la voluntad, y echa de este modo por tierra la dañosa locura de los maniqueos? Pues si la naturaleza es mala ¿por qué Cristo toma de ella los ejemplos de virtud? Yo pienso que puso en medio de los discípulos a un parvulito libre de todas esas enfermedades del alma. Porque en los parvulitos no tienen lugar ni la arrogancia ni la vanagloria ni la envidia ni las querellas ni otras enfermedades semejantes. Tienen en cambio por su propio natural muchas virtudes como son la sencillez, la humildad, el estar ajenos a la turba de negocios, el no ensoberbecerse de nada: cosas en que hay una doble virtud, porque las poseen y no se ensoherbecen por tenerlas. Por tal motivo tomó Jesús al infante y lo puso en medio.

Pero no terminó con eso su discurso, sino que continuó en la amonestación y dijo: Y el que recibiere a un niño como éste, a mí me recibe. Como si les dijera: no únicamente recibiréis gran premio si sois como este infante, sino también, si, por mí, honráis a otros que le sean semejantes, os retribuiré con el reino. Y añadió lo que es más al decir: A mí me recibe. Como si dijera: En modo tan grande me alegro con la humildad y la sencillez. Y llama aquí pequeños a los hombres tan sencillos y humildes que muchos los tienen por bajos y despreciables. Y enseguida, para más confirmar su doctrina, la refuerza poniendo delante no sólo los premios sino también los castigos. Pues dice: Y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de molino de asno y lo hundieran en el fondo del mar.

Porque así como aquellos, dice Jesús, que por mí honran a estos pequeños, poseerán el cielo y un premio mayor que un reino, así los que los deshonran (pues esto significa escandalizarlos), sufrirán penas terribles. Y si al escándalo lo llama deshonra e injuria, no te admires, pues muchos a causa de su pusilanimidad han sufrido escándalo por haber sido menospreciados e injuriados. Para poner como de bulto el crimen, hace referencia al daño que se sigue de él. En cambio, no explica del mismo modo el castigo, sino que manifiesta cuánto sea intolerable por comparación con las cosas que nos son conocidas. Cuando quiere impresionar los ánimos rudos pone ejemplos de las cosas que caen bajo el dominio de los sentidos.
– San Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San MateoHomilía LVIII

 

 


Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena. Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemara.  Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros. Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos en todo, que sean complacientes, no contradiciendo, no defraudando, sino mostrando toda buena fe, para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador en todo respecto.

Tito 1:15-2:10, LBLA

 

Las lecturas son del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa para el 19 de diciembre 2014

 

«Pero yo os digo que Elías ya ha venido» (Marcos 9:10-16)

La predicazione di San Giovanni Battista nel deserto, Massimo Stanzione (italiano, 1634)

La predicazione di San Giovanni Battista nel deserto, Massimo Stanzione (italiano, 1634)

Y se guardaron para sí lo dicho, discutiendo entre sí qué significaría resucitar de entre los muertos. Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero? Y El les dijo: Es cierto que Elías, al venir primero, restaurará todas las cosas. Y, sin embargo, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padezca mucho y sea despreciado? Pero yo os digo que Elías ya ha venido, y le hicieron cuanto quisieron, tal como está escrito de él.

Cuando volvieron a los discípulos, vieron una gran multitud que les rodeaba, y a unos escribas que discutían con ellos. Enseguida, cuando toda la multitud vio a Jesús, quedó sorprendida, y corriendo hacia El, le saludaban. Y El les preguntó: ¿Qué discutís con ellos?

 

LBLA

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
9:10
17:10-13 9:11-13
9:14-16

 


Comentario

 

Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero? (Mateo 17:10).

De modo que esto ellos no lo sabían por las Escrituras, sino que así lo contaban los escribas, y semejante opinión corría entre el vulgo, lo mismo que acerca de Cristo. Por eso decía la samaritana: Yo sé que el Mesías está por venir y que cuando venga nos hará saber todas las cosas [Juan 4:25]. Y los judíos preguntaban al Bautista: ¿Eres tú Elías o uno de los profetas? [Juan 1:21] Pues como ya dije, semejante opinión acerca de Elías y de Cristo andaba muy valida; sino que ellos no la interpretaban correctamente. Porque la Escritura refiere dos venidas de Cristo: la que ya be verificó y la que está por venir. A ambas se refiere Pablo cuando dice: Porque se ha manifestado la gracia salutífera de Dios a todos los hombres, enseñándonos a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo. Aquí tenemos la primera venida. Pero oye cómo declara luego la otra: Con la bienaventurada esperanza en la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Cristo Jesús [Tito 2:13].

También los profetas hablan de ambas venidas; y de una de ellas, que es la segunda, dicen que tendrá como Precursor a Elías. Precursor de la primera fue el Bautista, al cual Cristo lo llamaba Elías, no porque fuera Elías, sino porque tenía un ministerio como el de Elías. Pues así como Elías será precursor de la segunda venida, así Juan lo fue de la primera. Pero los escribas, confundiéndolo todo y pervirtiendo la opinión popular, se fijaron únicamente en Elías, el Precursor de la segunda venida; y así decían al pueblo: «Si éste fuera el Cristo, debía haberlo precedido Elías.»  Y este fue el motivo de que los discípulos preguntaran: ¿Cómo es, pues, que los escribas dicen que Elías ha de venir primero?

Por la misma causa los fariseos enviaron mensajeros al Bautista para preguntarle: ¿Eres tú Elías o uno de los profetas? [Juan 1:21] sin mencionar la primera venida. ¿Cómo resolvió Cristo la cuestión? Respondiendo que Elías ciertamente vendrá antes de su segunda venida; pero que ya vino también, llamando así al Bautista. Como si dijera: Juan vino ya como vendrá Elías; pero si preguntáis del Tesbita, ese ya vendrá. Y por esto dijo: Elías vendrá y restablecerá todo. ¿Qué es ese todo? Lo que dijo el profeta Malaquías: He aquí que yo enviaré a Elías Tesbita, el profeta, antes que venga el día de Yavé, grande y terrible. El convertirá el corazón de los padres a los hijos, no sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema [Malaquías 4:5-6 LXX]*

¿Observas la exactitud de la predicción profética? Como Cristo había llamado Elías a Juan, a causa del parecido en el ministerio, a fin de que no pensaras que éste era también el que el profeta predecía, notó la patria añadiendo el Tesbita. Ahora bien: el Bautista no era Tesbita. Además el profeta añadió otra cosa notable cuando dijo: No sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema, con lo que declaró lo terrible del segundo advenimiento. Porque en el primero no vino a entregar la tierra al anatema. Pues él mismo dice: No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo [Juan 12:47]. De modo que esto lo dice aludiendo al Tesbita que ha de aparecer antes de la venida de Cristo para el juicio. Y añade el motivo por el que vendrá. ¿Cuál es? Para inducir a los judíos a creer en Cristo, no sea que cuando El llegue perezcan todos en absoluto. Y Cristo, recordando esas cosas, dice: Restablecerá todo [Mateo 17:11]. O sea que enmendará la incredulidad de los judíos que para entonces queden; de modo que se expresó exactísimamente. Porque no dijo el profeta: Convertirá el corazón de los hijos a los padres, sino de los padres para con sus hijos. Siendo los judíos los padres de los apóstoles, eso significa que convertirá el corazón de los judíos a los dogmas y enseñanzas de los apóstoles; o sea que convertirá a ellos el linaje judaico.

Sin embargo, yo os digo: Elías ya vino y no lo reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron. De la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista [Mateo 17:12-13].

Aunque esto no lo decían ni los escribas ni la Escritura, sin embargo, los discípulos por estar ya más despiertos y poner mayor atención a lo que se les decía, pronto lo entendieron. ¿Por dónde vinieron a entenderlo? Ya les había dicho: El es Elías que está a punto de venir [Mateo 11:14]; luego les dice: Ya vino; y de nuevo: Elías vendrá y restablecerá todo. No te turbes ni vayas a sospechar que hay contradicción en lo que dice cuando afirma ahora que ya vino, ahora que está por venir. Todo ello es verdad. Porque cuando dice que Elías vendrá y restablecerá todo, habla del mismísimo Elías y de la futura conversión de Israel. Y cuando dice: El es el que va a venir, dice que Juan es Elías a causa de lo parecido del ministerio.

Del mismo modo los profetas a cualquier rey esclarecido lo llaman David; y a los judíos los llaman príncipes de los sodomitas [Isaías 1:10] y también hijos de los etíopes [Amós 9:7]; y lo hacen por la semejanza de costumbres. Porque así como Elías será Precursor en la segunda venida, así lo fue Juan en la primera. Ni es ésta la única razón de que a Juan lo llame Elías, sino también para manifestar su pleno acuerdo con la Ley Antigua, y que lo de su segundo advenimiento es una verdadera profecía. Por esto añade: Vino y no lo reconocieron, antes hicieron con él lo que quisieron [Mateo 17:12]. Pero ¿qué significa: lo que quisieron? Es decir, lo encarcelaron, lo afrentaron, lo mataron, trajeron en una bandeja su cabeza. Y así de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos [Mateo 17:12].

¿Adviertes cómo oportunamente les trae a la memoria su Pasión, y los consuela grandemente con lo de la Pasión de Juan? Ni lo hizo únicamente por este capítulo, sino haciendo enseguida grandes milagros. Cuando habla de su Pasión, al punto obra prodigios; y lo mismo hace antes y después de hablar de ella, como con frecuencia se observa. Pues dice el evangelista: Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y ser muerto y padecer mucho [Mateo 16:21]. Entonces. ¿Cuándo? Cuando ya quedó claro ser él el Cristo e Hijo de Dios. Y también en el monte cuando les puso delante aquella visión admirable en la que los profetas hablaban de su gloria, El les recordó su Pasión. Porque Juan, una vez que refirió la historia del hecho, añade: Así el Hijo del hombre ha de padecer de parte de ellos.

Y no mucho después, cuando echó el demonio que los discípulos no habían podido expulsar, cuando volvía a Galilea, dijo Jesús, según narra el evangelio: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores que lo matarán, y al tercer día resucitará [Mateo 17:23]. Procedía así con el objeto de que la magnitud de los milagros disminuyera el exceso del dolor y del todo los consolara; así como ahora, trayéndoles al recuerdo la muerte de Juan, los consoló grandemente. Y si alguno preguntara ¿por qué ahora no resucita a Elías y lo envía, siendo así que tantos y tan grandes beneficios testifican su venida? Respondemos que fue porque aún ahora, creyendo ellos que Jesús era Elías, sin embargo no se convirtieron. Porque dicen los discípulos: Unos dicen que eres Elías, otros que Jeremías [Mateo 16:14]. Entre Juan y Elías no había diferencia sino del tiempo.

Preguntarás: entonces ¿cómo después sí creerán? Ciertamente Elías lo restablecerá todo, no únicamente porque se le reconocerá, sino porque la gloria de Cristo que se extenderá en gran manera y se aumentará, hasta aquel día, brillará más espléndida que el sol. De modo que cuando él venga, habiendo ya precedido tan grande estima y expectación, predicando io mismo y anunciando a Jesús, más fácilmente aceptarán sus palabras. Y cuando dice no lo reconocieron [Lucas 12:24], parece en cierto modo excusarlos; y los consuela no únicamente de este modo, sino además demostrando que El padecerá injustamente; y también como ocultando esas cosas tristes con dos milagros: el que hizo en el monte y el que hará enseguida.

Después de oírlo, ya no le preguntan cuándo vendrá Elías, ya fuera por la tristeza de la futura Pasión, ya porque se apoderó de ellos el temor. Pues con frecuencia, cuando advierten que El no quiere hablar claramente, ellos callan. Así pues, como estando en Galilea les dijera: El Hijo del hombre tiene que ser entregado y le darán muerte, y al tercer día resucitará, el evangelista añade: Y se pusieron muy tristes [Mateo 17:22-23]. Así lo dan a entender dos evangelistas. Marcos dice: Y ellos no entendían esas osas, pero temían preguntarle [Marcos 9:32]. Y Lucas: Pero ellos no sabían lo que significaban aquellas palabras, que estaban veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas [Lucas 9:45].

– San Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San MateoHomilía LVII

 

* Crisóstomo está citando la versión de la Septuaginta de de Malaquías.  el Texto Masorético omite la referencia a Elías como Tesbita [Malaquías 4:5].

 


Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos*en cada ciudad como te mandé, esto es, si alguno es irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía. Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo, reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen. Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión, a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando, por ganancias deshonestas, cosas que no deben. Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero. Por eso, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe, no prestando atención a mitos judaicos y a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena. Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina.

(2 Timoteo 4:9-22, LBLA)

 

 

Las lecturas tomadas del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa de 18 de diciembre 2014