«Todas las generaciones me tendrán bienaventurada» (Lucas 1:39-49,56)

La imagen más antigua de la Virgen María, pintados por los cristianos perseguidos en Roma en los años 200, la Catacumba de Priscilla

La imagen más antigua de la Virgen María, pintada por los cristianos perseguidos en Roma en los años 200, la Catacumba de Priscilla

En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor.

 

Entonces María dijo:

Mi alma engrandece al Señor,

Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán bienaventurada.

Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es su nombre.

Y María se quedó con Elisabet como tres meses, y después regresó a su casa.

 

 

Lucas 1:39-49,56, La Biblia de las Américas

 


 

Comentario

 

Desde los primeros tiempos del Cristianismo, la Santísima Virgen María fue venerada por los cristianos por Sus grandes virtudes, por ser Ella la elegida Divina y por Su ayuda a los necesitados.

La glorificación de la Virgen María se inició desde el momento en que el Arcángel Gabriel la saludó con las palabras: «¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! ¡Bendita Tú eres entre todas las mujeres!», con las que le comunicó el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Con este mismo saludo y con el agregado de la frase: «Bendito es el fruto de tu vientre,» la recibió su prima, la santa Elizabeth, a la cual el Espíritu Santo le reveló que estaba ante la presencia de la Madre de Dios (San Lucas 1:28-42).

En la Iglesia cristiana, la veneración piadosa de la Santísima Virgen María se evidencia por la cantidad de festividades, con las cuales la Iglesia conmemora distintos acontecimientos de la vida de la Santísima Virgen.

Los grandes padres y maestros de la Iglesia componían en honor a la Virgen María cánticos de alabanzas, «Akathistos» (himnos de glorificación en los que hay permanecer de pie), pronunciaban palabras inspiradas… Teniendo en cuenta esta veneración devota de la Santísima Virgen, es gratificante y constructivo saber cómo vivía, cómo se preparaba y cómo alcanzó una altura espiritual como para convertirse en el receptáculo del Verbo de Dios.

Las escrituras del Antiguo Testamento, al predecir la Encarnación del Hijo de Dios, también se referían a la Virgen María. Así, la primera promesa de Expiación que le fue dada al hombre caído en el pecado incluye una profecía sobre la Santísima Virgen en las palabras de reproche dirigidas a la serpiente: «Y enemistad pondré entre tú y la Mujer y entre tu simiente y la Simiente Suya» (Génesis 3:15). La profecía sobre la Virgen María consiste en que el futuro Redentor se menciona aquí como Simiente de Mujer, mientras que en todos los otros casos se alude a los descendientes como simiente de algún antecesor masculino. El profeta Isaías aclara esta profecía, indicando que la Mujer que dará a luz al Mesías – Emanuel será virgen: «El propio Señor les dará la señal» les dice el profeta a los poco creyentes descendientes del rey David, «He aquí que, una Virgen llevará en su seno y concebirá a un Hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios con nosotros» (Is. 7:14). Aunque la palabra «Virgen» le parecía inadecuada a los antiguos hebreos porque el nacimiento supone necesariamente una relación matrimonial, no osaron, sin embargo, reemplazar la palabra «Virgen» por otro término, como por ejemplo, «Mujer.»

– Obispo Alejandro Mileant (ortodoxo ruso), (tr. por Natalia Hasapov)

(http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/maria_s.htm)

 


Dijo el padre Antonio: «Vi tendidas sobre la tierra todas las redes del Maligno, y dije gimiendo: ‘¿Quién podrá escapar de ellas?’ Y oí una voz que me dijo: ‘La humildad.'»

– de Las Palabras de Los Ancianos del Desierto


«Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:25-35)

Cristo Pantocrator, Iglesia del Santo Sepulcro, Jerusalén

Cristo Pantocrator, Iglesia del Santo Sepulcro, Jerusalén

Grandes multitudes le acompañaban; y El, volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar.” ¿O qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación y pide condiciones de paz.

 

Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo. Por tanto, buena es la sal, pero si también la sal ha perdido su sabor, ¿con qué será sazonada? No es útil ni para la tierra ni para el muladar; la arrojan fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.

 

Lucas 14:25-35, La Biblia de las Américas

 


 

Explicación

 

Amándonos El con tan grande vehemencia, quiere ser de nosotros amado con la misma. Semejantes discursos levantaban el ánimo de los apóstoles y lo hacían más elevado. Porque se decían: si el vulgo ha de menospreciar a los parientes, hijos y padres ¿cuáles conviene que seamos nosotros que somos los maestros? Puesto que todas esas duras dificultades no se limitarán a vosotros, sino que pasarán a otros. Y pues viaje acá tan grandes bienes, exijo gran obediencia y cariño. El que ama al padre o a la madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.

¿Has observado la autoridad del Maestro? ¿Ves cómo se muestra genuino Hijo del Padre, al ordenar que todo quede bajo sus pies y que a todo se anteponga su caridad? Pero ¿qué digo? Es como si dijera: si amigos y parientes y tu misma alma los antepones a mi amor, estás muy lejos de ser mi discípulo. Pero ¿acaso estas cosas no son contrarias a la Ley Antigua? ¡De ningún modo! Al revés: concuerdan muy bien con ella. Porque en ésta no solamente se odiaba a los idólatras, sino que se ordenaba lapidar al idólatra. Y en el Deuteronomio, admirándose de los que cultivan la verdad, se dice: El que dijo a su padre o su madre: no te conozco y a sus hermanos no consideró; y desconoció a su hijo por haber guardado tu palabra [Deuteronomio 33:9]. Y si Pablo da muchos preceptos acerca de los padres y manda que en todo se les obedezca, no te admires [Efesios 6:1]. Porque en todo eso, solamente manda que se les obedezca en lo que no se opone a la piedad para con Dios; y en todo lo demás es cosa santa procurarles todo honor. Pero cuando exigen más de lo que conviene, no se ha de obedecer. Por esto dice Lucas: Si alguno viene a Mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. No manda simplemente aborrecer, cosa que sería el colmo de la iniquidad; sino que si ellos quieren que los ames más que a Mí, por este motivo aborrécelos. Lo contrario perdería al que ama y al amado.

Decía esto Cristo para hacer a los hijos más fuertes y a los padres que quieran servir de impedimento, más mansos. Así los padres, viendo que él tiene tanta fuerza y potestad que puede separarles y arrancarles a sus hijos, no intentarán lo que no debe ser, y desistirán. Y habla solamente con los hijos, dejando a un lado a los padres, a quienes aparta de sus inútiles pretensiones. Pero luego, para que éstos no se indignaran ni lo llevaran a mal, mira a dónde endereza su discurso. Una vez que dijo: El que no aborrece a su padre y a su madre, añadió: más aún: a su propia alma.

Como si dijera: ¿para qué me alegas que son tus padres, hermanos, hermanas o esposa? Nada hay más unido contigo que tu alma; y sin embargo, si no la aborreces, todo se volverá contra lo que tú amas. Y no ordenó simplemente aborrecerla, sino en tal forma que se la entregue a los combates, a las batallas, a la muerte y sangre. Pues dice: El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. No dice tan sólo que ha de estar preparado a la muerte, sino a una muerte violenta, y no sólo violenta, sino ignominiosa.

– San Juan Crisóstomo (siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía XXXV (tr. por Padre Rafael Ramírez Torres, SJ)

(http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/ewe.htm#bi)

 


El padre Pambo preguntó al padre Antonio: «¿Qué debo hacer?» El anciano le dice: «No confíes en tu justicia, no te preocupes de lo que pasa y sé continente con la lengua y con el vientre.»

– de Las Palabras de Los Ancianos del Desierto


«¿Pensáis que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división» (Lucas 12:48-59)

Icono del Cristo Pantocrator, Monasterio de Hilander, Monte Athos, Grecia

Icono del Cristo Pantocrator, Monasterio de Hilander, Monte Athos, Grecia

A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán.

Yo he venido para echar fuego sobre la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido! Pero de un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división. Porque desde ahora en adelante, cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos y dos contra tres. Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.
cf Mat 10:34-36

Decía también a las multitudes: Cuando veis una nube que se levanta en el poniente, al instante decís: “Viene un aguacero”, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: “Va a hacer calor”, y así pasa. ¡Hipócritas! Sabéis examinar el aspecto de la tierra y del cielo; entonces, ¿por qué no examináis este tiempo presente?
cf Mat 16:2-3

¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Porque mientras vas con tu adversario para comparecer ante el magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te eche en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado aun el último centavo.


 

Comentario

 

No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre serán los de su misma casa [Mateo 10:34].

Otra vez anuncia cosas laboriosas y con grande autoridad; y de antemano predice lo que después habían de objetar. A fin de que, tras de oír semejantes cosas, no le dijeran: ¿Para esto has venido, para darnos muerte lo mismo que a quienes nos han hecho caso y para llenar de guerras el orbe? El se adelanta y dice: No penséis que he venido a poner paz en la tierra. Entonces ¿por qué mandó a los apóstoles que entrando en una casa dieran la paz? ¿Por qué los ángeles decían: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz? [Lucas 2:14] ¿Por qué los profetas todos predijeron la paz? Pues porque precisamente eso es sobre todo la paz: el cortar lo enfermo, el separar lo que disiente. Y así puede juntarse el cielo con la tierra.

El médico conserva sano el cuerpo cuando corta de él lo insanable; y el jefe hace lo mismo cuando empuja a separarse a quienes han iniciado juntas perniciosas. Así sucedió en la famosa torre de Babel: la concordia para el mal no se curó sino con una buena discordia, y así volvió la paz [Genesis 11:7,8]. Igualmente Pablo apartó a los que en su contra habían hecho juntas y concordia [Hechos 23:6,7]. Y en el caso de Nabot la junta y concordia fue más desastrosa que cualquier guerra [1 Reyes 21]. De manera que no siempre es laudable la concordia, pues también los ladrones forman entre si concordia. En conclusión, la guerra no brota de parte de Cristo, sino de la mala voluntad de los otros. El, por su parte, quería que todos estuvieran concordes en la piedad y religión; mas como ellos disentían, de ahí nacía la guerra.

Pero no es ese el sentido de lo que dijo Cristo. ¿Qué fue lo que dijo? Para cosolar a los discípulos les dijo: No vine a poner paz. Como si dijera: no penséis que sois vosotros la causa de esas guerras; soy yo quien las determina a causa de la disposición de ánimo que el mundo tiene. No os turbéis pues como de cosas inesperadas. Para esto vine Yo: para provocar la guerra, y esta es mi voluntad. No os turbéis al ver que la tierra, como si le pusieran asechanzas, se llena de guerras. En cuanto fuere separado lo que es de mala calidad, entonces lo que es de mejor calidad se adherirá al cielo. Se lo dice para fortalecerlos contra la mala opinión de muchos.

Y no dijo guerra, sino espada, que es mucho peor. Ni te admires de que tales sentencias encierren trabajo y suenen ingratas al oído. Queriendo ejercitarlos mediante la aspereza de tales palabras para que no volvieran atrás al ihallarse en medio de las dificultades, dispuso tales expresiones. Y para que nadie dijera que hablaba por divertir y ocultando lo difícil de la empresa, explicó de un modo más terrible y acerbo las cosas que podían decirse de otra manera. Al fin y al cabo, es mejor la suavidad en las obras que en las palabras.

Por lo cual, no se contentó con eso, sino que, declarando el modo de las guerras, dejó ver que eran más terribles con mucho que cualquier guerra civil. Les dice: He venido a separar al hombre de su padre y a la hija de su madre y a la nuera de su suegra. Como quien dice: se levantarán no sólo los amigos y conciudadanos, sino los parientes unos contra otros; y la naturaleza misma se rasgará con la guerra. De modo que la guerra estallará no únicamente entre los domésticos sino aun entre los que son amiguísimos y están unidos con el más estrecho parentesco. Pero esto sobre todo manifiesta su poder: que los discípulos, oyendo tales cesas, las aceptaran y las persuadieran a los demás.

En realidad tales guerras no las hará El mismo, sino la perversidad del hombre; sin embargo dice que El las hará. Porque es costumbre de las Sagradas Escrituras hablar así. En otra parte dicen: Les dio Dios ojos para que no vieran? Pues del mismo modo aquí habla, para que ellos, recordando las palabras que cité más arriba, no se turbaran al ser acometidos con oprobios e injurias. Y si algunos tienen estas cosas por pesadas, recuerden la historia antigua. Pues allá en los primeros tiempos sucedió lo mismo; cosa que, por otra parte, demuestra la afinidad de la Ley Antigua con la Nueva, y que es uno mismo el Legislador de ambas

– San Juan Crisóstomo (siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía XXXV (tr. por Padre Rafael Ramírez Torres, SJ)

(http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/ewe.htm#bi)

 


Dijo el padre Antonio al padre Poemen: «Esta es la obra grande del hombre: echar sobre sí el propio pecado ante Dios y esperar tentaciones hasta el último aliento.

– de Las Palabras de Los Ancianos del Desierto