El Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32)

De terugkeer van de verloren zoon,  Rembrandt van Rijn (1668)

De terugkeer van de verloren zoon, Rembrandt van Rijn (1668)

También dijo: Un hombre tenía dos hijos;y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

 

Reina Valera Revisada (1960)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
15:11-16:12

 


Comentario

Esta parábola complementa la precedente [La oveja extraviada, Lucas 15:1-7] debido a su segundo aspecto el cual consiste en la salvación del hombre que vuelve voluntariamente hacia su Padre Celestial. En la primer parábola se habla sobre el Salvador que busca al pecador para ayudarle y en la segunda parábola, sobre el esfuerzo de la persona necesario para la unión con Dios.

En esta parábola se ofrecen ciertas características de la vida terrenal del pecador. Estando aferrado por mucho tiempo a los placeres terrenales recapacita después de muchos errores y caídas, o sea, comienza a reconocer todo el vacío y las impurezas de su vida y arrepintiéndose toma una firme decisión de volver a Dios. Esta parábola es muy vital del punto de vista psicológico. El hijo pródigo pudo realmente apreciar la felicidad de estar reunido devuelta con su padre después de que él sufrió al máximo la separación con él. De la misma forma muchos comienzan a apreciar la relación con Dios en el momento que ellos llegan profundamente a sentir por dentro sus imperfecciones y sus vidas sin ningún objetivo. De este punto de vista, esta parábola verdaderamente muestra el lado positivo de la vida de las penas y disoluciones. El hijo pródigo seguramente nunca hubiese vuelto en sí, si no fuera por la pobreza y el hambre que despertaron en él la conciencia.

En esta parábola se habla en una forma alegórica sobre el amor de Dios con respecto a la gente, en el ejemplo del padre que sufre y sale a la calle todos los días con la esperanza de ver a su hijo volver. Las dos parábolas ya presentadas sobre la Oveja Extraviada y el Hijo Pródigo, hablan de lo importante que es para Dios la salvación del hombre. Al final de la parábola sobre el hijo pródigo (no descrita aquí) se cuenta sobre el hijo mayor que se encuentra descontento con respecto a su padre por haber perdonado al hermano menor. Jesucristo, asemeja al hermano mayor a los envidiosos escribas judíos. Por un lado ellos detestaban profundamente a los publicanos, fornicadores y otros pecadores sin querer tener con ellos ningún tipo de relación, y por otro lado, ellos protestaban de que Jesucristo hablaba con los pecadores tratando de ayudarlos a encaminarse. Esta misericordia de Cristo con respecto a los pecadores los enfurecía.

– Obispo Alejandro Mileant (Ruso, siglo XX), «Parábolas Evangélicas» (tr. por Nicolas Mitakys)

Presentación del Señor en el Templo (Lucas 2:22-40)

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Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, Le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos. Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del Niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por Él conforme al rito de la ley, él Le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:

Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos Tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.

Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de Él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el Niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él.

 

Reina Valera Revisada (1960)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
1:36-2:46

 


Comentario

Pasados ocho días y como lo establecía la ley de Moisés (Lev 12:3), el recién nacido fue circuncidado, imponiéndosele el nombre de Jesús, que significa Salvador, el mismo nombre que le fue dado por el Angel antes de que su madre lo hubiese concebido en su seno.

Según la ley de Moisés la mujer que daba a luz a un hijo varón era considerada impura por un periodo de cuarenta días (si engendraba una niña el término era de ochenta días). Al cuadragésimo día la madre debía presentar en el templo, como ofrenda en holocausto, un cordero de un año y, como ofrenda por el pecado, un pichón de paloma o de tórtola; en caso de pobreza, dos tórtolas o palomas, una por cada ofrenda. Acatando esta ley de purificación, la Santísima Virgen y José trajeron al Niño con ellos a Jerusalén para así pagar los 5 siclos establecidos. Según la ley vigente todos los primogénitos hebreos debían consagrarse al servicio de Dios en el templo, en conmemoración de la víspera del Exodo judío de Egipto, cuando el Angel del Señor exterminó a todos los primogénitos egipcios. Con el tiempo el servicio en el templo recayó en la tribu de Levi y los primogénitos quedaron eximidos de esa obligación mediante el pago de un tributo de 5 siclos de plata (Num 18:16). De la narración evangélica surge que la Santísima Virgen y José presentaron la ofrenda de la gente pobre: dos palomas.

¿Cuál era la necesidad de que Jesús fuese circuncidado y su Purísima Madre se sometiese a la ley de la purificación, si tanto la concepción como el Nacimiento del Señor fueron ajenos al pecado?. En primer lugar, para «cumplir con toda justicia» (Mt 3:15) y mostrar el ejemplo de perfecta subordinación a la ley de Dios. En segundo lugar, esto era imprescindible para el futuro ministerio del Mesías ante los ojos de Su pueblo pues, un incircunciso no podía integrar la comunidad del pueblo de Dios, no podía ingresar al templo ni a la sinagoga y como incircunciso El no hubiese tenido influencia sobre el pueblo ni hubiese sido reconocido como Mesías. De igual manera, su santa Madre no hubiese sido una auténtica israelita sin antes purificarse delante de los sacerdotes y el pueblo. El misterio de la concepción y del nacimiento no fue revelado a nadie salvo a la Virgen María y a José, por esa razón todo lo exigido por la ley debía cumplirse con exactitud.

En momentos en que la Madre de Dios presentaba su ofrenda y realizaba el pago del tributo, en el templo se encontraba un recto y piadoso anciano llamado Simeón, que aguardaba «la consolación de Israel,» es decir, al Mesías prometido por Dios, cuya venida traería el consuelo para su pueblo (ver Isaias 40:1). El Evangelista no brinda otros datos sobre Simeón, en cambio menciona que el Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte sin antes conocer a Cristo, el Señor, es decir, el «consuelo» anhelado por él. Una antigua tradición cuenta que Simeón fue uno de los 72 ancianos eruditos a quienes el rey egipcio Ptolomeo les había encomendado traducir los sagrados libros del Antiguo Testamento del hebreo antiguo al griego. Simeón debía traducir el libro del profeta Isaias. Al llegar al relato que anunciaba el nacimiento de Emmanuel de una Virgen (7:14), experimentó la duda. Entonces se le apareció un Angel para anunciarle que el no moriría hasta haber visto con sus propios ojos el cumplimiento de esa profecía. Inspirado por el Espíritu Santo el se acercó al altar de los holocaustos en el templo y, al ver a la Santísima Madre de Dios presentar al Niño reconoció en Él al Mesias-Cristo. Él lo tomó en sus brazos y sus labios pronunciaron una inspirada oración en agradecimiento a Dios por haberlo hecho digno de ver en la persona de ese Niño la salvación preparada para la humanidad.

«Ahora Señor permite a tu siervo partir en paz,» como diciendo: «en este instante ha sido cortado el lazo que me une a esta vida y Tu, Soberano, me liberas de ella hacia una nueva vida, «según Tu palabra,» conforme a lo revelado por Ti a través de tu Santo Espíritu, «en paz,» con plena tranquilidad espiritual, «pues mis ojos han visto la salvación,» la salvación prometida por Ti al mundo a través del Mesías Redentor, a quien ahora tengo el enorme gozo de contemplar ante mí; la salvación que preparaste ante la faz de todos los pueblos, no solo para los judíos sino para todas las naciones. Esta salvación es «luz para ser revelada a los gentiles» y para gloria del pueblo de Dios, Israel».

José y la Madre del Divino Niño estaban maravillados pues por doquier encontraban gentes a quienes Dios había revelado el misterio de este Niño. Entregando el Niño a su Madre, con una bendición para Ella y José, el anciano sobre quien reposaba el Espíritu Santo, anuncia que este Niño será motivo de contiendas entre sus seguidores y sus enemigos «pues serán descubiertos los pensamientos de muchos corazones.» Según el tipo de relación que cada uno entable con este Niño, así se exteriorizara la inclinación de su corazón y la disposición de su alma. El que ama la verdad y anhela cumplir la voluntad de Dios creerá en Cristo, mientras que el que ama la maldad y realiza obras de las tinieblas, aborrecerá a Cristo y para justificar su maldad contra Él, lo difamará por todos los medios. Esto se cumplió en escribas y fariseos, y continúa cumpliéndose en la actualidad en todos los ateos y enemigos de Cristo. Para aquellos que creen en Él «será puesto para resurrección,» es decir, para la salvación eterna; para los incrédulos exasperados contra Él «será puesto para la caída,» es decir, la condenación eterna, la eterna perdición. Simeón con una preclara visión espiritual anticipa los sufrimientos de la Santísima Virgen por su Hijo Divino: » y a ti misma una espada te atravesará el corazón».

Estaba presente también Ana, hija de Fanuel, a la que el Evangelista llama «profetisa» en virtud del don de la inspiración en la palabra otorgado por el Espíritu de Dios. San Lucas la elogia presentándola como una viuda honorable, consagrada a Dios luego de haber vivido con su marido solo siete años y habiendo llegado hasta los ochenta y cuatro años de edad sin apartarse del templo, «sirviendo día y noche entre ayunos y oraciones.» Ella al igual que Simeón, glorificaba al Señor y hablaba sobre aquel Niño en un estado de inspiración profética, repitiendo las palabras del anciano a todos aquellos que aguardaban la venida del Mesías, anticipando la liberación de Jerusalén. El Evangelista prosigue diciendo que una vez cumplido todo lo exigido por la ley, la Sagrada Familia retornó a Galilea, «a la ciudad de Nazareth.» Aquí san Lucas no menciona todo lo sucedido después de la Presentación en el Templo indudablemente porque san Mateo ya lo ha relatado en detalle: la adoración de los magos en Belén, la huida a Egipto, la matanza de los inocentes ordenada por Herodes, y el retorno desde Egipto después de su muerte. Entre los escritores de los libros sagrados es frecuente hallar similares síntesis narrativas.

– Arzobispo Averky Tauchev (Ruso, siglo XX), «Guia Para el Estudio de los Cuatro Evangelios»

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo …» (Lucas 3:1-18)

Juan Bautista, icono por Andrei Rublev (siglo XV, Rusia)

Juan Bautista, icono por Andrei Rublev (siglo XV, Rusia)

En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de la región de Iturea y Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, durante el sumo sacerdocio de Anás y Caifás,vino la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados; como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías:

VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: “PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS.

TODO VALLE SERA RELLENADO, Y TODO MONTE Y COLLADO REBAJADO; LO TORCIDO SE HARA RECTO, Y LAS SENDAS ASPERAS SE VOLVERAN CAMINOS LLANOS;

Y TODA CARNE VERA LA SALVACION DE DIOS.”

Por eso, decía a las multitudes que acudían para que él las bautizara: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Y las multitudes le preguntaban, diciendo: ¿Qué, pues, haremos? Respondiendo él, les decía: El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos recaudadores de impuestos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Entonces él les respondió: No exijáis más de lo que se os ha ordenado. También algunos soldados le preguntaban, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y él les dijo: A nadie extorsionéis, ni a nadie acuséis falsamente, y contentaos con vuestro salario. Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos se preguntaban en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, Juan respondió, diciendo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene El que es más poderoso que yo; a quien no soy digno de desatar la correa de Sus sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. El bieldo está en su mano para limpiar completamente su era y recoger el trigo en su granero; pero quemará la paja en fuego inextinguible. Y también con muchas otras exhortaciones Juan anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

 

La Bibila de Las Americas

 

*3:3 … predicando un bautismo de arrepentimiento por LBLA. Mas bien,… predicando EL bautismo de arrepentimiento [κηρύσσων βάπτισμα μετανοίας]

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
3:1-2 3:1-2 1:6-8; 3:23
3:3 1:3 3:3-6 1:23
3:7-10 3:7-9
3:10-15
3:11 1:7-8 3:16 1:15,26-27,30-31; 3:28
3:12 3:17-18

 


Comentario

Homilía por San Juan Crisóstomo (siglo IV)

Hubo un hombre enviado por Dios, llamado Juan  (Juan 1:6)

El Evangelista, en su doctrina sobre el Dios Verbo, puso las cosas más esenciales y necesarias; y procediendo por su orden, vino luego al Precursor del Verbo, llamado Juan. Pero tú, cuando oyes que fue enviado por Dios, piensa desde luego que nada de lo que dice lo dice al modo humano. Porque no dice cosas suyas, sino del que lo envía. Por tal motivo fue llamado ángel o enviado [ἄγγελος, angelos] [Malaquías 3:1]. El oficio del ángel o enviado es no decir nada suyo. Además, eso de hubo no significa que vino a la existencia, sino que se le dio una misión. Fue enviado por Dios es lo mismo que fue enviado de Dios. Yo pregunto: ¿cómo es que los herejes dicen que aquello de: Subsistiendo en la naturaleza divina [Filipenses 2:6] no se ha de entender de una igualdad del Hijo con el Padre, porque la palabra Dios no lleva artículo? Tampoco acá hay artículo alguno. Entonces ¿aquí no se refiere al Padre? Pero ¿qué diríamos del profeta que clama: He aquí que yo envié a mi mensajero para allanar el camino delante de ti [Malaquías 3:1, Marcos 1:2]? Ese mi y ti significan personas.

Este vino como testigo para dar testimonio de la luz (Juan 1:7).

Preguntará alguno: ¿Cómo es eso de que el siervo da testimonio del Señor? Pues bien: ¿no te admirarás más aún y dudarás cuando veas que no sólo es testificado por el siervo, sino que El mismo acude al siervo y es bautizado por el siervo, estando mezclado con los demás judíos? No conviene perturbarse ni alborotarse, sino más bien admirarse de la inefable benignidad del Señor. Si alguno duda y permanece turbado, el Señor le dirá lo que al Bautista: Déjame ahora hacer: pues así conviene que cumplamos toda justicia [Mateo 3:15]. Y si más aún se conturba, le añadirá lo que dijo a los judíos: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío [Juan 5:34]. Pero si Jesús no necesita de semejante testimonio, entonces ¿por qué Juan fue enviado por Dios? No fue porque Cristo necesitara de semejante testimonio: afirmarlo sería el colmo de la impiedad. Entonces ¿por qué? Juan mismo nos lo enseña cuando dice: Para que todos creyeran en El [Juan 1:7].

Cristo, habiendo dicho: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío [Juan 5:34], para no parecer ante los necios como contradiciéndose, ya que en una ocasión afirma: Es otro el que da testimonio de Mí y sé Yo que su testimonio es verdadero [Juan 5:32] refiriéndose a Juan; y en esta otra dice: Yo no necesito que un hombre testifique en favor mío, El mismo añadió la solución: Lo digo por vosotros, para que os salvéis [Juan 5:34]. Que es como si dijera: Soy Dios y verdadero Hijo de Dios y de su misma substancia inmortal y feliz, y no necesito del testimonio de ningún hombre. Pues aun cuando nadie quisiera testificarlo, no por eso sería yo en nada inferior en naturaleza al Padre. Mas como tengo el cuidado de muchos, me he abajado a esta humillación de dar el oficio de testificar de Mí a un hombre.

Atendiendo a la debilidad y bajas apetencias de los judíos, parecía que por este camino sería más fácil que creyeran en El. De manera que así como se revistió de carne para no descender al certamen en su manifiesta divinidad, lo que hubiera sido dar muerte a todos, así envió a un hombre como heraldo, para que escuchando ellos la voz de uno de su mismo linaje, más fácilmente se le acercaran los que entonces lo oyeran. No teniendo necesidad del testimonio del Bautista, cosa que sólo podía demostrarse apareciendo en clara substancia, con lo que habría espantado a todos, no procedió así, como hace un momento lo dije, pues a todos los hubiera perdido, por no poder nadie resistir la fuerza de aquella luz inaccesible. Tal fue el motivo de revestirse de carne y dar a uno de nuestros consiervos el oficio de testimoniar acerca de El; porque El todo lo hizo buscando siempre la salvación de los hombres. Por lo cual cuidó al mismo tempo de su propia dignidad y de la capacidad de entender de sus oyentes y de la utilidad de los mismos.

Dando a entender esto, decía: Esto lo digo por vosotros, para que seáis salvos. Y el evangelista, que dice lo mismo que afirma el Señor, una vez que dijo: Para dar testimonio de la luz, añadió: Para que por su medio creyeran todos en El [Juan 1:7]. Como si dijera: No pienses que vino Juan el Bautista para añadir algo a la fe en las palabras del Señor. No vino para eso, sino para que por su medio creyeran sus congéneres los judíos. Y que el evangelista lo haya dicho para suprimir esa imaginación, consta por lo que sigue. Pues añadió: No era él la luz [Juan 1:8]. Si no lo hubiera dicho con el objeto de apartar la imaginación que indiqué, resultaría inútil decirlo y más sería una repetición que no una explicación de la doctrina. Habiendo dicho ya: Fue enviado para que diera testimonio de la luz ¿por qué había de añadir: No era él la luz? No lo hizo sin causa y motivo. Lo que sucede es que como entre nosotros con frecuencia es de mayor dignidad el que testifica que aquel de quien testifica, por lo cual de ordinario se le juzga más digno de fe, para que nadie imaginara eso del Bautista, ya desde el principio lo excluye; y una vez corregido eso de raíz, declara quién es el que testifica y quién aquel del que da testimonio, y cuán grande es la diferencia entre ambos.

Hecho esto, y demostrada la incomparable excelencia del Verbo, prosigue confiadamente con lo demás. Rechazado ya con diligencia lo que de absurdo podría ocurrirse a los necios, se dedica a enseñar la doctrina fácilmente y sin tropiezo. Roguemos, pues, al Señor que, ya que poseemos la revelación de tantas y tan excelentes cosas, y juntamente la recta y sana doctrina, llevemos una vida pura y santa. Pues la doctrina de nada nos aprovecha sin las buenas obras. Aun cuando logremos una fe plena y una inteligencia clara de todas las Escrituras, si no tenemos el patrocinio de una vida buena, nada obstará para que caigamos en la gehenna del fuego y nos quememos para siempre en la llama inextinguible. Así como los que obraron el bien resucitarán para vida eterna, así los que se atrevieron a llevar una vida desordenada, resucitarán para un castigo sin acabamiento y eterno.

En consecuencia, empleemos todo nuestro empeño, para que la ganancia lograda mediante la fe correcta, no la perdamos a causa de la perversidad en nuestras obras; sino que tras de vivir acá piadosamente, nos presentemos confiados ante Cristo, felicidad que no tiene igual. Ojalá que nosotros, conseguido todo lo dicho, en todo procedamos para la gloria de Dios; al cual sea la gloria, juntamente con el Hijo Unigénito y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Homilías sobre el Evangelio de San JuanHomilía VI

«… y mandó matar a todos los niños que había en Belén …» (Mateo 2:13-23)

Le massacre des innocents, Paul Rubens (1611-12)

Le massacre des innocents, Paul Rubens (1611-12)

Después de haberse marchado ellos, un ángel del Señor se le apareció a José en sueños, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes va a buscar al niño para matarle. Y él, levantándose, tomó de noche al niño y a su madre, y se trasladó a Egipto; y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: DE EGIPTO LLAME A MI HIJO.

Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció en gran manera, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:

SE OYO UNA VOZ EN RAMA, LLANTO Y GRAN LAMENTACION; RAQUEL QUE LLORA A SUS HIJOS, Y QUE NO QUISO SER CONSOLADA PORQUE ya NO EXISTEN.

Pero cuando murió Herodes, he aquí, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque los que atentaban contra la vida del niño han muerto. Y él, levantándose, tomó al niño y a su madre, y vino a la tierra de Israel. Pero cuando oyó que Arquelao reinaba sobre Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y advertido por Dios en sueños, partió para la región de Galilea; y llegó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno.

 

La Bibila de Las Americas

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
2:7-23

 


Comentario

Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos, de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos [Mateo 2:16].

POR CIERTO, no convenía que él se irritara, sino más bien que temiera y se retrajera, y que entendiera que andaba intentando una empresa que no podría llevar a buen término. Pero no se detiene. Cuando el ánimo es malvado y no admite que se le cure, de nada sirve la medicina que Dios le apronta. Observa cómo insiste en sus propósitos y juntando muertes a muertes, mira cómo se arroja a toda clase de precipicios. Como si un demonio lo hiriera con esa envidia y furor, nada lo detiene, sino que se encoleriza contra la misma naturaleza; y la ira que había concebido contra los magos porque lo burlaron, la descarga sobre niños inocentes, empeñado allá en Palestina en un crimen parecido al que en otro tiempo se cometió en Egipto. Porque dice: Mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos, de dos años abajo, según el tiempo que cuidadosamente había inquirido de los magos.

Poned ahora diligente atención. Muchos hacen bromas acerca de estos niños, al mismo tiempo que representan la injusticia de lo hecho. Otros proponen sus dudas acerca de este punto con mayor modestia, otros con mayor audacia y aun con ira. Pues bien, para librar a unos de su locura y a otros de sus dudas, escuchadnos mientras discurrimos brevemente sobre el asunto. Si alegan que en realidad se descuidó la matanza de los niños, también deben acusar de negligencia a los soldados que custodiaban a Pedro [Hechos 12:19]. Pues del mismo modo que en este pasaje, por un niño que se escapa son castigados otros niños en vez del que se buscaba, así cuando Pedro fue librado de la cárcel y de las cadenas por el ángel, otro tirano, semejante al de este pasaje por el nombre y por las costumbres, lo buscó; y al no encontrarlo en su lugar dio muerte a los guardias que lo custodiaban.

Dirás: ¿A qué viene esto? ¡no es solución! ¡Más bien agrava la cuestión! Bien lo veo. Por eso expongo de una vez todo para dar luego una solución única. ¿Cuál es? ¿Qué solución que tenga probabilidad podemos presenciar? Que Cristo no fue la causa de la muerte de los inocentes, sino la crueldad del rey; del mismo modo que en el otro caso, tampoco lo fue Pedro para la muerte de los soldados, sino el furor loco de Herodes. Si éste hubiera visto taladrados los muros y derribadas las puertas, tal vez con derecho habría podido acusar de negligencia a los guardias que custodiaban al apóstol. Pero todo estaba intacto; las puertas estaban cerradas; las cadenas atadas a las manos de los guardias (pues había otros atados juntamente con Pedro). De manera que por estos indicios bien se podía pensar, si rectamente juzgaba, que había intervenido un poder no humano y de ningún modo un fraude; y que lo sucedido provenía de un poder maravilloso y divino; y así adorar a quien tal prodigio había hecho, en vez de dar muerte a los guardias. Dios de tal manera se había manejado que de nada sirvieran los guardias; y que más bien por medio de ellos llevara a Herodes al conocimiento de la verdad.

Si Herodes fue desagradecido y malvado ¿qué se puede achacar al sabido médico de las almas que todo lo hacía para beneficio de aquel príncipe que sufría la enfermedad de la desobediencia? Pues lo mismo debe decirse en nuestro caso. ¡Oh Herodes! ¿Por qué, burlado de los magos, te irritas? ¿Acaso no sabías que aquel nacimiento era divino? ¿No convocaste tú mismo a los príncipes de los sacerdotes? ¿no congregaste a los escribas? ¿No adujeron ellos, una vez llamados, ante tu tribunal al profeta que de antiguo lo había predicho? ¿No caíste en la cuenta de cuan bien consonaba lo antiguo con lo nuevo? ¿No escuchaste que una estrella se hizo sierva de los magos? ¿No te impresionó la diligencia de aquellos bárbaros? ¿No te admiraste de su confianza y libertad en expresarse? ¿No sentiste escalofrío al escuchar la profecía? ¿No consideraste que lo presente no era sino una consecuencia de lo antecedente? ¿Por qué no reflexionaste por todas estas circunstancias en que todo aquello sucedía no por engaños de los magos, sino por la divina virtud que todo lo provenía, como es conveniente que ella lo prevenga? Pero, aun siendo burlado por los magos ¿qué tenía que ver eso con los niños que para nada te habían dañado?

Bien está eso, dirás. Bien has demostrado ser Herodes sanguinario y que no tiene defensa posible. Y sin embargo, aún no has resuelto la objeción sobre la injusticia del hecho. Pues si Herodes obraba injustamente ¿por qué lo permitió Dios? ¿Qué responderé? Responderé lo mismo que no ceso de repetir continuamente en la iglesia y en la plaza y en todas partes, y quiero que con diligencia atendáis a ello, puesto que trato de una regla que debe aplicarse a todas las cuestiones a ésta semejantes. ¿Cuál es esa regla y medida?

Muchos hay que hieren, nadie que sea herido. Para que este enigma no os conturbe, doy inmediatamente la solución. Las injurias que padecemos sin motivo de parte de otros hombres, Dios nos las toma en cuenta o para remisión de nuestros pecados o para premiarnos después. Para que lo dicho quede más claro, pongamos algunos ejemplos. Supongamos un criado que debe a su señor grandes sumas y que sus enemigos lo acometen hasta el punto de arrebatarle parte de sus bienes. Si el señor, que no podía haber impedido al ladrón, no le restituye al criado el dinero que a éste le robaron, pero en cambio se lo pone a la cuenta de lo que el criado le debía ¿quedará el siervo perjudicado? De ninguna manera. Pues ¿qué si el señor incluso le da una mayor cantidad de dinero? ¿Acaso en realidad el criado en vez de perder no ha salido ganando? Es claro para todo el mundo. Pues juzguemos del mismo modo cuando algo padezcamos.

Y que mediante nuestros sufrimientos o pagamos por nuestros pecados, o, si no somos reos de muchos pecados, recibimos más brillantes coronas, oye cómo lo dice Pablo, hablando de un fornicario: Entregad a ese tal a Satanás para ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo [1 Corintios 5:5]. Dirás que esto no viene al caso, pues se trata de los que padecen injurias y no de quienes son corregidos por sus maestros. Tienes razón. No hay semejanza, pues tratábamos de la proposición que dice: En los sufrimientos ningún daño padece el que los sufre. Así pues, para hablar de otro caso que mucho más se acerca al nuestro, acuérdate de David, quien viendo a Semeí que lo perseguía y le lanzaba infinitos improperios, cuando los jefes del ejército querían matarlo, se lo impidió con estas palabras: Dejadlo que me maldiga, para que vea el Señor mi aflicción y me pagará con favores las maldiciones de hoy? Y en los salmos canta y dice: Mira cuan numerosos son mis enemigos. Me odian con un odio feroz. Perdona todos mis pecados? También el pobre Lázaro así alcanzó el descanso: por haber sufrido en esta vida males sin cuento. En conclusión, que los que parecen recibir daño, en realidad no lo reciben, con tal que sobrelleven todas las injurias con fortaleza. Más aún: alcanzan mayores ganancias, ya sea que Dios los pruebe o que el demonio los azote.

Dirás: pero ¿acaso los niños inocentes tenían algún pecado que pagar? Cualquiera lo afirmaría correctamente de quienes ya adultos han cometido muchas culpas. Pero ¿qué pecados pagaron con padecer semejante calamidad los que fueron arrebatados por una muerte tan prematura? Pues bien: ¿no me oísteis cuando dije que, aun cuando no haya pecado alguno, todavía les espera a los tales que han soportado esas aflicciones, un pago inmenso? ¿Qué daño recibieron esos niños muertos por tal motivo, puesto que al punto llegaron al puerto sin olas? Instarás que tal vez habrían hecho muchos bienes si hubieran vivido. Y sin embargo, no tendrían igual premio como habiendo muerto por el motivo por el que murieron. Dios no habría permitido que los niños murieran con muerte tan prematura si habían de llegar a ser tan excelentes en la virtud. Si a los que irán a vivir en tan grande perversidad con tanta paciencia los soporta, con mayor razón no permitiría que los otros fueran así arrancados de la vida si previera que llevarían a cabo, en caso de vivir, grandes hazañas en la virtud.

Esto es lo que queremos decir. Pero hay otras muchas razones y más oscuras, que conoce bien Aquel que así ordena los acontecimientos. Dejando, pues, en sus manos, esas profundas razones, por nuestra parte mantengámonos firmes en lo que sigue; y aprendamos por las ajenas desgracias a llevar todos los padecimientos con fortaleza. No fue pequeña la tragedia que entonces tuvo lugar en Belén, cuando los niños eran arrebatados del seno de sus madres y llevados a tan inicua muerte. Pero si todavía sientes pusilanimidad y no alcanzas tan alto grado de virtud, anímate oyendo cuál fue el fin y acabamiento del que tales crímenes cometió. Rápidamente le llegó el castigo de su maldad y sufrió el debido suplicio por crimen tan insigne: cerró su vida con una muerte más miserable que las que él había causado, aparte de sufrir otras muchas desgracias. Podéis conocerlas leyendo la historia que escribió Josefo. No hemos pensado oportuno el insertarla aquí, para no alargar nuestro discurso, ni cortar la serie de los sucesos que vamos explicando.

Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías que dice: Una voz que se oye en Rama, lamentación y gemido grande: es Raquel que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen. Tras de haber cubierto de horror al que lee con la narración de la violenta matanza, inicua y cruelísima, enseguida lo consuela enseñándole que tales cosas sucedieron no porque Dios no pudiera impedirlas o no las hubiera previsto; sino que las previo y aun de antemano las predijo por boca del profeta. En consecuencia, no te turbes demasiado ni te desanimes, contemplando su inefable providencia, que puede comprobarse así en lo que hace como en lo que permite. El mismo, en otro pasaje lo dio a entender, hablando con los discípulos. Gomo les hubiera anunciado los tribunales y que los condenarían a muerte y los combates del mundo y las luchas a muerte, finalmente los anima y los consuela diciéndoles: ¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos.

Les decía esto para darles a entender que nada se hace ignorándolo Dios; sino que todo lo sabe, aunque no todo lo hace. Les dice, pues: no os turbéis ni os impresionéis. Pues quien conoce lo que padecéis y puede impedirlo, sin duda que no lo impide precisamente porque tiene cuidado y providencia de vosotros. Esto mismo es necesario que pensemos en las tentaciones y sacaremos de ello grande consuelo. Pero ¿qué tiene de común Raquel con Belén?, preguntará tal vez alguno. Pues dice: Raquel que llora a sus hijos. Y lo mismo: ¿Qué tiene que ver Rama con Raquel? Raquel fue madre de Benjamín y a ella la sepultaron, tras de su muerte, en el hipódromo vecino a esa región. Y por estar vecino el sepulcro y en región que pertenecía por suerte a su hijo Benjamín, pues Rama era de la tribu de Benjamín, con razón el profeta, por el que fue cabeza de la tribu y por el sitio del sepulcro, llama a los niños asesinados hijos de Raquel.

A continuación demuestra que tan cruel herida no admitía remedio, cuando dice: Y rehúsa ser consolada porque no existen. Con lo cual nos enseña lo mismo que veníamos diciendo: que no conviene perturbarse porque los sucesos parezcan contrarios a las promesas divinas. Así cuando Cristo viene a salvar a su pueblo y aun a todo el mundo ¿cuáles son sus principios? La madre huye de su patria y es afligida por intolerables calamidades, se comete una acerbísima matanza y por todas partes se escuchan innumerables gemidos y llantos. Pero no te turbes. Suele llevar Dios su providencia por medios que parecen opuestos, dándonos por este camino la más grande prueba de su poder.

Y formó y educó a sus discípulos de manera que así lo llevaran todo a cabo: procurando las cosas por sus contrarios, a fin de que todo fuera más milagroso. Y así los discípulos azotados, echados de las ciudades, padeciendo penalidades infinitas, superaron a quienes los azotaban y expatriaban. Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel. Ya no le dice: huye; sino vete. ¿Adviertes el descanso después de la prueba? Porque José, vuelto después del destierro, regresó a su patria y pudo ver al matador de los niños inocentes muerto ya Mas, apenas vuelto a la patria, se encontró con las reliquias de los antiguos peligros. Porque vivía y reinaba un hijo del tirano. Preguntarás: ¿cómo fue que Arquelao reinara en Judea, siendo presidente Pilato? Estaba reciente la muerte de Herodes y su reino aún no se había dividido en varias porciones. Por muerte de Herodes, quedó con el mando su hijo. Mas porque el hermano de Arquelao también se llamaba Herodes, el evangelista distinguió y dijo: En lugar de su padre Herodes.

Pero si José temía ir a Judea a causa de Arquelao, le era necesario en Galilea temer a Herodes hijo. Sin embargo, una vez que José cambió de lugar, el negocio se dio al olvido, pues el asalto había sido contra Belén y sus términos. De manera que Arquelao, una vez concluida la matanza, pensó que todo había terminado y que aquel a quien él buscaba habría perecido entre los muchos que murieron. Por otra parte, habiendo visto cómo murió su padre, él se tornó un tanto moderado y no quiso continuar la persecución ni compartir en la perversidad. Así regresó José a Nazaret, tanto para huir del peligro, como para vivir en su amada patria.

Y para que más confiadamente procediera, recibió acerca de ello el oráculo de parte del ángel. Sin embargo, Lucas no dice que haya ido a Nazaret por fuerza del oráculo; sino que terminado lo de la Purificación, bajaron a Nazaret. ¿Qué decir a esto? Que Lucas lo dijo hablando del tiempo que precedió a la huida a Egipto. Porque no dice que fueron allá antes de la Purificación, a fin de que en nada se traspasara la Ley; sino que esperaron hasta que se llevara a cabo la Purificación y regresaran a Nazaret, y después fueran a Egipto. Ya vueltos de Egipto, dice que tornaron a Nazaret. La primera vez ningún oráculo les avisó que regresaran, sino que por propia voluntad fueron a su amada patria. No habiendo ido a Belén sino por motivo del censo y no habiendo encontrado sitio en el mesón para detenerse, apenas terminado el negocio se volvieron a Nazaret.

Ahora en cambio, el ángel los hace regresar a su casa, para que ahí se establezcan. Y esto no sin motivo, sino porque así estaba profetizado. Para que se cumpliera lo dicho por los profetas, que se llamaría Nazareno. ¿Cuál de los profetas dijo esto? No lo preguntes, ni lo examines con vana curiosidad. Muchos libros proféticos perecieron, como puede verse por los Paralipómenos. Descuidados eran los judíos y con frecuencia caían en la impiedad; y así unos libros se perdieron por su incuria, otros ellos mismos los quemaron o rompieron. De lo primero, cuenta Jeremías; de lo segundo el que escribió el Libro IV de los Reyes. Pues dice que después de mucho tiempo, apenas pudo encontrarse el Deuteronomio enterrado, que antes se había perdido. Y así desaparecieron muchos libros cuando los bárbaros no estaban encima y mucho más una vez que éstos se echaron sobre el pueblo judío. Por lo demás los apóstoles, apoyados en los profetas, con frecuencia llaman a Jesús el Nazareno.

Preguntarás si fue esto lo que hizo oscura la profecía sobre Belén. De ninguna manera. Al revés. Eso mismo excitaba y empujaba más a explorar lo que de Cristo se había anunciado. Así se acercó Natanael para inquirir y preguntó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Pues se trataba de un pueblecito despreciable. Y aun toda Galilea era despreciada. Por eso decían los fariseos: Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno. Pero Jesús no se avergüenza de ser llamado con el apelativo de su patria, demostrando así que no necesita de cosa alguna humana; y escoge sus discípulos en Galilea, quitando así todas las argucias y ocasiones a los que todavía quisieran ser perezosos; y demostrándonos al mismo tiempo cómo tampoco nosotros necesitamos de nada de las cosas exteriores, si nos damos a ejercitar la virtud. Por tal motivo, ni siquiera tuvo habitación, sino que dijo: El Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar su cabezal Y cuando Herodes lo persiguió con asechanzas, huyó; fue puesto en un pesebre; permanece en el mesón, elige una Madre pobre. Todo para enseñarnos que nada de eso lo estimemos vergonzoso, ya que él desde el principio pisotea el fausto humano; y nos ordena adherirnos no a otra cosa sino a la virtud.

¿Por qué, nos dice, te glorías de tu patria, cuando yo te ordeno que en toda la tierra seas peregrino? ¿cuándo sucede que tú puedas ser tal que todo el mundo no sea digno de ti? Tales cosas han de ser despreciadas en tal forma que ni a los filósofos griegos les parecen tener valor alguno, sino que las llaman extrañas y las tienen como ínfimas. Dirás que sin embargo Pablo se abraza con ellas cuando dice: Según la elección son amados a causa de sus padres. Sí. Pero dime a quiénes habla, cuándo y de quiénes. Porque trata ahí con los que se habían convertido de entre los gentiles y andaban soberbios e hinchados y se levantaban contra los judíos, y alegando ese motivo los discriminaban. De manera que propiamente reprimiendo su hinchazón los halaga y los excita a tener el mismo empeño que los judíos.

Tratando de aquellos grandes y fervorosos varones, oye cómo se expresa: Los que tales cosas dicen dan bien a entender que buscan la patria. Que si se acordaran de aquella de donde habían salido, tiempo tuvieron para volverse a ella. Pero deseaban otra mejor, esto es, la celestial? Y también ahí mismo: En la fe murieron todos sin recibir las promesas, pero viéndolas de lejos y saludándolas. Y el Bautista a quienes se acercaban, les decía: No queráis decir: tenemos por padre a Abrahán. Y de nuevo Pablo: Es que no todos los nacidos de Israel son Israel; ni todos los hijos de la carne son hijos de Dios. Y a la verdad a los hijos de Samuel que no heredaron las virtudes de su padre ¿de qué les sirvió la nobleza de éste? ¿Qué ganancia obtuvieron los hijos de Moisés, pues no imitaron su presteza en la virtud? No obtuvieron el mando después de él; sino que mientras ellos se gloriaban de su padre, la jefatura del pueblo pasó a otro varón, hijo de Moisés por la virtud.

¿En qué le estorbó a Timoteo el haber nacido de padre gentil y en cambio qué logró el hijo de Noé por la virtud de su padre? ¡De libre quedó convertido en esclavo! ¿Ves cómo la alteza del padre no es suficientemente idóneo patrocinio para el hijo? La perversidad de su propósito venció las leyes de la naturaleza, de manera que lo derrocó no sólo de la nobleza paterna, sino que además lo hizo esclavo. ¿Acaso Esaú no era hijo de Isaac y éste lo patrocinaba? Porque su padre cuidaba y procuraba que alcanzase las bendiciones y con el mismo objeto ejecutaba todo lo que su padre le ordenaba. Pero por ser malvado, ninguna utilidad reportó. Aun siendo el primogénito; aun favoreciéndolo en todo su padre, todo lo perdió porque Dios no le ayudaba. Mas ¿para qué traigo a la memoria a los hombres? Hijos de Dios fueron los judíos, pero de semejante nobleza ningún provecho sacaron.

De manera que aún cuando alguno sea hijo de Dios, si no demuestra una virtud correspondiente a tan alta nobleza, será más gravemente castigado. ¿Para qué vienes aquí a publicar la nobleza de tus antepasados? Y esto no sucede únicamente en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo verás que sucede lo mismo. Porque dice: Mas a cuantos lo recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios. Y sin embargo, afirma Pablo que a muchos de esos hijos de nada les aprovechó semejante Padre: Si os circuncidáis, Cristo de nada os aprovechará. Pues si Cristo en nada aprovecha a quienes no quieren seguirlo ¿cómo les aprovechará el hombre?

En consecuencia, no nos vanagloriemos de la nobleza ni de las riquezas. Más aún: no tengamos aprecio alguno de los que se vanaglorian. Tampoco perdamos ánimo por causa de la pobreza, sino busquemos las riquezas que consisten en las buenas obras. Huyamos de la pobreza que nos arroje a la perversidad: esa con que aquel rico era pobre, ya que no logró ni siquiera una gota de agua, ni con grandes súplicas. Y eso que de entre nosotros ¿quién hay tan pobre que no tenga siquiera una gota de agua? ¡Nadie, en verdad! Aun los que desfallecen por una hambre extrema, pueden gozar de algunas gotas de agua; ni sólo de algunas gotas de agua, sino también de un refrigerio mejor. No así aquel rico, pues llegó a tal grado de pobreza que no logró encontrar el menor refrigerio posible.

Entonces ¿por qué anhelamos andar tras de las riquezas? ¡No pueden conducirnos al cielo! Dime: si un rey terreno proclamara que ningún rico podía brillar en su palacio ni disfrutar de ningún favor ¿acaso no todos al punto despreciaríais las riquezas y las arrojaríais allá lejos? Pues si las riquezas así nos apartaran de los honores en los palacios de la tierra, serían despreciadas. En cambio, clamando y diciendo día por día el Rey de los cielos que es difícil entrar a los sagrados atrios celestes cargados de riquezas ¿no renunciaremos a ellas para poder con libertad entrar suavemente en aquellos palacios? ¿De qué perdón seremos dignos si anhelosos nos abrazamos con las cosas que nos cierran la entrada aquella y las andamos atesorando en torres fortificadas y aun escondiéndolas bajo tierra, siendo así que podemos colocarlas para que nos las guarden en el cielo? Haces en eso lo mismo que harían los agricultores que habiendo recibido la simiente para sembrarla en un fértil campo, fueran y la arrojaran toda en un hoyo, de modo que ni ellos la disfrutaran y ella acabara podrida y pereciera.

Pero ¿qué excusa presentan cuando por esto los acusamos? Dicen: no pequeño consuelo nos acarrea el saber que nuestra riqueza está oculta en un lugar seguro. Pues por el contrario lo que debía consolarte sería saber que no está oculta. Porque aún cuando no sufras de hambre, pero hay que tener en cuenta muchos otros peligros y más graves: la muerte, las asechanzas, la guerra. Si viene el hambre, el pueblo, empujado por la necesidad de su estómago, a mano armada asaltará tu casa. Más aún: al proceder así, tú mismo produces el hambre en las ciudades y metes en tu casa el peligro, más grave que el hambre.

La desgracia del hambre no sé yo que haya consumido a nadie repentinamente; porque muchos medios pueden pensarse para aliviar tan temible miseria. En cambio, podría yo señalar a muchos que han muerto ya pública ya privadamente a causa de la riqueza y sus equivalentes. De semejantes casos están llenos los caminos y los tribunales y las plazas. Pero ¿qué digo caminos, tribunales y plazas? El mar mismo lo he visto lleno de sangre. Porque la tiranía de las riquezas no sólo ha llenado la tierra, sino que se ha desatado furiosísima en el mar. Uno navega en busca del oro; otro a causa del oro sucumbe degollado: ¡una misma tiranía produce al mercader y al homicida! ¿Qué cosa hay en la que menos pueda confiarse que la riqueza, pues por su causa muchos andan peregrinando, caen en peligros, encuentran la muerte? Pero dice la Escritura: ¿Quién se compadecerá del encantador a quien muerde la serpiente?’ Conociendo pues lo terrible de semejante tiranía, conviene huirla y reprimir el anhelo de lo que es tan dañoso.

Preguntarás ¿cómo puede eso lograrse? Sustituyendo ese amor con otro amor: es a saber, con el amor del cielo. Quien anhela el reino celestial desprecia las riquezas. Quien haya sido hecho siervo de Cristo, nunca será esclavo de las riquezas, sino que atrevés a ellas las esclavizará. Porque acostumbra la riqueza perseguir al que la huye y huir del que la persigue: ¡a nadie honra tanto como a quien la desprecia! De nadie se burla tanto como de quien la anhela; ni sólo se burla, sino que con infinitas cadenas lo ata. Rompamos, pues, aunque tarde, esas dañosas cadenas. ¿Por qué obligas al alma racional a servir a la materia irracional, madre de infinitos males? Pero… ¡vaya un asunto digno de risa! Con las palabras la combatimos, pero ella con realidades nos combate y nos trae y nos lleva, como si nos hubiera comprado para azotarnos. ¿Qué cosa habrá más de vergüenza y de indignidad?

Por otra parte, si no superamos las cosas materiales ¿cómo venceremos a las Potestades incorpóreas? Si no despreciamos las viles piedras y mísera tierra ¿cómo sujetaremos a los Principados y Potestades del infierno? ¿Cómo ejercitaremos la temperancia? Si nos apasiona el brillo del oro ¿cómo podremos abstenernos del brillo de un rostro hermoso? Porque hay hombres que hasta tal punto se hallan sujetos a semejante tiranía, que aún el solo brillo del oro los apasiona y entre risas y donaires exclaman: ¡una moneda de oro con sólo verla deleita! ¡No juegues así, oh hombre! Pues nada hay que así dañe los ojos del cuerpo y del alma como el anhelo de esas monedas. Este fue el mal amor que extinguió las lámparas de las vírgenes necias y las excluyó del tálamo del Esposo. Esa mirada que dices que alegra tus ojos, fue la que impidió escuchar al mísero Judas la voz del Señor y lo llevó al lazo corredizo: esa lo hizo reventar por el medio y finalmente lo arrojó a la gehena.

¿Qué hay pues más inicuo, qué hay más horrible que semejante peste? Yo no reprendo los dineros ni las cosas materiales, sino el furioso y loco anhelo de ellas. Ese anhelo destila sangre humana, tiene aspecto sangriento, es más cruel que cualquier bestia feroz y destroza cuanto encuentra a la mano. Y lo que es mucho peor, ni siquiera permite que lo sienta el que es destrozado. Cuando convenía que quienes así se encuentran, extendieran su mano pidiendo auxilio a los transeúntes, al revés, agradecen semejantes heridas. ¿Qué puede haber más miserable? Reflexionando sobre esto, huyamos de esa enfermedad incurable y apartémonos lejos de semejante peste y curémonos de las heridas que ya nos haya causado. Así llevaremos acá una vida segura y sin perturbaciones y alcanzaremos los eternos tesoros. Ojalá todos nosotros los consigamos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo, sea la gloria, el imperio y el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías sobre el Evangelio según San Mateo, Homilía IX

La genealogía de Cristo (Mateo 1:1-25)

La prostituée de Jéricho et les deux espions, James Tissot (francés, 1902)

La prostituée de Jéricho et les deux espions, James Tissot (francés, 1902)

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, y Esrom a Aram; Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón; Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí; Isaí engendró al rey David. Y David engendró a Salomón de la que había sido mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa; Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías; Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías; Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante la deportación a Babilonia.
David overhandigt Uria de brief  (David Entrega la carta a Urías), Pieter Lastman (holandés, 1611)

David overhandigt Uria de brief (David Entrega la carta a Urías), Pieter Lastman (holandés, 1611)

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor; Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud; Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, y Matán a Jacob; Jacob engendró a José, el marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

50025-D2Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo. Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto. Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo:

HE AQUI, LA VIRGEN CONCEBIRA Y DARA A LUZ UN HIJO, Y LE PONDRAN POR NOMBRE EMMANUEL, que traducido significa: DIOS CON NOSOTROS.

Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer; y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.

 

La Bibila de Las Americas*

 

*1:25 … y la conservó virgen hasta [ἕως οὗ] que dio a luz un hijo … El griego no implica que Maria tenia hijos después. La creencia de que ella tuvo otros hijos biológicos se originó con el arriano, Helvidio, al final del siglo cuarto. (Los arrianos eran una secta herética de los cristianos que negaban la divinidad de Cristo.)

Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
1:1-16 3:23-38 1:1-5
1:17
1:18 1:35
1:19-2:4

 


Comentario

¿Qué es lo que investigamos? La razón de que Mateo ponga la genealogía de José, quien en absoluto nada tuvo que ver en la generación de Cristo. Ya indicamos un motivo. Conviene ahora declarar otro más secreto y misterioso. ¿Cuál es? No quería que los judíos, al mismo tiempo que conocían el parto, supieran que nacía de una Virgen. No os conturbe esta inesperada respuesta. No es sentencia mía sino de nuestros Padres y doctores, varones admirables y esclarecidos.

Si allá al comienzo Cristo muchas veces les dijo cosas oscuras, llamándose Hijo del Hombre, sin revelar con claridad en todas partes su igualdad con el Padre ¿por qué tú te admiras de que también este misterio lo dejara en sombras con una grande y admirable providencia? Preguntas ¿qué es aquí lo admirable? El haber salvado el honor de la Virgen y haberla librado de perversas sospechas. Si los judíos desde un principio hubieran oído este misterio, lo habrían interpretado maliciosamente y habrían lapidado a la Virgen y la habrían condenado como adúltera.

Si en otras cosas de las que en el Antiguo Testamento tenían ejemplos, con tan gran impudencia procedían; si cuando Cristo arrojaba los demonios lo llamaban endemoniado; si cuando curó en sábado lo tuvieron por enemigo de Dios, aun a pesar de que anteriormente con frecuencia se había quebrantado la ley del sábado ¿qué no habrían dicho si tal misterio hubieran escuchado? Porque habrían tenido como aliado todo el tiempo pretérito en que nunca jamás semejante cosa había sucedido. Si en presencia de muchos y grandes milagros todavía lo llamaban el hijo de José ¿cómo iban a creerlo nacido de una Virgen antes de los dichos milagros? Por tal motivo se pone la genealogía de José y se desposa a la Virgen. Si José, varón justo y admirable, necesitó de grandes pruebas para llegar a comprender lo sucedido, como fueron la visita del ángel, la visión en sueños, el testimonio de los profetas ¿cómo aquellos judíos perversos, corrompidos, enemigos de Cristo, habrían aceptado semejante versión? Cosa tan nueva, tan inesperada, tenía que perturbarlos profundamente, puesto que en todo el tiempo de sus antepasados, jamás tal cosa había sucedido.

Los que creyeron ser Cristo el Hijo de Dios, ya no pudieron dudar de semejante misterio. En cambio, los que lo creían seductor y enemigo de Dios ¿cómo no iban a escandalizarse de semejante afirmación, en lugar de darle asentimiento? Tal fue la razón de que allá al principio nada dijeron los apóstoles, mientras que amplísimamente se referían a la resurrección, de la que ya en los tiempos antiguos abundaban ejemplos, aunque ninguno tan espléndido. En cambio, que fuera nacido de una Virgen no lo dicen con frecuencia, ni tampoco la Virgen se atrevió a publicarlo. Mira, por ejemplo, lo que ella le dice: Tu padre y yo te buscábamos [Lucas 2:48]. Más aún, si lo hubieran sospechado, ni siquiera habrían creído ser él hijo de David, negado lo cual se habrían seguido muchos males. Por esto ni los ángeles mismos lo revelan, sino únicamente a José y a María. Cuando anunciaron a los pastores el fausto acontecimiento, ninguna alusión hicieron al inefable misterio.

Y ¿por qué motivo, habiendo recordado a Abrahán y añadiendo que engendró a Isaac e Isaac engendró a Jacob, sin nombrar a su hermano Esaú, cuando llegó a Jacob recordó a Judá y a sus hermanos? Dicen algunos que fue a causa de las malas costumbres de Esaú y de aquellos primeros. Por mi parte no lo afirmaría. Pues si ese fuera el motivo ¿cómo, poco después recuerda mujeres de las mismas costumbres? Es que en el caso la gloria de Cristo resplandece más por sus contrarios: es decir no de que tenga grandes progenitores, sino al revés pequeños y aun viles. La gloria mayor de quien es excelentísimo es poder parecer vil y humilde si es posible. ¿Cuál es pues la razón de que no los conmemore? Porque nada tenían de común con los israelitas, pues eran sarracenos, ismaelitas y árabes, y los demás que de éstos tomaron origen. Por esto, dejándolos a un lado, se apresura a nombrar a los progenitores de Cristo y del pueblo judío. Por eso dice: Jacob engendró a Judá y sus hermanos. Aquí queda indicado el pueblo judío. Prosigue: Judá engendró a Fares y a Zara, de Tamar.

¿Qué haces, oh evangelista? ¿Nos traes la historia de una unión criminal? [Tamar era la nuera de Judá]  Responde: ¿qué me objetas? En verdad que si narráramos la historia de un simple hombre, con razón alguna habría callado esas cosas. Pero si se trata de la historia de un Dios hecho hombre, eso no sólo no ha de callarse, sino ponerse en clarísima luz, para que así se manifieste su providencia y su poder. No vino para rehuir nuestras vergüenzas, sino para suprimirlas. Así como no admiramos tanto su muerte, como el que haya muerto crucificado, aun cuando esto segundo sea un oprobio -pues cuanto mayor es el oprobio mejor manifiesta el amor que Cristo nos tuvo-, así hemos de pensar acerca de su genealogía. No sólo debemos admirarlo por haber tomado nuestra carne, sino también por haber querido tomar semejantes progenitores, sin avergonzarse nunca de tomar sobre sí nuestras miserias.

E hizo público desde el comienzo de su genealogía, el no avergonzarse de nada de lo nuestro, enseñándonos a que nunca nos avergoncemos por la maldad de nuestros antepasados, sino que nos demos a conseguir únicamente la virtud. A quien la cultiva, aun cuando su progenitor sea un extranjero o haya tenido una madre meretriz o por otros motivos despreciable, de esto ningún daño se le seguirá. Si la vida anterior para nada mancha a quien acoge a un adúltero, muchos menos el varón virtuoso, por haber nacido de una mujer adúltera o meretriz, queda deshonrado con la improbidad de sus progenitores.

Y procedía así Jesús no únicamente para enseñarnos, sino además para humillar la soberbia de los judíos. Habían olvidado la virtud interior del alma y siempre traían en la boca el nombre de Abrahán, creyendo que la virtud de sus ancestros les serviría de defensa. Por eso desde el principio les manifestó que de eso no puede adquirirse gloria, sino solamente de las obras buenas. Además les pone de manifiesto que todos, aun los mismos ancestros, estuvieron sujetos a la ley del pecado. Del patriarca que dio su nombre a ese pueblo, se refiere que cayó en no leve pecado. Tamar lo acusa de fornicación. David del adulterio con una mujer engendró a Salomón. Pues si la Ley no fue guardada por aquellos excelentes varones, mucho menos lo sería por los más pequeños. De manera que no habiéndose cumplido la Ley por ellos, todos pecaron y la venida de Cristo se hizo necesaria.

Por otra parte, el evangelista hizo mención de los doce patriarcas, abatiendo también por este camino aquella jactancia judía por la nobleza de los progenitores. Pues muchos de ellos nacieron de esclava; y sin embargo, esa diferencia de padres no influyó en los hijos, pues todos igualmente fueron patriarcas y jefes de tribu. Esto es para la Iglesia una prerrogativa; ésta es para nosotros la razón de nuestra nobleza y dignidad, de la que en lo antiguo existió la figura. De manera que ya seas siervo, ya libre, por esto nada tienes ni de más ni de menos. Una sola cosa es la que se indaga: la recta voluntad y las buenas costumbres.

Aparte de lo anterior, otro motivo hubo para conmemorar a los dichos. Pues no sin causa en seguida de Fares se puso a Zara. Porque parecía cosa superflua y redundante, tras de la mención de Fares, de donde parte la genealogía de Cristo, nombrar también a Zara. Entonces ¿por qué también a éste lo nombra? Cuando Tamar estaba a punto de darlos a luz, al momento de parirlos, fue Zara quien primero sacó la mano fuera del vientre [Génesis 38:27], viendo lo cual la comadrona, para que fuese él el primogénito, le ató una cinta de púrpura en la mano. Pero apenas la había atado, el niño retiró la mano; de manera que el primero que vio la luz fue Fares y hasta después Zara. Al notar esto la comadrona exclamó: ¡Vaya rotura (en la esperanza) que has hecho!

¿Adviertes la oscuridad del misterio? Porque no sin motivo se nos escribieron estas cosas. Ni era digno de la historia que se nos narrara lo que dijo la comadrona, ni parece que había razón para referir eso de que sacó la mano primero y luego nació después. Entonces ¿qué significa el enigma? Contestamos, atendiendo desde luego al nombre mismo del niño. Porque «Fa-res» significa «división» o «ruptura». En segundo lugar, por el hecho, pues no parece natural que el niño que primero había sacado la mano, luego, atada ya, la retrajera: no parece cosa natural. Que habiendo uno sacado la mano primero, saliera luego el otro, parecería natural; pero que el primero encogiera la mano para dar salida al segundo no es cosa que suceda en los partos. Sin duda estaba presente el favor de Dios que manejaba a los niños, y por este medio diseñaba una sombra e imagen del futuro.

¿Qué dicen algunos de los que han estudiado estas cosas? Que estos dos niños eran figura de dos pueblos. Y para que entiendas que las instituciones del segundo pueblo brillaron con el nacimiento del primero, el niño extendió la mano, pero no se dejó ver íntegramente; más aún, la retrajo luego; de manera que hasta que salió a luz íntegro su hermano, hasta entonces él apareció: que es exactamente lo que sucedió en los dos pueblos. En los días de Abrahán aparecieron las instituciones eclesiásticas que luego fueron suprimidas. Así apareció el pueblo judaico con sus instituciones legales. Y finalmente vino el pueblo nuevo con sus leyes. Por esto dijo la comadrona: ¿Por qué por tu medio se ha roto el cerco? Porque la Ley al llegar cortó las instituciones del tiempo de Abrahán que se manejaban libres. Con frecuencia la Escritura Sagrada llama cerco a la Ley, como lo dice David el profeta: Destruiste su cerco y la vendimian cuantos pasan al lado del camino [Salmos 80:12]. Por su parte Isaías: Y le puse en torno un cerco.  Y también Pablo: Deshaciendo la pared y cerco interpuesto [Efesios 2:14].

Otros creen que lo de: ¿por qué por tu medio se ha roto el cerco? se dijo por causa del pueblo nuevo. Porque éste al llegar abrogó la Ley. ¿Observas, pues, cómo el evangelista no sin gran razón hizo recuerdo de la historia íntegra de Judá? Pues por la misma razón mencionó a Rut y a Rahab, de las que una fue extranjera y la otra meretriz: para que entendieras que había venido para borrar todos nuestros pecados. Vino como médico y no como juez. Del mismo modo que aquellos antiguos desposaron a mujeres meretrices, así Dios unió consigo nuestra naturaleza adúltera, tal como ya antes los profetas lo habían afirmado respecto de la sinagoga. Sólo que la sinagoga fue desagradecida con su Esposo, mientras que la Iglesia, una vez liberada de sus males heredados, permaneció en el abrazo del Esposo.

Observa cómo lo que se refiere a Rut concuerda con nuestra situación. Era ella una extranjera reducida a la última pobreza. Pero cuando Booz la vio, ni despreció su linaje bajo ni despreció su pobreza. Exactamente al modo como Cristo admitió como consorte a la Iglesia que le era extranjera y no poseía grandes bienes. Y así como aquélla si no hubiera renunciado antes a sus padres y tenido en menos su casa, linaje, patria y parientes, nunca habría sido digna de semejantes nupcias, así la Iglesia entonces apareció amable a su Esposo cuando hubo renunciado a las costumbres patrias. Así lo declaró el profeta al apostrofarla: Olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre y anhelará el Rey tu hermosura [Salmos 45:11]. Eso fue lo que hizo Rut y así fue madre de reyes, como la Iglesia, pues de ella nació David. Tales fueron los motivos por los que el evangelista, avergonzando a los judíos con todas estas cosas y persuadiéndolos a no ser soberbios, tejió la genealogía e hizo mención de aquellas mujeres. Rut, en efecto, a través de sus descendientes, engendró al gran David, y David nunca se avergonzó de semejante origen.

Porque no puede nadie, no puede ser ni virtuoso ni esclarecido ni sin gloria, por la virtud o por la perversidad de sus progenitores. Más aún: si hemos de decir una paradoja, más excelentemente brilla aquel que nacido de perversos progenitores llega sin embargo a ser un hombre virtuoso. En consecuencia, que nadie se ensoberbezca por sus ancestros; sino que, considerando quiénes fueron los progenitores del Señor, rechace toda hinchazón y no se gloríe sino de sus buenas obras. Y ni aun de éstas, pues por esto aquel fariseo del evangelio quedó inferior al publicano. Si quieres hacer algo excelente, no te ensoberbezcas, y con esto ya lo has hecho todo. Si siendo pecadores, cuando lo pensamos y nos tenemos por lo que somos, quedamos justificados, como aquel publicano ¿cuánto más lo estaremos si, siendo justos, nos tenemos por pecadores? Si el pensar con humildad hace justos a los pecadores, aun cuando no sea propiamente humildad sino simplemente justa apreciación; si tanto vale esa justa apreciación en los pecadores ¿qué no hará la verdadera humildad en los justos?

No eches, pues, a perder tus trabajos; no pierdas el mérito de tus sudores; no recorras infinitos estadios corriendo inútilmente y perdiendo tu trabajo. El Señor conoce muchísimo mejor que tú tus obras. Si das un vaso de agua fresca, ni aun eso desprecia; y si un óbolo das de limosna, si un solo gemido lanzas, todo lo recibe El con benevolencia suma, lo recuerda, le señala su premio. ¿Para qué examinas lo tuyo y aun con frecuencia lo publicas? ¿Ignoras que si tú te alabas Dios no te alabará y que si tú te confiesas miserable El nunca cesará en tus alabanzas delante de todos? No quiere El que tus trabajos se tengan en menos. ¡Qué digo se tengan en menos! Ningún medio deja de poner para que aún por mínimos méritos allá arriba recibas tu corona. Da vueltas buscando ocasiones para que puedas librarte de la gehena.

Por esto, aun cuando te entregues al trabajo a la hora undécima, te dará íntegra tu recompensa. Dice: Aun cuando no tengáis ya ocasión de salvaros, lo haré por mi nombre, para que no sea profanado mi nombre [Ezekiel 36:22]. Si gimes si lloras, esto al punto lo toma como ocasión para salvarte. En fin, que no nos ensoberbezcamos: confesémonos inútiles para que seamos útiles. Si te crees digno de alabanza, te inutilizas, aun cuando de verdad seas digno de alabanza. Si te llamas inútil, te vuelves útil aun en el caso de que seas digno de reproche. De manera que el olvido de nuestras buenas obras nos es indispensable. Preguntarás que cómo podemos desconocer lo que de verdad conocemos. Pero ¿qué estás diciendo? Continuamente ofendes al Señor y todavía te alegras y te ríes y ni siquiera te das cuenta de que has pecado y todo lo echas al olvido; y en cambio ¿no puedes prescindir del recuerdo de tus obras buenas? ¡Y eso que el temor tiene más fuerza!

Pero procedamos al contrario. Cada día caemos en pecado y ni siquiera nos acordamos de eso. En cambio, si damos a un pobre una pequeña limosnita, lo publicamos por arriba y por abajo: cosa que es el extremo de la locura y además suma pena para quien recibe la limosna y suma pérdida para quien anda procurando atesorar buenas obras. No hay más seguro depósito de las buenas obras que el olvido de las buenas obras. Así como cuando exponemos en la plaza nuestros vestidos de oro nos preparamos muchos que nos asechan; mientras que si los ocultamos en casa y los encerramos, entonces los tenemos seguros, lo mismo sucede con las buenas obras: si frecuentemente las andamos recordando movemos a ira al Señor, damos armas al enemigo y lo invitamos a que nos robe. Pero si sólo las conoce Aquel que debe conocerlas estarán en plena seguridad.

En consecuencia, no revuelvas en tu memoria con frecuencia tus buenas obras, no sea que alguien te las arrebate, como le sucedió al fariseo que las andaba publicando y así el demonio se las hurtó; y esto a pesar de que las publicaba con acciones de gracias y refiriéndolas todas a Dios. Cosa que no le aprovechó. Porque no es acción de gracias el vituperar a otros, el buscar para sí la gloria de muchos, el ensoberbecerse contra el que peca. Si das gracias a Dios, conténtate con eso y no hagas referencias a los otros hombres, ni juzgues a tu prójimo, porque eso no es dar gracias. Si quieres saber el modo de dar gracias, oye a los tres jóvenes del horno que dicen: Hemos pecado; hemos obrado la injusticia; pero tú, Señor, eres justo en todo lo que has hecho, pues con justo juicio en todo has procedido. Confesar los propios pecados, eso es dar gracias a Dios. El que así los confiesa, se declara reo de innumerables faltas y no rehúsa el castigo.

Cuidémonos de decir algo en alabanza propia: esto nos vuelve odiosos a los hombres y execrables ante Dios. Cuanto más excelentes obras hagamos, más bajamente hablemos de nosotros: entonces alcanzaremos mayor gloria ante Dios y ante los hombres; y no sólo gloria delante de Dios sino grandes recompensas. No exijas premios y recibirás premios. Confiesa que alcanzas tu salvación por simple gracia, para que Dios confiese serte deudor, no únicamente por tus buenas obras, sino también por ese agradecimiento tuyo. Cuando obramos el bien tenemos a Dios como deudor sólo por las buenas obras; pero cuando además pensamos que nada bueno hemos hecho, nos es deudor también por ese sentimiento humilde, más aún que por las mismas obras buenas: de manera que tal sentimiento se equipara a las obras buenas Y si éste falta, las obras no parecerán cosa grande. Porque también nosotros nos agradamos más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con gran benevolencia, piensan que aún no han hecho nada grande y que valga la pena.

Si quieres, pues, que tus buenas obras sean grandes, no las juzgues grandes. Así aquel centurión decía: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa [Mateo 8:8], con lo que se hizo digno y más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con gran No soy digno de ser llamado apóstol [1 Corintios 15:9], y con esto llegó a ser el primero de todos. Así exclamaba el Bautista: No soy digno de desatar la correa de su calzado [Marcos 1:7; Juan 1:27] – y con esto se hizo digno amigo del Esposo, y a su mano que él juzgaba indigna de tocar el calzado de Cristo, la puso éste sobre su cabeza. Igualmente Pedro decía: Apártate de mí que soy hombre pecador [Lucas 5:8] y con esto fue hecho fundamento de la Iglesia. Porque nada hay más grato a Dios que el contarse uno como el último de los pecadores. Este es el principio de toda virtud. Porque quien es humilde y vive contrito, no se dejará llevar de la vanagloria, no se irritará contra su prójimo ni lo envidiará, no caerá en ningún otro vicio. Es un hecho que, por más esfuerzo que pongamos, nunca levantaremos en alto una mano que está quebrada. Del mismo modo, si el alma se llena de contrición, aunque infinitas pasiones del corazón pretendan hincharla y ensoberbecerla, no podrá ella levantarse ni un poquito. Si quien deplora los daños temporales, echa de sí todas las debilidades del alma, con mayor razón quien deplora sus pecados alcanzará la virtud.

Dirás: pero ¿quién es capaz de quebrantar hasta ese punto su corazón? Pues oye a David, esclarecido sobre todo por su contrición, y obsérvalo. Tras de infinitas preclaras hazañas, estando a punto de perder su patria, su familia, la vida misma, al tiempo mismo de semejante desgracia, como viera a un mísero y despreciable soldado que lo insultaba y se querellaba, no sólo no se vengó, sino que a uno de sus jefes que anhelaba matar al injuriante, se lo impidió y le dijo: ¡Déjalo! porque así Dios se lo ha ordenado [2 Samuel 16:10]. Y también como los sacerdotes le preguntaran si podía llevar consigo el arca de la alianza, no lo permitió; sino ¿qué dijo?: ¡Vuelva el arca a la ciudad y quede en su sitio! Si encontrare gracia delante del Señor y me librare Dios de los males que me amenazan, volveré a ver su decoro. Pero si me dijere: No te quiero, por mi parte haré lo que le sea agradable.

Y lo que hizo con Saúl una y otra y muchas veces ¡cuán grande virtud manifiesta! Porque fue cosa que estaba por encima de la Ley Antigua y andaba ya muy cerca del precepto evangélico. Cuantos preceptos dimanaban de Dios los abrazaba y no se ponía a razones sobre los acontecimientos, sino que ponía todo su empeño en cumplir en todas partes con la ley divina. Y tras de tantas y tan preclaras hazañas, teniendo delante a un tirano, parricida, fratricida, rijoso y furioso y que trataba de quitarle el reino, ni aún así tropezó en algo, sino que dijo: Si agrada a Dios que yo sea destronado y viva fugitivo y errante mientras él vive entre honores, lo acepto, lo abrazo y doy gracias por los males sin cuento que sufro. No procedió como muchos petulantes y sin decoro que no habiendo llevado a cabo ni la mínima parte de las hazañas que hizo David, cuando advierten que otros andan en prosperidad en tanto que ellos padecen cualquier molestia o aflicción, destrozan su propia alma y la cargan con un sin fin de blasfemias.

No se pareció a ellos David, lleno de preclara modestia; y por esto dijo Dios: Encontré a David, hijo de José, varón según mi corazón [2 Samuel 16:10]. Tengamos nosotros ese mismo ánimo y llevemos con mansedumbre lo que hayamos de sufrir; y antes del reino gocemos desde acá de los frutos de la humildad. Porque dice el Señor: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas [Mateo 11:29]. Pues bien: para que aquí y en la otra vida disfrutemos de paz, plantemos en nuestra alma la humildad cuidadosamente, porque es ella madre de todos los bienes. Podremos así vadear sin tempestades el piélago de la vida presente y llegar al puerto tranquilo, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías sobre el Evangelio según San Mateo, Homilía III

«Esforzaos por entrar por la puerta estrecha» (Lucas 13:18-29)

Evgeny Rodionov (1977-1996), soldado ruso, decapitado por rebeldes chechenos cuando se negó a quitarse su cruz.

Evgeny Rodionov (1977-1996), soldado ruso, decapitado por rebeldes chechenos cuando se negó a quitarse su cruz.

Entonces decía: ¿A qué es semejante el reino de Dios y con qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y echó en su huerto; y creció y se hizo árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado.

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, mientras proseguía camino a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y El les dijo: Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, y vosotros, estando fuera, comencéis a llamar a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”, El respondiendo, os dirá: “No sé de dónde sois.” Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos en tu presencia, y enseñaste en nuestras calles;” y El dirá: “Os digo que no sé de dónde sois; Apartaos de mi, todos los que hacéis iniquidad.” Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera. Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

 

La Bibila de Las Americas

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
13:31-32 4:30-32 13:18-19
13:33 13:20-21
9:35 6:6 13:22
7:13-14 13:23-24
7:22-23 13:25-28a
8:11-12 13:28b-29

 


Comentario

Parábola del grano de mostaza

(Lucas 13:18-19; Mateo 13:31-32; Marcos 4:30-32)

En Oriente, un árbol de mostaza puede alcanzar un tamaño enorme, aunque su semilla es tan pequeña que los judíos tenían un dicho: «pequeño como un grano de mostaza.» El significado de la parábola es que, a pesar de que en un principio el Reino de Dios fue en apariencia pequeño e insignificante, el poder concentrado en él superó todos las adversidades y fue capaz de transformarlo en un Reino magno y universal. San Juan Crisostomo comenta: «con esta parábola Nuestro Señor quiso mostrar el modo en que iba a difundirse la prédica del Evangelio. A pesar de que sus discípulos eran los más débiles y humildes, poseían un gran poder interior, y su prédica se extendió por todo el mundo.»  La Iglesia de Cristo, en un principio pequeña e inadvertida para el mundo, se expandió por la tierra de tal manera que una multitud de naciones se cobija bajo su amparo, como los pájaros en las ramas de un árbol de mostaza. Precisamente lo mismo ocurre con el alma de cada ser humano: el soplo de la gracia de Dios, inicialmente apenas perceptible, envuelve el alma cada vez mas, hasta que ésta se convierte en receptora de abundantes virtudes.

 

Parábola sobre la levadura

(Lucas 13:18-19; Mateo 13:31-32; Marcos 4:30-32)

La parábola acerca de la levadura tiene el mismo significado que la parábola anterior. Dice san Juan Crisostomo: «como la levadura da sus propiedades a una gran cantidad de harina, así vosotros (los Apóstoles) habéis de transfigurar al mundo entero.» De igual modo ocurre en el alma de cada individuo miembro del Reino de Cristo: el poder de la gracia invisible comienza gradual pero activamente a posesionarse de todos los poderes de su espíritu, y santificándolo, lo transfigura. Algunos interpretan que las tres medidas de harina son las tres potencias del alma: mente, sentimiento y voluntad.

El camino estrecho que lleva al Reino de Dios

(Lucas 13:22-30)

Camino de Galilea hacia Jerusalén un hombre le hizo a Jesús la siguiente pregunta: «¿Señor, son pocos los que se salvan?« Esta pregunta tiene en cuenta la importancia de algunas exigencias de Jesucristo el Salvador para quienes desean acceder al Reino del Mesías. Jesús respondió con dureza y severidad no sólo a quien le había formulado la pregunta sino a todos los presentes: «Procurad entrar por la puerta estrecha…» — imagen usada con frecuencia por el Señor. El Reino del Mesías, la Iglesia de Cristo, es presentada aquí como una casa que además de una entrada principal cuenta con una puerta estrecha a través de la cual se permite el ingreso sólo ocasionalmente. Muchos querrán entrar por esta puerta angosta pero será inútil pues su moral está en extremo deteriorada e incontables son sus prejuicios en relación con el Reino del Mesías. La importancia de esta analogía reside en que los judíos de aquella época, gracias a los tan difundidos prejuicios de los fariseos, estaban poco capacitados para atravesar la puerta estrecha que en verdad consiste en el arrepentimiento y la abnegación. «Una vez que el Dueño de la casa se levanta y cierra la puerta…» Aquí Dios es representado por el Dueño de casa que está sentado y esperando a sus amigos para cenar; luego se levanta y cierra la puerta de su casa impidiendo el ingreso a los extraños. Esta es una imagen del Juicio del Señor sobre cada ser humano y la humanidad toda luego de Su Segunda Venida. Quienes se encuentren fuera de los aposentos en los que se lleva a cabo la cena del Señor con sus amigos son indignos de la comunión beatífica con Dios. Para ellos será tarde por mas que se muestren arrepentidos y deseosos de entrar. No hay arrepentimiento posible después de la muerte. Los que han sido arrojados fuera dirán: «Hemos comido y bebido en tu compania y Tu mismo has predicado en nuestras plazas.» Aquellos que no se hicieran dignos de participar en la cena le recordarán al Dueño de casa que ellos son sus conocidos; alguna vez fueron extraños seguidores de la enseñanza de Cristo pero no fueron verdaderos cristianos y por ello serán apartados. «Nosotros comimos y bebimos en tu compania y en nuestras calles Tu nos has enseñado.» Estas palabras se aplican especialmente y en sentido literal a los judíos, quienes rechazaron a su Mesías y con ello perdieron el derecho de ingresar al Reino de Cristo. Recién entenderán su error al producirse la Segunda Venida de Cristo, pero será tarde ya y recibirán por respuesta: «No sé de dónde sois…» «Apártense de Mí todos los que han obrado la maldad…» En el Reino del Mesías, el lugar de los judíos apartados será tomado por los gentiles provenientes desde todos los confines de la tierra que confesaron su fe en Jesucristo. «Estos últimos serán los primeros y hay primeros que serán últimos.» Los judíos se consideraban «los primeros» pero como rechazaron al Mesías serán «los últimos.» Los gentiles a quienes se consideraba como «los últimos» serán «los primeros» en el Reino de Cristo. Del mismo modo, quienes se contaban entre los «primeros» pero que en verdad no observaron como corresponde los mandamientos de Cristo serán «los últimos» en el Juicio Final; en cambio quienes fueron objeto de desprecio serán «los primeros.»

Arzobispo Averky Tauchev (ruso-ortodoxo), «Guia para el Estudio de los Cuatro Evangelios»

«El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe …» (Marcos 9:33-41)

Lad de små børn komme til Mig (Dejad que los niños vengan a Mí), Carl Bloch (danés, siglo XIX)

Lad de små børn komme til Mig (Dejad que los niños vengan a Mí), Carl Bloch (danés, siglo XIX)

Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos les dijo: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió.

Juan le dijo: Maestro, vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre, y que pueda enseguida hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está. Porque cualquiera que os dé de beber un vaso de agua, por razón de vuestro nombre, ya que sois seguidores de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

 

La Bibila de Las Americas*
* 8:38 vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre.  LBLA omite y no viene con nosotros.
 8:41 … cualquiera que os dé de beber un vaso de agua, por razón de vuestro nombre ...
El griego es  Ὃς γὰρ ἂν ποτίσῃ ὑμᾶς ποτήριον ὕδατος ἐν ὀνόματί μου, que corresponde mejor a la RVR:Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre [ἐν ὀνόματί μου] …

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
9:33
18:1-5 9:34-37  9:46-48
9:38-40 9:49-50
10:42 9:41

 


Comentario

 

En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos? (Mateo 18:1).

Sentían al modo humano, como lo significa el evangelista al decir: En aquel momento. Es decir, en el punto en que Cristo honró a Pedro más que a todos los otros. Pues siendo entre Santiago y Juan uno de ellos primogénito, Jesús a los otros dos no los honró de manera semejante con tal honor Avergonzados de esto, manifiestan la conmoción de su ánimo. Pero no dicen abiertamente: ¿por qué has preferido a Pedro a nosotros? ¿acaso él es mayor que nosotros? No se atreven a eso; sino que hacen la pregunta en un modo indeterminado: ¿Quién será más grande?

Cuando vieron los discípulos que Cristo prefirió aquellos tres a los demás, no sufrieron esa conmoción de ánimo; pero cuando a uno solo tanto lo honró, entonces se dolieron. Ni sólo eso, sino que juntando otras muchas cosas, se inflamaron de envidia. Pues Jesús había dicho a Pedro: Te daré las llaves [Mateo 16:19] y bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás [Mateo 16:17], y ahora le dice: Paga por mí y por ti [Mateo 17:26]; y finalmente les hería también la libertad de hablar que usaba Pedro. Y si Marcos no dice que lo preguntaran sino únicamente que así lo pensaban en su interior [Marcos 9:34], eso no se opone a la narración de Mateo. Porque es verosímil que hicieran ambas cosas; y que en otras ocasiones una y dos veces lo pensaran pero ahora sí lo dijeran y juntamente lo pensaran.

Pero tú no te fijes únicamente en este defecto, sino piensa, por otra parte, que ellos en esta ocasión no buscaban nada de lo de este siglo y en que además luego quitaron este defecto y mutuamente se cedían unos a otros el puesto primero. Nosotros, en cambio, no alcanzamos a llegar ni siquiera a esa clase de defectos de ellos, ni andamos investigando quién será mayor en el reino de los cielos, sino quién lo será acá en el reino de la tierra y quién más opulento y quién más poderoso. Y ¿qué hace Cristo? Descubre la conciencia de ellos y responde no únicamente a sus palabras, sino también a sus sentimientos. Y él, habiendo llamado a un niño lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis como este niño no entraréis en el reino de los cielos [Mateo 18:2-3].

Como si les dijera: Vosotros inquirís quién será mayor en el reino de los cielos y contendéis acerca de la primacía; pero yo digo a quien no se humillare que no es digno del reino de los cielos. Bellamente pone el ejemplo: ni solamente lo pone, sino que trae al niño al medio para persuadirlos y exhortarlos con la presencia misma del niño a que sean sencillos y humildes. Porque el niño está libre de envidia, de vanagloria, del anhelo de primacías y sobre todo posee esa virtud que llamamos sencillez y humildad.

De modo que para entrar al reino de los cielos se necesita no únicamente fortaleza y prudencia, sino además sencillez y humildad. Pues aun en las cosas más importantes, si faltan esas virtudes, queda fallo lo que toca a nuestra salvación. El párvulo, ya sea que se le injurie, ya sea que se le alabe, ahora se le azote, ahora se le honre, ni se cree indigno y se aira ni se deja llevar de la envidia ni se ensoberbece. ¿Observas cómo de nuevo Cristo nos pone delante ejemplos tomados de las cosas de la naturaleza; y nos declara que tales virtudes pueden obtenerse mediante los propósitos de la voluntad, y echa de este modo por tierra la dañosa locura de los maniqueos? Pues si la naturaleza es mala ¿por qué Cristo toma de ella los ejemplos de virtud? Yo pienso que puso en medio de los discípulos a un parvulito libre de todas esas enfermedades del alma. Porque en los parvulitos no tienen lugar ni la arrogancia ni la vanagloria ni la envidia ni las querellas ni otras enfermedades semejantes. Tienen en cambio por su propio natural muchas virtudes como son la sencillez, la humildad, el estar ajenos a la turba de negocios, el no ensoberbecerse de nada: cosas en que hay una doble virtud, porque las poseen y no se ensoherbecen por tenerlas. Por tal motivo tomó Jesús al infante y lo puso en medio.

Pero no terminó con eso su discurso, sino que continuó en la amonestación y dijo: Y el que recibiere a un niño como éste, a mí me recibe. Como si les dijera: no únicamente recibiréis gran premio si sois como este infante, sino también, si, por mí, honráis a otros que le sean semejantes, os retribuiré con el reino. Y añadió lo que es más al decir: A mí me recibe. Como si dijera: En modo tan grande me alegro con la humildad y la sencillez. Y llama aquí pequeños a los hombres tan sencillos y humildes que muchos los tienen por bajos y despreciables. Y enseguida, para más confirmar su doctrina, la refuerza poniendo delante no sólo los premios sino también los castigos. Pues dice: Y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de molino de asno y lo hundieran en el fondo del mar.

Porque así como aquellos, dice Jesús, que por mí honran a estos pequeños, poseerán el cielo y un premio mayor que un reino, así los que los deshonran (pues esto significa escandalizarlos), sufrirán penas terribles. Y si al escándalo lo llama deshonra e injuria, no te admires, pues muchos a causa de su pusilanimidad han sufrido escándalo por haber sido menospreciados e injuriados. Para poner como de bulto el crimen, hace referencia al daño que se sigue de él. En cambio, no explica del mismo modo el castigo, sino que manifiesta cuánto sea intolerable por comparación con las cosas que nos son conocidas. Cuando quiere impresionar los ánimos rudos pone ejemplos de las cosas que caen bajo el dominio de los sentidos.
– San Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San MateoHomilía LVIII

 

 


Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena. Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemara.  Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros. Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos en todo, que sean complacientes, no contradiciendo, no defraudando, sino mostrando toda buena fe, para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador en todo respecto.

Tito 1:15-2:10, LBLA

 

Las lecturas son del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa para el 19 de diciembre 2014

 

«Pero yo os digo que Elías ya ha venido» (Marcos 9:10-16)

La predicazione di San Giovanni Battista nel deserto, Massimo Stanzione (italiano, 1634)

La predicazione di San Giovanni Battista nel deserto, Massimo Stanzione (italiano, 1634)

Y se guardaron para sí lo dicho, discutiendo entre sí qué significaría resucitar de entre los muertos. Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero? Y El les dijo: Es cierto que Elías, al venir primero, restaurará todas las cosas. Y, sin embargo, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padezca mucho y sea despreciado? Pero yo os digo que Elías ya ha venido, y le hicieron cuanto quisieron, tal como está escrito de él.

Cuando volvieron a los discípulos, vieron una gran multitud que les rodeaba, y a unos escribas que discutían con ellos. Enseguida, cuando toda la multitud vio a Jesús, quedó sorprendida, y corriendo hacia El, le saludaban. Y El les preguntó: ¿Qué discutís con ellos?

 

LBLA

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
9:10
17:10-13 9:11-13
9:14-16

 


Comentario

 

Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero? (Mateo 17:10).

De modo que esto ellos no lo sabían por las Escrituras, sino que así lo contaban los escribas, y semejante opinión corría entre el vulgo, lo mismo que acerca de Cristo. Por eso decía la samaritana: Yo sé que el Mesías está por venir y que cuando venga nos hará saber todas las cosas [Juan 4:25]. Y los judíos preguntaban al Bautista: ¿Eres tú Elías o uno de los profetas? [Juan 1:21] Pues como ya dije, semejante opinión acerca de Elías y de Cristo andaba muy valida; sino que ellos no la interpretaban correctamente. Porque la Escritura refiere dos venidas de Cristo: la que ya be verificó y la que está por venir. A ambas se refiere Pablo cuando dice: Porque se ha manifestado la gracia salutífera de Dios a todos los hombres, enseñándonos a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo. Aquí tenemos la primera venida. Pero oye cómo declara luego la otra: Con la bienaventurada esperanza en la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Cristo Jesús [Tito 2:13].

También los profetas hablan de ambas venidas; y de una de ellas, que es la segunda, dicen que tendrá como Precursor a Elías. Precursor de la primera fue el Bautista, al cual Cristo lo llamaba Elías, no porque fuera Elías, sino porque tenía un ministerio como el de Elías. Pues así como Elías será precursor de la segunda venida, así Juan lo fue de la primera. Pero los escribas, confundiéndolo todo y pervirtiendo la opinión popular, se fijaron únicamente en Elías, el Precursor de la segunda venida; y así decían al pueblo: «Si éste fuera el Cristo, debía haberlo precedido Elías.»  Y este fue el motivo de que los discípulos preguntaran: ¿Cómo es, pues, que los escribas dicen que Elías ha de venir primero?

Por la misma causa los fariseos enviaron mensajeros al Bautista para preguntarle: ¿Eres tú Elías o uno de los profetas? [Juan 1:21] sin mencionar la primera venida. ¿Cómo resolvió Cristo la cuestión? Respondiendo que Elías ciertamente vendrá antes de su segunda venida; pero que ya vino también, llamando así al Bautista. Como si dijera: Juan vino ya como vendrá Elías; pero si preguntáis del Tesbita, ese ya vendrá. Y por esto dijo: Elías vendrá y restablecerá todo. ¿Qué es ese todo? Lo que dijo el profeta Malaquías: He aquí que yo enviaré a Elías Tesbita, el profeta, antes que venga el día de Yavé, grande y terrible. El convertirá el corazón de los padres a los hijos, no sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema [Malaquías 4:5-6 LXX]*

¿Observas la exactitud de la predicción profética? Como Cristo había llamado Elías a Juan, a causa del parecido en el ministerio, a fin de que no pensaras que éste era también el que el profeta predecía, notó la patria añadiendo el Tesbita. Ahora bien: el Bautista no era Tesbita. Además el profeta añadió otra cosa notable cuando dijo: No sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema, con lo que declaró lo terrible del segundo advenimiento. Porque en el primero no vino a entregar la tierra al anatema. Pues él mismo dice: No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo [Juan 12:47]. De modo que esto lo dice aludiendo al Tesbita que ha de aparecer antes de la venida de Cristo para el juicio. Y añade el motivo por el que vendrá. ¿Cuál es? Para inducir a los judíos a creer en Cristo, no sea que cuando El llegue perezcan todos en absoluto. Y Cristo, recordando esas cosas, dice: Restablecerá todo [Mateo 17:11]. O sea que enmendará la incredulidad de los judíos que para entonces queden; de modo que se expresó exactísimamente. Porque no dijo el profeta: Convertirá el corazón de los hijos a los padres, sino de los padres para con sus hijos. Siendo los judíos los padres de los apóstoles, eso significa que convertirá el corazón de los judíos a los dogmas y enseñanzas de los apóstoles; o sea que convertirá a ellos el linaje judaico.

Sin embargo, yo os digo: Elías ya vino y no lo reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron. De la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista [Mateo 17:12-13].

Aunque esto no lo decían ni los escribas ni la Escritura, sin embargo, los discípulos por estar ya más despiertos y poner mayor atención a lo que se les decía, pronto lo entendieron. ¿Por dónde vinieron a entenderlo? Ya les había dicho: El es Elías que está a punto de venir [Mateo 11:14]; luego les dice: Ya vino; y de nuevo: Elías vendrá y restablecerá todo. No te turbes ni vayas a sospechar que hay contradicción en lo que dice cuando afirma ahora que ya vino, ahora que está por venir. Todo ello es verdad. Porque cuando dice que Elías vendrá y restablecerá todo, habla del mismísimo Elías y de la futura conversión de Israel. Y cuando dice: El es el que va a venir, dice que Juan es Elías a causa de lo parecido del ministerio.

Del mismo modo los profetas a cualquier rey esclarecido lo llaman David; y a los judíos los llaman príncipes de los sodomitas [Isaías 1:10] y también hijos de los etíopes [Amós 9:7]; y lo hacen por la semejanza de costumbres. Porque así como Elías será Precursor en la segunda venida, así lo fue Juan en la primera. Ni es ésta la única razón de que a Juan lo llame Elías, sino también para manifestar su pleno acuerdo con la Ley Antigua, y que lo de su segundo advenimiento es una verdadera profecía. Por esto añade: Vino y no lo reconocieron, antes hicieron con él lo que quisieron [Mateo 17:12]. Pero ¿qué significa: lo que quisieron? Es decir, lo encarcelaron, lo afrentaron, lo mataron, trajeron en una bandeja su cabeza. Y así de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos [Mateo 17:12].

¿Adviertes cómo oportunamente les trae a la memoria su Pasión, y los consuela grandemente con lo de la Pasión de Juan? Ni lo hizo únicamente por este capítulo, sino haciendo enseguida grandes milagros. Cuando habla de su Pasión, al punto obra prodigios; y lo mismo hace antes y después de hablar de ella, como con frecuencia se observa. Pues dice el evangelista: Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y ser muerto y padecer mucho [Mateo 16:21]. Entonces. ¿Cuándo? Cuando ya quedó claro ser él el Cristo e Hijo de Dios. Y también en el monte cuando les puso delante aquella visión admirable en la que los profetas hablaban de su gloria, El les recordó su Pasión. Porque Juan, una vez que refirió la historia del hecho, añade: Así el Hijo del hombre ha de padecer de parte de ellos.

Y no mucho después, cuando echó el demonio que los discípulos no habían podido expulsar, cuando volvía a Galilea, dijo Jesús, según narra el evangelio: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores que lo matarán, y al tercer día resucitará [Mateo 17:23]. Procedía así con el objeto de que la magnitud de los milagros disminuyera el exceso del dolor y del todo los consolara; así como ahora, trayéndoles al recuerdo la muerte de Juan, los consoló grandemente. Y si alguno preguntara ¿por qué ahora no resucita a Elías y lo envía, siendo así que tantos y tan grandes beneficios testifican su venida? Respondemos que fue porque aún ahora, creyendo ellos que Jesús era Elías, sin embargo no se convirtieron. Porque dicen los discípulos: Unos dicen que eres Elías, otros que Jeremías [Mateo 16:14]. Entre Juan y Elías no había diferencia sino del tiempo.

Preguntarás: entonces ¿cómo después sí creerán? Ciertamente Elías lo restablecerá todo, no únicamente porque se le reconocerá, sino porque la gloria de Cristo que se extenderá en gran manera y se aumentará, hasta aquel día, brillará más espléndida que el sol. De modo que cuando él venga, habiendo ya precedido tan grande estima y expectación, predicando io mismo y anunciando a Jesús, más fácilmente aceptarán sus palabras. Y cuando dice no lo reconocieron [Lucas 12:24], parece en cierto modo excusarlos; y los consuela no únicamente de este modo, sino además demostrando que El padecerá injustamente; y también como ocultando esas cosas tristes con dos milagros: el que hizo en el monte y el que hará enseguida.

Después de oírlo, ya no le preguntan cuándo vendrá Elías, ya fuera por la tristeza de la futura Pasión, ya porque se apoderó de ellos el temor. Pues con frecuencia, cuando advierten que El no quiere hablar claramente, ellos callan. Así pues, como estando en Galilea les dijera: El Hijo del hombre tiene que ser entregado y le darán muerte, y al tercer día resucitará, el evangelista añade: Y se pusieron muy tristes [Mateo 17:22-23]. Así lo dan a entender dos evangelistas. Marcos dice: Y ellos no entendían esas osas, pero temían preguntarle [Marcos 9:32]. Y Lucas: Pero ellos no sabían lo que significaban aquellas palabras, que estaban veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas [Lucas 9:45].

– San Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San MateoHomilía LVII

 

* Crisóstomo está citando la versión de la Septuaginta de de Malaquías.  el Texto Masorético omite la referencia a Elías como Tesbita [Malaquías 4:5].

 


Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos*en cada ciudad como te mandé, esto es, si alguno es irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía. Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo, reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen. Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión, a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando, por ganancias deshonestas, cosas que no deben. Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero. Por eso, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe, no prestando atención a mitos judaicos y a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena. Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina.

(2 Timoteo 4:9-22, LBLA)

 

 

Las lecturas tomadas del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa de 18 de diciembre 2014

 
 

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame» (Marcos 8:30-34)

La letra "nun" en árabe, puesta por extremistas en casas cristianas en Irak para identificarlas

La letra «nun» en árabe, puesta por extremistas en casas cristianas en Irak para identificarlas

Y El les advirtió severamente que no hablaran de El a nadie.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y después de tres días resucitar. Y les decía estas palabras claramente. Y Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderlo. Mas El volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.

Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.

 

LBLA*

 

Ve el comentario sobre 8:34, «niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame»

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
16:20-21 8:29-32a 9:21-22
16:22-23 8:32b-33
16:24-26 8:34-37 9:23-25

 


Comentario

 

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24).

 

Entonces. ¿Cuándo? Después de que Pedro había dicho: No quiera Dios que esto suceda, y había oído aquel Retírate de mí, Satanás. No le pareció suficiente a Jesús con increpar a Pedro; sino que anhelando demostrar con abundancia lo absurdo de sus palabras y la utilidad que de su Pasión se seguiría, dijo: «Tú, Pedro, me dices: ‘No quiera Dios que esto suceda;’ mas Yo te digo que no sólo sería dañoso para ti el impedirme padecer, aun cuando te pese mi Pasión, sino que ni siquiera podrías alcanzar tu salvación, si tú mismo no estás preparado para morir.» Y para que no pensara que el padecer era indigno de Cristo, no sólo con las anteriores palabras, sino también con las que siguen, le enseña la utilidad de su Pasión.

En Juan dice: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho frutos [Juan 12:24]. Pero ahora, tratando más largamente del asunto, habla no únicamente de su acabamiento por la muerte, sino que extiende la doctrina a sus discípulos. Como si les dijera: «tan grande es la ganancia de la Pasión que si vosotros no queréis morir, os será perjudicial; mas sucederá lo contrario si estáis preparados para ese bien.» Así lo declara con lo que sigue. Pero ahora lo examina por un solo lado. Observa cómo impone una obligación estricta. Pues no dice: «Queráis o no, es necesario que padezcáis semejante Pasión.» Sino ¿qué es lo que dice? Si alguno quiere venir en pos de mí. No lo obligo; no le impongo una necesidad; lo dejo al arbitrio de cada uno. Y por esto digo: Si alguno quiere. Os invito a bienes y no a males, ni a cosas difíciles, ni a suplicios y penas, para que fuera necesario obligaros. La naturaleza misma de la cosa es suficiente para atraer. Y con decirles esto, más los animaba. Quien pone obligación, con frecuencia más bien aparta de la obra; pero quien la deja al arbitrio del oyente, más lo atrae. Puesto que más fuerza tiene la simple exposición de la empresa que no la violencia Por eso les decía: Si alguno quiere. Como si les dijera: «Grandes son los bienes que os ofrezco, y tales que espontáneamente se corre hacia ellos.»

A la verdad, si alguno ofreciera oro y un tesoro tal vez, no llamaría con violencia. Pues si a esas cosas se va sin violencia, mucho más se irá a los bienes celestes. Si la naturaleza misma de la cosa no te persuade a que corras a ella, ya no eres digno de recibirla; y si la recibes, no sabrás apreciar lo que recibes. Por eso Cristo no obliga, sino exhorta y es indulgente con nosotros. Y como los discípulos murmuraban mucho, comentando lo dicho y se turbaban, les dice: «No es el caso de turbarse y comentar. Si creéis que lo que dije, si os aconteciere, no es fuente de bienes innumerables, yo no os obligo, no os hago violencia, solamente invito al que quiera.»

«No penséis que seguirme es hacer eso que ahora hacéis al seguirme. Necesitaréis de muchos trabajos y pasar por muchos peligros, si habéis de seguirme. No por haberme confesado ahora, oh Pedro, vayas a pensar que sólo te esperan coronas y que con solo pensar lo que has pensado te basta para la salvación y que en adelante has de vivir contento como si ya todo estuviera acabado. Como Hijo de Dios que soy, puedo eximirte de experimentar los males, pero por bien tuyo no quiero hacerlo, para que tú pongas algo de tu parte y así seas mejor probado.» Ningún Prefecto de juegos, cuando estima mucho a un atleta quiere coronarlo gratis, sino que anhela que éste lo gane con su propio trabajo, sobre todo porque lo estima. Así Cristo quiere que aquellos a quienes especialmente ama brillen con su propio mérito y por sola su gracia.

Advierte, además, cómo hace un discurso en nada pesado. Puesto que no circunscribe los males a solos los discípulos, sino que, extendiendo su enseñanza a todo el orbe, dice: Si alguno quiere, ya sea mujer o varón, príncipe o súbdito, quienquiera que por este camino echare. Al parecer dice una sola cosa, pero en realidad son tres: negarse a sí mismo, tomar su cruz, seguirlo. Junta dos cosas, en tanto que la otra la pone aparte. Veamos en primer lugar qué sea negarse a sí mismo. Pero ante todo qué sea negar a otro. Y así sabremos qué sea negarse a sí mismo. Quien niega a otro, ya sea su hermano o su criado u otro cualquiera, no se presenta, no lo auxilia, no se entristece, no se aflige, puesto que se trata de uno que le es extraño.

Quiere, pues, Cristo que en esa forma, es decir, en forma alguna, perdonemos a nuestro cuerpo; de modo que aún cuando lo azoten, lo empujen, lo quemen o le hagan otra cosa cualquiera no lo perdonemos. Porque esto es verdaderamente perdonarlo. Así los padres, cuando entregan sus hijos a los maestros, es cuando verdaderamente los perdonan, advirtiendo al profesor que nada les perdone a los niños. Así, Cristo no dijo que no se perdone uno a sí mismo, sino lo que es más duro: Niegúese a sí mismo. Es decir, que sea para sí como un extraño, de manera que se entregue a los peligros y certámenes, y esté en tal disposición como si fuera otro el que padeciera. No dijo simplemente «negarse» [ἀρνεῖσθαι], sino «abnegarse» [ἀπαρνεῖσθαι].* Y con este pequeño aditamento da a la sentencia una gran fuerza. Porque abnegarse es mucho más que simplemente negarse.

Y tome su cruz. Es una consecuencia de lo anterior. No vayas a pensar que conviene abnegarse únicamente cuando se trate de palabras, injurias y oprobios. Por eso dice hasta dónde conviene negarse a sí mismo: es decir hasta la muerte, y muerte la más oprobiosa. Y para significarlo no dijo: «niegúese a sí mismo hasta la muerte», sino tome su cruz, o sea hasta la muerte más vergonzosa; y no una ni dos veces, sino por toda la vida. Como si dijera: lleva contigo perpetuamente semejante muerte y permanece cada día dispuesto a morir. Puesto que muchos despreciaron las riquezas, los placeres, la gloria, pero no despreciaron la muerte, sino que tuvieron temor a los peligros, Yo, dice Cristo, quiero que mi atleta luche hasta la muerte y que soporte el certamen hasta derramar su sangre. De modo que conviene llevar con fortaleza la muerte, si es necesario morir, y aun la muerte más oprobiosa y execrable, y aunque sea por vanas sospechas: y en tales casos grandemente gozarse.

Y sígame. Como puede suceder que el que padece no siga a Cristo, no padece por El (así como los ladrones, los robadores de sepulcros, los hechiceros sufren y graves padecimientos), para que no creas que basta con soportar los dolores, añadió el motivo de soportarlos. ¿Cuál es? Que al sufrir todo eso, vayas en seguimiento de Cristo y por causa de El lo padezcas y así ejercites todas las virtudes. Porque eso significa: Sígame. De manera que no sólo demuestres fortaleza de ánimo en los padecimientos, sino además continencia, equidad y toda clase de virtudes. Esto es seguir a Cristo como conviene: procurar las demás virtudes y padecer por El todo Hay quienes siguen al demonio y padecen las mismas cosas y por él aceptan la muerte; pero nosotros lo hacemos por Cristo y aun por nosotros mismos y por nuestro bien. Ellos lo hacen dañándose a sí mismos aquí y en la otra vida; pero nosotros lo hacemos para lucrar ambas vidas.

Entonces ¿cómo no sería el colmo de la desidia el no tener tan gran fortaleza cuanta muestran esos que perecen, cuando vamos a recibir tantas coronas? Y eso que a nosotros nos auxilia Cristo y a ellos nadie. Por otra parte, este fue el precepto que dio Cristo a los apóstoles cuando los envió a misión, di-ciéndoles: No vayáis a los gentiles [Mateo 10:5]. Os envío como ovejas en medio de lobos [Mateo 10:16, Lucas 10:3]. Seréis llevados a los gobernadores y reyes? [Mateo 10:18] Pero ahora lo enunció más solemnemente y con mayor reciedumbre. Porque entonces hablaba sólo de la muerte, mientras que aquí menciona la cruz y una cruz perpetua. Puesto que dice: Tome su cruz, es decir: llévela siempre.**

Tenía Cristo por costumbre poner los mandatos más importantes no al principio y como exordio de sus discursos, sino poco a poco y sin sentir, a fin de que los oyentes no se perturbaran con lo duro de las cosas. Aquí, como lo que decía parecía ser cosa difícil y molesta, observa cómo la hace fácil en lo que sigue, estableciendo premios superiores a los trabajos. Y no sólo premios, sino además castigos para los perversos. Y en los castigos se detiene más que en los premios, porque a muchos los hace prudentes más la amenaza de los castigos que los bienes del premio.

– San Juan Crisóstomo (Constantinopla, siglo IV), Homilías Sobre el Evangelio de San MateoHomilía LV

 

* «No dijo simplemente ‘negarse’ [ἀρνεῖσθαι], sino ‘abnegarse’ [ἀπαρνεῖσθαι].»  El griego del Mateo 16:24, Marcos 8:34 y Lucas 8:34 por niéguese a sí mismo tiene la palabra ἀπαρνέομαι – «abnegarse» – que es algo mas fuerte que simplemente negarse, aunque todas las traducciones parecen utilizar la palabra «negarse» y no «abnegarse».

 


Procura venir a verme pronto, pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica; Crescente se fue a Galacia y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio. Pero a Tíquico lo envié a Efeso. Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas con Carpo, y los libros, especialmente los pergaminos. Alejandro, el calderero, me hizo mucho daño; el Señor le retribuirá conforme a sus hechos. Tú también cuídate de él, pues se opone vigorosamente a nuestra enseñanza. En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta. Pero el Señor estuvo conmigo y me fortaleció, a fin de que por mí se cumpliera cabalmente la proclamación del mensaje y que todos los gentiles oyeran. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial*. A El sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. Erasto se quedó en Corinto, pero a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, también Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. El Señor sea con tu espíritu. La gracia sea con vosotros.

(2 Timoteo 4:9-22, LBLA)

 

* 4:18   … y me traerá a salvo a su reino celestial (LBLA). La RVR es mas cerca al griego [σώσει εἰς τὴν βασιλείαν αὐτοῦ τὴν ἐπουράνιον]: y me preservará para su reino celestial

 

Las lecturas tomadas del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa de 16 de diciembre 2014

El ciego en Betsaida (Marcos 8:22-26)

Gesù Cristo ridona la vista al cieco , Gioacchino Assereto (italiano, 1640)

Gesù Cristo ridona la vista al cieco , Gioacchino Assereto (italiano, 1640)

Llegaron a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que lo tocara. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo? Y levantando la vista, dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan. Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad. Y lo envió a su casa diciendo: Ni aun en la aldea entres.

 

LBLA*

 

* 8:26 La LBLA omite ni lo digas a nadie en la aldea.

 


Cánon de Eusebio:

Mateo Marcos Lucas Juan
8:22-26

 


La curación del ciego en Betsaida

 

Este milagro es relatado sólo por san Marcos. El Señor lo realizó luego de haber llegado con sus discípulos a la costa oriental del lago de Genezareth. Camino a Cesárea de Filipo, en la ciudad de Betsaida (también conocida como Julia, en honor de la hija del tetrarca Filipo), le fue traído un ciego al Señor para que Él lo curase con la imposición de Sus manos. Es probable que aquel hombre no haya sido ciego de nacimiento pues, con la imposición de las manos del Señor, el ciego anunció que podía ver a las personas y a los árboles, es decir, el ya conocía cual era el aspecto de aquellos. Una vez efectuada la curación el Señor actuó como lo había hecho al sanar al sordomudo: condujo al hombre fuera de la aldea, puso un poco de saliva en sus ojos y el ciego fue recobrando la visión, no de inmediato, sino de manera gradual, luego de que Jesús posara sus manos dos veces sobre él. Aparentemente, con sus acciones el Señor estaba tratando una vez mas de despertar la fe en este hombre lo cual era imprescindible para la realización del milagro. Luego Nuestro Señor lo envió a su hogar ordenándole que no entrara en la aldea y que no diera noticia alguna sobre este milagro.

 

– Arzobispo Averky Tauchev (ruso-ortodoxo, 1906-1976),  «Guia Para el Estudio de los Cuatro Evangelios»

 


Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto*, equipado para toda buena obra. Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha** paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos.
(2 Timoteo 3:16-4:4, LBLA)

 

* …  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto [ἄρτιος] … El griego significa «completamente equipada»
** … con mucha paciencia [ἐν πάσῃ μακροθυμίᾳ] … El griego significa «con paciencia completa»

 

Las lecturas tomadas del Leccionario de la Iglesia Ortodoxa de 16 de diciembre 2014