Y mandando a la muchedumbre que se sentara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces; y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los dio a los discípulos y éstos a la muchedumbre. Y comieron todos y se saciaron y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos, siendo los que habían comido unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
¿Por qué alzó los ojos al cielo y bendijo? Para que se creyera que El había salido del Padre y era igual a El. Pero las pruebas de ambas cosas parecían contradecirse. Demostraba la igualdad el que todo lo hacía con potestad propia; pero que hubiera venido del Padre no lo habrían creído sino viéndolo obrar todas las cosas con humildad y refiriéndolo todo al Padre e invocándolo para las obras que llevaba a cabo. Por tal motivo, no hace ni sólo una cosa, ni sólo la otra, para confirmar ambas verdades: hace los milagros con plena potestad unas veces y otras invocando al Padre. Y para que no pareciera que en esto había contradicción, en las cosas de menor importancia alza sus ojos al cielo; pero en las de mayor importancia procede con potestad propia: para que comprendas que también en las cosas menores su potestad no la recibe de otra parte, pero que honra a su Padre.
Cuando perdonó los pecados y abrió el paraíso para introducir al ladrón, y cuando con imperio abrogó la Ley antigua y cuando resucitó innumerables muertos y cuando enfrenó el mar y descubrió los secretos de los corazones y creó los ojos -obras todas propias de sólo Dios y no de otro-, jamás se dice que rogara; en cambio cuando procuró que los panes superabundaran -cosa que es, con mucho, inferior a esas otras-, alza los ojos al cielo, demostrando así lo que ya dije; y enseñándonos a no sentarnos a la mesa antes de dar gracias a Dios que nos proporciona el alimento.
– Homilías Sobre el Evangelio de San Mateo, Homilia XLIX (tr. del griego por Padre Rafael Ramírez Torres, SJ)